Francisco J. Poyato - Pretérito Imperfecto

Faena de aliño a Manolete

¿Cómo se puede consentir que un «icono de la ciudad» esté pasando inadvertido por ella?

Manolete junto al mexicano Carlos Arruza ARCHIVO DE ABC

Los «fastos» por el Centenario del nacimiento de Manolete -en agosto harán setenta de su trágica muerte en Linares- están simbolizando la grave crisis que Córdoba, la llamada en su día por Ignacio Sánchez Mejías como «Casa de todos los toreros» , el salón rico de los Califas, está atravesando en su idilio ancestral con la tauromaquia allá por Luis de Góngora.

Tanto los que quieren cargarse la Fiesta, como los que presuntamente la defienden (desde toreros hasta empresarios y aficionados en parte) han alcanzado una especie de consenso tácito en esa dirección. Por acción u omisión.

Y lo peor, en las mieles ceremoniosas de Manolete , que si levantara la cabeza, como dicen los castizos, desde su piel de mármol del Cementerio de la Salud , adoptaría esa pose suya tan estoica, elegante y desprendida a la par del pitillo en la mano y la triste mirada herida que escruta desde el doloroso silencio.

La desconexión es una realidad objetivable. La Fiesta de los toros en Córdoba viven en las tablas , mortecinamente a la defensiva, oliendo el trance final. Todos miran, todos callan. El más ruidoso de los sentimientos en unos tendidos tal vez sea la indiferencia. Ni el aplauso ni el castigo que abuchea.

Pues esa vaporosa bofetada sin sonido domina ya la escena. ¿Cómo se le puede estar haciendo esto a Manolete? ¿Otra vez el desaire sufrido en la parte final de su vida, desde la gloria a la ingratitud...? ¿Cómo se le puede hacer esto a Córdoba? ¿Cómo se puede consentir que un «icono de la ciudad», como el propio Ayuntamiento ha escrito del diestro en su programa conmemorativo, pase inadvertido por ella...?

Sobre cualquier otro nombre de la mediocridad y el paganismo cordobés atronan más fanfarrias y se levantan más altares vanidosos que sobre este «mito», como también reza en el folleto municipal. Ahí manda el sectarismo político. Una celebración convertida en una faena de aliño, muletazos sin adornos ni intención alguna, para liquidar pronto el trance... que incomoda al PSOE, molesta a IU (¡ayy Doñarrosa!), irrita a los podemitas y apenas ha despertado espíritu crítico en la oposición del PP.

Que parece un morlaco demasiado grande para los aficionados voluntariosos que hacen lo que pueden y aquellos otros que están dando la espalda con todo el descaro a este culebrón interminable de accesorios -empero también necesarios- a una figura de tal magnitud. Que ha revelado una falta de bravura en los taurinos de primera fila para reivindicar ahora más que nunca lo que es patrimonio de este país y su cultura.

Ni tan siquiera para leer un manifiesto a la puerta de Los Califas en pro del Monstruo y defender en el sitio la tauromaquia concurrieron de forma unánime todos los espadas y personalidades que cogieron el legado de ese «espejo en el que mirarse», vuelve a decir nuestro Ayuntamiento de Córdoba del torero de Las Lagunillas.

Y que conste que es positivo explorar a un Manolete «pop», elucubrar sobre su esencia filosófica en las redes sociales o crear unas señas «marketinianas» de su impronta social. Una marca de agua, un logotipo o un pin. O arbitrar eventos expositivos sin gran ambición, pese a que todavía disponemos de un Museo Taurino Municipal de Córdoba.

Pero, ¿quién le va a contar de verdad al resto de la gente quién era, quién es y quién seguirá siendo Manolete, aunque sea fuera de Córdoba? ¿Qué diremos cuando lo pregunte un niño...? Para explicarlo hay que torear en la plaza y fuera de ella, pero aquí, los trastes se han quedado en el callejón esperando. Y ni siquiera a estas alturas sabremos si para finales de mayo habrá festejos en el coso de los Califas el año de Manolete o una especie de perfomance de la Fura del Baus.

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