PATRIMONIO

La eternidad labrada en las tumbas de la Mezquita-Catedral de Córdoba

La exposición «Ars moriendi» recorre la historia de los más de mil enterramientos del templo

Tumba del Cardenal Salazar, en la capilla de Santa Teresa VALERIO MERINO

LUIS MIRANDA

Como cualquier templo de su época, la Mezquita-Catedral de Córdoba se puede ver como un gran cementerio, cuyo subsuelo está lleno de tumbas y de inscripciones sobre quienes yacen en ellas. La exposición «Ars moriendi» ofrece estos días un recorrido por todas y habla de cómo eran estos enterramientos.

Su director, el profesor Antonio González Torrico , explicó que hay enterramientos de forma regular en la Catedral ya desde poco después al momento de su dedicación, en 1240 , hasta bien entrado el siglo XX. De hecho, el que fue el primer prelado después de la Reconquista, Lope de Fitero , ya está enterrado en el interior del edificio que le entregó el rey Fernando III El Santo . «Los enterramientos suelen ser jerárquicos , de forma que es más importante el lugar que está a los pies de la capilla mayor, o en sus proximidades, que los que están más alejados», explica.

Leopoldo de Austria

Al pie mismo del presbiterio del tiempo catedralicio está una de las sepulturas más relevantes: la del obispo Leopoldo de Austria , relevante por sus actuaciones en el monumento y por su alcurnia, ya que era hermano del emperador Maximiliano de Austria y por lo tanto tío del que luego le sucedería en el trono: Carlos I de España y V de Alemania. Una losa de mármol negro, con su escudo, lo cubre desde 1557. Como explicó González Torrico, para enterrarse en la Catedral hacían falta dos cosas: tener estatuto de limpieza de sangre y la lismona correspondiente, por la que el Cabildo acordaba ceder un espacio.

En las proximidades del altar mayor solían estar las de canónigos y prelados, aunque algunas se buscaron otros espacios. Es el caso de una de las más celebradas: la del cardenal Pedro de Salazar . Había fundado la capilla de Santa Teresa , llena de valiosas esculturas de José de Mora, y hoy parte del tesoro, y se le enterró allí en 1706, en un sepulcro de mármol con ángeles dolientes en las esquinas. En total, desde 1249 hasta el año 1600 se han contado uno s 400 enterramientos , con lo que la cifra total a partir de entonces muy bien podría sobrepasar el millar.

A partir de ahí, comienzan las capillas fundadas por familias nobles y por la oligarquía local para sus enterramientos y de sus descedentes Ese es el origen de casi todas las capillas repartidas por el perímetro del edificio. No es que haya enterramientos en las capillas, sino que casi se puede decir que primero se llegó a un acuerdo para la adquisición del espacio y luego se establecieron, encima de los enterramientos, las capillas correspondientes, con sus distintas advocaciones. Es el caso de una de las más conocidas, la del Inca Garcilaso de la Vega. Las capillas se llenaron luego de retablos, esculturas y cuadros, y en las rejas se colocaron los escudos de cada una de las familias, pues eran parte de su propiedad. Calaveras y escudos se reparten por igual en su iconografía.

Las familias se ocupaban del mantenimiento de los mausoleos y así han llegado hasta el día de hoy, cuando muchas de ellas habían renunciado ya a su cuidado. En ese caso, pasan a propiedad del Cabildo , que ha restaurado muchas de ellas en los últimos años, incluidos los testimonios de sus propietarios. Otras, las menos, sí siguen teniendo dueños, «y en los últimos años se ha seguido enterrando allí a personas».

La eternidad labrada en las tumbas de la Mezquita-Catedral de Córdoba

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación