APUNTES AL MARGEN
Estatuas sin cabeza
Castillejo ha sido, probablemente, el personaje cordobés que mejor se haya merecido una novela
![Miguel Castillejo, ex presidente de Cajasur, fallecido esta semana](https://s1.abcstatics.com/media/andalucia/2016/04/17/s/castillejo-cajasur-cordoba--620x349.jpg)
Nada es posible sin el caldo de cultivo social que lo propicia. Nadie es nada, en suma, si no le dejan. Si no se lo permiten. Si existe complicidad suficiente para que las cosas sean como acaban siendo. Mejores o peores pero reflejo de una realidad objetiva, de un «status quo» que permite un funcionamiento concreto, la ascensión de unas personas, el triunfo de unas empresas y la implantación de unas ideas. A lo que voy, Miguel Castillejo (que en paz descanse), como hecho social, fue posible porque la Córdoba de su tiempo lo permitió y lo alentó.
Lo ha explicado magistralmente Rafael Aguilar en una columna de opinión publicada en la edición de ayer de ABC . Ahora, nadie conoce a nadie. La ceremonia de altos cargos, de empresas y organizaciones para desvincularse de su propia trayectoria unida al que fue presidente de Cajasur es fruto de ese fin de época. No es nuevo. Desde Roma sabemos que lo mejor es hacer las estatuas de manera que se le pueda cambiar la cabeza para agasajar al que toca y olvidar todo lo posible a quien cae en desgracia . «Damnatio memoriae» se llamaba la cosa.
Castillejo ha sido, probablemente, el personaje cordobés que mejor
«Muy pocos fueron los que contravinieron el enorme poder de la caja de ahorros; muchos recibieron regalías»
se haya merecido una novela, a ser posible buena. Poliédrico, con todas las aristas posibles, la condición de sacerdote y banquero generó un auténtico filón para un escritor de pulso . Su archivo personal, que existe, tiene que ser una auténtica maravilla para desvelar esas cositas que siempre imaginamos y nunca pudimos contrastar. Felicidades a quien tenga la suerte suficiente para echarle un vistazo a tanta información de alguien que, si quiso algo, fue perdurar.
Porque Castillejo se fue de Cajasur y se ha ido de este mundo, sobre todo, con datos. De todos. El Pacto de Santa Lucía fue un «do ut des», la jubilación del presidente de la caja a costa de, como el viejo chiste del dentista, no hacerse daño, doctor. José Antonio Griñán firmó una paz romana para pasmo de sus correligionarios del PSOE cordobés que nunca entendieron aquella coalición de intereses. El ya expresidente, entonces consejero de Economía y hombre de Felipe González (que alguna cosa tiene que contar de aquella época), prefirió un buen silencio a tiempo que un mal pleito.
Sorprende que el silencio se extienda hasta después del deceso del otrora poderoso. Diez años después, diez, de su salida de la vida económica, política y social de Córdoba. Con un retiro que rompió en muy contadas ocasiones. Ni siquiera para defender la gestión de una entidad financiera que, desde el punto de vista legal, ya no existe tras la intervención del FROB y la adjudicación, como banco comercial, al grupo Kutxabank .
«Quien no contó en vida lo que sabía ya no tiene opciones de hacerlo, al no encontrarse entre los vivos»
Sorprende también la súbita aparición de la resistencia. Esa nueva especie que, entonces, no estaba allí pero quiere hacer tragar la cuestión de que ellos fueron los que dijeron que no. Dígase de una vez. Pocos, muy pocos, fueron los que hicieron algo que contraviniese el enorme poder de la caja de ahorros. Y fueron muchos, pero muchos, quienes entraron en el juego, aceptaron créditos favorables o recibieron regalías . La mayor parte de aquella ya no está en la vida pública con lo que pueden dormir tranquilos. Me da que alguien que no contó en vida lo que sabía, que era mucho, ya no tiene opciones de hacerlo cuando no se encuentra entre los vivos. Aún así, que no cuenten rollos, que no se escondan. Que se valore su trayectoria con todas las luces y todas sus sombras. Que no pasa nada .
Si algo cambió aquel estado de las cosas fue la realidad. La apertura del mercado bancario, la llegada de nuevas entidades, hizo más por la caída de la antigua Cajasur, por la inviabilidad de esos poderes personales y omnímodos, que mil magdalenas o cien negocios fallidos en el sector del ladrillo. Sencillamente, el cliente tenía más donde elegir a la hora de pedir una hipoteca o de abrir una cuenta bancaria. Las empresas, las administraciones, conocieron los efectos de la competencia y eligieron a quien mejore condiciones les ofrecía . El resto es historia.