Crónicas de Pegoland
El estado de todo esto
Producto de una sociedad infantil, sus representantes se comportan como niñatos
EL día del debate (electoral, por supuesto), me fui a un bar donde no hubiese televisión. Era el santo de mi santa y algunas cosas todavía tienen prioridad en la agenda. Con permiso de la concurrencia, paso de darle categoría solemne a un fracaso colectivo. Acostumbrados a un hecho histórico de simpar relevancia a cada rato, hemos llegado a la conclusión lógica de banalizar los hechos y la historia. Desde que dejamos que los membrillos copasen el debate público, la infantilización de la política se nos ha metido por las rendijas de las ventanas, por los quicios de los balcones, por cada grieta de una puerta. Consecuencia lógica de una sociedad adolescente es que su representación política se comporte como niñatos. El paso a la foto con el perrete, en el supuesto más superficial, o a la convocatoria ante un centro de menores vulnerables (que son niños, hombre ya), en el más terrible, no es sino la culpa que tenemos que arrastrar por nuestras malas decisiones.
A esos que están ahí , que han llevado a una convocatoria electoral democráticamente inaudita, los hemos puesto nosotros. Porque la política es un actividad que solo cabe por delegación ya sea consensuada, que eso es la democracia, o por taxativa obligación, cuando de dictaduras se trata. Ayer mismo, en el acto del candidato a la Presidencia por el PSOE, Pedro Sánchez , solo había lo que antiguamente se llamaban cuadros. Cargos, pasados o presentes, movilizados en pro de la causa. Los que tienen o han tenido interés profesional en el asunto, los que viven del tema. La consecuencia es terrible. Se vota más que nunca pero jamás se participó menos. A nadie razonable se le pasa por la cabeza ir a un mitin, los panfletos se tiran tal y como se meten en el buzón. Los candidatos se convierten en famosos de un Gran Hermano VIP constante. La responsabilidad, por ende, decrece. En campaña, se puede prometer las mayores villanías, las irresponsabilidades más brutales, porque no pasa nunca nada. Y así llegamos a Vox, que cualquier día anuncia su propia ilegalización .
De aquí al domingo, van ustedes a recibir una cantidad brutal de mensajes. Aleix Sanmartín no es el único que se dedica aquí al rollo de comerle la cabeza al personal. Y acaso la única cuestión de relevancia no sea ya de libertad, que no parece puesta en duda, sino de responsabilidad. De empezar a comportarse como personas mayores responsables de sus actos, exigir medidas coherentes y posibles a quien va a manejar miles de millones de euros y censurar los comportamientos absurdos, irregulares, innecesariamente polémicos, crueles con el prójimo, irresponsables. Poder decir a boca llena que todas las opiniones no son respetables porque algunas son directamente estúpidas. Porque el día que perdimos de vista que hay cosas que están bien y están mal es cuando llemos a esto.
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