Rafael Ruiz - CRÓNICAS DE PEGOLAND

El esquijama

Ella, la jefa, quiere que «sus» empleados trabajen menos aunque sea desde casa

Rafael Ruiz

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Aviso introductorio. Estas líneas están escritas en esquijama, en la dacha -que decía Umbral -, una vez que mi hijo se ha comido la tostada, se ha bebido la taza de leche, me ha besado y se ha ido al cole, público por supuesto. Acabada la liturgia paterna , y justo antes de ponerme a lavar los platos de la cena, esos restos del naufragio, he decidido trabajar en casa en solidaridad con los pobres míos de la Junta que tendrán que trabajar dos horas y media en casa mientras sus respectivas descendencias apuran el colacao para redondear la jornada de 35 horas . Una comunidad de hombres y mujeres en bata acabando el informe, diligenciando el trasladillo al jefe de servicio. Querida presidenta, entiendo tus desvelos.

Susana Díaz (todos en pie) quiere que su gente trabaje 35 horas a la semana como Isabel Ambrosio (pueden seguir sentados) lo quiere para los suyos pese a las sentencias sobre la materia. Es un derecho, rezongan, de los de lo público. Y ahí están dispuestas nuestras socialdemócratas autoridades a hacer lo que hubiere menester por preservar lo que consideran una línea roja. Se entiende entonces que el bedel de la Consejería de Cultura tendrá que abrir la puerta del salón de su piso dos horas y media a la semana para cumplir con el cómputo anual. O que el chófer de la furgona de Medio Ambiente habrá de conducir un periodo similar en el GTA de la Play para llegar a donde su convenio dicte.

El centro izquierda bobo tiene que aferrarse a estos mitos para convencerse de que sigue siendo de izquierda, aunque su progresía venga en monodosis . Uno pensaba, en su esquijama, que el trabajo era trabajo independientemente de quién lo pagase, y así tendrían que recogerlo las leyes de protección al operario. Que da igual que se trabaje para la Junta (aplausos) que para la panadería de la esquina. Pero no. Nuestra presidenta (mano derecha al corazón, vista al frente) considera que quien recibe la nómina con el membrete oficial es de naturaleza tal, de existencia quebradiza como el lince , que lo mejor es que pase menos rato en el curre.

El caso es de tal surrealismo que el tipo que vigila los montes , recoge residuos tóxicos o preserva la seguridad de los barrios ha de tener, según el discurso de la oficialidad, la misma jornada que el tramita el impuesto de sucesiones . A su vez, quien recibe su magro salario de una empresa privada no solo tendrá que trabajar 40 horas sino que no contará con la mitad de la mitad de los desvelos de nuestra líder (genuflexión doble) que reserva sus medidas de desagravio solo para una parte de la fuerza laboral, aquella que cuenta con la cercanía de su luminosa presencia.

Susana (hagan la ola) lleva razón. 35 horas para los empleados -fetén y paralelos- de su ínsula Barataria, la que usted paga trabajando 40 a la semana. De hecho, es injusto que estos maltratados trabajadores de lo público tengan que pagarse la ropa en el trabajo. En un futuro, qué menos que subvencionarles el esquijama.

El esquijama

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