Aristóteles Moreno - PERDONEN LAS MOLESTIAS
La España de siempre
No hay mañana que no nos desayunemos con un nuevo episodio de Rinconete y Cortadillo. Ahí está el caso del gerente de Bomberos
PUES bien: el Tribunal de Cuentas acaba de sentenciar que el ex gerente del Consorcio Provincial de Bomberos de Córdoba, en lugar de apagar fuegos, que es para lo que fue contratado, se dedicaba a transferir dinero público a su cuenta corriente. Que es otra forma de dar manguerazos pero a base de bien. Y lo hizo con una tenacidad verdaderamente admirable y una impunidad, todo hay que decirlo, muy española. Entre 2001 y 2012 evacuó para sí mismo nada menos que 613.291 euros, aparte de otras tropelías delictivas que no vienen al caso.
Cómo pudo perpetrar semejante atraco a las arcas públicas durante tanto tiempo es algo que nunca podremos entender en toda su dimensión. El Tribunal de Cuentas, de hecho, también condena al ex interventor provincial por «clamorosa dejación de funciones». Es decir, un gerente que no gestiona y un interventor que no interviene. Todo un cuadro del sector público que bien podría haber sido pintado por el mismísimo don Francisco Goya en su época negra.
En todo ese tiempo, el señor gerente manejaba las cuentas bancarias del Consorcio de Bomberos como si fuera la cocinita de la señorita Pepis. De tal forma que efectuó frecuentes transferencias dinerarias a sus propios fondos bancarios y se auto concedió créditos sin los informes pertinentes (ni falta que hace). Lo que es la picaresca española en estado puro. Hasta tal punto que un día apareció la contabilidad del Consorcio de Bomberos en el trastero de su propia casa. El típico caso de confusión entre lo público y lo privado, que gangrena la administración del Estado desde hace décadas.
Así, incluso, lo especificó el susodicho en sede judicial cuando fue interrogado por el instructor. «Me llevé las facturas sin darme cuenta», adujo el señor gerente. Normal. A cualquiera de ustedes se les puede traspapelar la contabilidad de la empresa si son suspendidos de empleo y sueldo y son conminados a abandonar su despacho al ser sorprendidos en irregularidades económicas de gravedad.
De esta manera, entre sainete y vodevil, se escribe la historia contemporánea de este país. Ahí es donde hace acto de presencia la actual vicepresidenta del Consorcio de Bomberos, la señora Amo, al parecer feliz por la exoneración de su correligionario, el ex presidente de la entidad, para quien la sentencia del Tribunal de Cuentas ha reservado un papel menor en el saqueo sistemático de dinero público. «Era lo esperado», declaró ufana, como si la rapiña de 613.291 euros fuera un asunto colateral.
Ahora bien, queridos contribuyentes: el Tribunal de Cuentas condena al señor gerente a devolver 479.857 euros, más lo intereses legales devengados, porque los delitos cometidos entre 2001 y 2007 ya han prescrito. O sea. Todo un clásico de la delincuencia política y económica (o viceversa). De hecho, el limbo de la corrupción patria está empedrado de delitos prescritos.
El caso es que con una pequeña operación matemática se observa con claridad que al señor Navarrete el desfalco continuado le ha salido rentable. Extraordinariamente rentable. Exactamente, se ha embolsado la cantidad de 133.434 euros por un delito perfectamente descrito por el Tribunal de Cuentas en su sentencia. Hay años en que usted y nosotros ganamos bastante menos dinero por actividades desarrolladas en el marco de la ley. Lo cual qué quieren que les diga.
No hay mañana que no nos desayunemos con un nuevo episodio de Rinconete y Cortadillo. Pasan los siglos y ahí está, amigos míos, la España de siempre.