Muerte de Ruth y José

Diez años del crimen de Bretón | El caso que pudo resolverse en horas y el fallo que alargó la tragedia

Algunos de los protagonistas que intervinieron en el caso que conmocionó a toda España reconocen que en las primeras semanas se cometieron errores periciales que alargaron su instrucción y resolución

La finca maldita de Las Quemadillas, vendida

(Video) Diez años del crimen de Ruth y José que horrorizó a España

Antonio Montes

D.Delgado / F.J. Poyato / P.G.-Baquero

«Desaparecen dos hermanos de 2 y 6 años mientras jugaban en un parque de Córdoba». Diez años han pasado del inquietante titular que, sin saberlo entonces, sería el primero de muchos, en una tortousa y perturbadora búsqueda que finalizaría en tragedia.

Una década ha transcurrido, pero todavía hoy no es difícil estremecerse al escuchar el nombre de José Bretón , el parricida de Córdoba que asesinó a sus dos hijos para vengarse de su exmujer, Ruth Ortiz , quien había decidido romper la relación. Quien ahora vive tras los barrotes de prisión planificó con minuciosidad el terrible crimen en septiembre de 2011, cuando Ortiz le comunicó que lo dejaba. Fue entonces cuando se ganaría un apodo que le acompañará toda su vida, el ‘monstruo de Las Quemadillas’ .

La sentencia del caso, por el que fue condenado a 40 años de prisión por el doble asesinato de sus vástagos con agravante de grado de parentesco, consideró probado que Bretón eligió la finca de sus padres, sita en el polígono de Las Quemadas, para dar muerte a los niños, Ruth y José, de 6 y 2 años. La fecha, el 8 de octubre , aprovechando que ese fin de semana estaría con los pequeños.

Para ello, comenzó los ‘preparativos’ del delito: el 29 de septiembre compró Orfidal y Motivan (que su psiquiatra le había recetado recientemente) para, una vez llegado el momento, poder adormecer e incluso matar a los pequeños.

Asimismo, para hacer desaparecer los cuerpos de sus hijos, entre el 15 de septiembre y el 7 de octubre de 2011, Bretón hizo acopio de leña en la parcela (250 kilos) y adquirió combustible (gasóleo) en grandes cantidades (más de 271 litros).

La coartada estaba ya en su cabeza: fingiría que se habrían perdido en el parque Cruz Conde ; para no dejar ‘flecos sueltos’, hizo hasta un experimento la mañana del 6 de octubre con sus sobrinos, dejándolos solos unos momentos cuando los llevaba al colegio, con el objetivo de conocer su reacción.

El día 8 de octubre, pasadas las 13.30 horas, Bretón se dirigió con Ruth y José a la finca de Las Quemadillas. Durante el trayecto o al llegar, suministró a los pequeños los tranquilizantes para adormecerlos o matarlos (este extremo no pudo ser verificado).

Después, preparó una especie de pira funeraria entre varios naranjos de la parcela donde colocó los cuerpos de los niños (sin que pueda determinarse si estaban vivos o no), junto a una mesa metálica y prendió una gran hoguera, que llegó a alcanzar temperaturas de hasta 1.200 grados centígrados , logrando un efecto similar a un horno crematorio.

Seis horas después de denunciar la desaparición y a los pies de la hoguera, Bretón pidió a uno de los investigadores que lo detuviera «ya». Eso fue lo que se hizo, pero el parricida no firmó ninguna declaración reconociendo el crimen y siguió defendiendo que los niños habían desaparecido.

En el interior de la finca, los indicios hallados hacían pensar lo peor. Los agentes encontraron las dos cajas de tranquilizantes vacías , los restos aún humentes de la fogata y unos huesos entre los rescoldos.

Sin embargo, el informe elaborado el 11 de noviembre por la Comisaría General de la Policía Científica de Madrid, cuya agente número 161, Josefina Lamas , médico y experta también en Antropología, había rubricado el 11 de noviembre, era tajante: no eran los niños, sino pequeños roedores y otros animales.

El caso cambia de manos

A los pocos días de que la experta hiciera el análisis de los huesos, la cumbre de altos mandos de Interior decidió retirar del caso al comisario Piedrabuena , por entonces responsable de la Policía Judicial en la Jefatura Superior de Sevilla, quien se había desplazado desde la capital andaluza a Córdoba para intervenir en las pesquisas. Piedrabuena fue el responsable del caso Marta del Castillo , y aunque se consiguió detener a los supuestos autores del crimen, el cuerpo de la menor sigue sin aparecer.

Por ello, la investigación pasó a manos de la Unidad central de Delincuencia Especializada y Violenta de la Policía Nacional (UDEV), con el comisario Serafín Castro a la cabeza.

Diez meses después, el caso daría, por pura casualidad, el giro que permitiría cerrarlo. Hasta entonces, los rastreos se habían centrado en la parcela, pese al informe de los huesos hallados. Los agentes estaban convencidos de que los cuerpos de Ruth y José tenían que estar en esa finca, y no cejaron en su empeño utilizando todos los medios y unidades disponibles.

Entonces, entró en escena Francisco Etxeberría , médico forense especialista en antropología. Su amigo Luis Avial , geólogo experto en el rastreo de restos humanos que había peinado de cabo a rabo la finca de Las Quemadillas, enseñó al médico vasco las imágenes termográficas que había tomado en la finca.

Al famoso forense que hizo la autopsia del presidente chileno Salvador Allende y había intervenido en una veintena de atentados de ETA no le quedó la menor duda, al ver el punto exacto de la hoguera: «Ese hombre ha hecho un horno ahí, Luis. Lo que estáis buscando está delante de vosotros. Aquí hay mucho tomate», sentenció.

Hoy en día, Etxeberría recuerda como si fuera ayer aquel 17 de julio de 2012. «Tras intensas búsquedas, los niños no aparecían. Muchos especialistas investigando el caso y sin ver ninguna salida a las hipótesis planteadas. Esto pasa muchas veces en la investigación policial y por eso no todo se resuelve satisfactoriamente, pero en este caso al recibir los primeros datos concretos sobre los hechos, pude percatarme de que había algunos errores de tipo pericial », apunta Etxeberría.

Hipótesis falsas

Las claves, para este experto fueron dos: en primer lugar que en la hoguera se había quemado ropa de una mujer, según aseveró Bretón, «y sin embargo no aparecían ni botones ni enganches metálicos entre las cenizas. Por eso esta hipótesis para la hoguera no valía », señala el forense. En segundo lugar, que los huesecillos incinerados eran de animales pequeños, «aunque en realidad algunas formas anatómicas recordaban a los humanos no maduros , es decir, infantiles».

El error de Lamas pudo ocurrir, al parecer de Etxeberría, por « falta de experiencia de la perito en el análisis de muestras tan degradadas. No es ‘fácil’ equivocarse, pero lo que nos puede pasar a todos es que “los ojos no vean nada más que aquello que ya conocen, y si no encuentran lo que buscan, dicen que no hay nada”. Esta frase es muy propia de las ciencias forenses».

Una narración «increíble»

El profesor de Medicina legal en la Universidad del País Vasco es rotundo:«En este caso no había ninguna otra dificultad si diferenciamos la ‘descripción’ de la ‘interpretación’. Y en la observación de los huesos quemados no existía ninguna otra alternativa: su morfología era humana fuera de toda duda ».

Etxeberría validó con su informe la hipótesis de los investigadores, «pero no debe obviarse que sin una brillante indagación por parte de la Policía Judicial, probablemente Bretón estaría hoy libre de cargos . Estuvo en prisión preventiva casi un año y fue por los indicios más que sólidos presentados por los investigadores. Los numerosos recursos no lograron desvirtuar ni estos indicios ni el auto de prisión del magistrado Rodríguez Lainz». Así lo considera el inspector jefe Martín Cañizal , encargado del grupo de Homicidios de Córdoba en el caso Bretón.

«La actitud del padre fue despejando muchas dudas, aunque con este tipo de personas ya sabes que no van a colaborar lo más mínimo y esa fue la máxima dificultad. Nunca creímos su versión. La narración de los hechos que contaba era increíble», recuerda. Por eso, «el trabajo de los agentes se planteó como una lucha de mentes ».

La investigación fue, sobre todo, técnica. Según el inspector jefe Martín Cañizal, «este tipo de investigaciones son completamente objetivas, no caben interpretaciones . La casa de Las Quemadillas nos ofreció los indicios más potentes: una hoguera de grandes dimensiones y unos restos óseos en su interior. Eso, a priori, cerraba el círculo y resolvía la ecuación», asevera.

Fuentes judiciales que intervinieron en el caso aseguran, diez años después, que «estaba claro desde el minuto uno que José Bretón había matado a sus hijos. Al llegar a juicio no había duda de que iba a ser declarado culpable ».

Dudas con la cadena de custodia

Sin embargo, para los letrados defensores del acusado, hoy en día sigue habiendo ‘flecos sueltos’. Según Baldomero Sánchez de Puerta , quien ayudó a su padre, José María, con el caso, «seguimos pensando que se rompió la cadena de custodia con los huesos».

«Nos quedamos atónitos con el informe del doctor Etxeberría que contradecía al de la señora Lamas, una antropóloga muy laureada. No podemos entender, como abogados defensores, que diez meses después del peritaje policial que aseguraba que los restos eran de animales, llegara otro afirmando que eran humanos. Pensamos que no eran los mismos huesos», indica Sánchez de Puerta.

Bretón sigue lasexplicaciones del prorfesor Etxebarría con los huesos hallados en la hoguera tapados en el juicio

El caso «lo vimos como un reto y parecía que tenía mucha defensa, pero conforme se fueron sucediendo los hechos nos vimos cada vez más acorralados por los indicios de los contrarios», recuerda el letrado.

Del suicidio a ordenanza en la cárcel

Bretón no llegó a ‘abrirse’ a sus abogados; según estos, siempre negó el crimen. Y es ahora, diez años después, cuando « ha asumino lo que hizo », señalan fuentes próximas al condenado. Recientemente, en un hermético taller terapéutico con algunos de los peores criminales del país que comparten cárcel con él, admitió los hechos.

El ‘monstruo de Las Quemadillas’ ha pasado ya por cuatro cárceles y ha protagonizado varios intentos de suicidio . Ahora está en la prisión de Herrera de la Mancha (Ciudad Real) donde no ha vuelto a tener problemas y cumple la función de ordenanza. M antiene un comportamiento «correcto» .

Pero apenas tiene contacto con otros reclusos. Fuentes de la cárcel manchega apuntan que «con la mirada perdida, está casi siempre solo, sentado, esperando instrucciones . Quién sabe lo que pasará por su cabeza». Lleva diez años en prisión, en un segundo grado que aún no le ha permitido tener un permiso extracarcelario. Ruth Ortiz , su exmujer, intenta rehacer su vida en Huelva. No ha querido contestar a las preguntas de ABC y apenas tiene intervenciones públicas cada vez que la tragedia se repite en algún otro punto de España.

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