CULTURA
Ernesto Pérez Donaz, un egabrense en el origen del cómic español
El artista fue un pionero de las historietas a inicios del siglo XX gracias a su trabajo en revistas como «TBO» o «Pulgarcito»
En la Cabra decimonónica, apenas meses después de iniciarse el reinado de Alfonso XII, vino al mundo en 1875 Ernesto Pérez Donaz , nacido solo un año después de Julio Romero de Torres e integrante de esa Edad de Plata de la cultura española a la que también pertenecieron artistas de la provincia como el montillano Garnelo , el prieguense Lozano Sidro o los cordobeses Muñoz Lucena o García Guijo . En la calle de Priego número 17 de la ciudad de la Subbética vivía la familia de este futuro ilustrador y allí residieron durante hasta que su padre, impresor de profesión, emigró con la familia a Madrid.
Se perdió en ese instante el rastro de Donaz en su municipio natal, pero también a partir de ahí comenzó a forjarse su leyenda como pionero del cómic español , como hombre que se dejó los ojos y las manos en aquellas publicaciones ilustradas y en aquellas primeras tiras cómicas que causaban furor en la España de las primeras décadas del XX. Hoy, décadas después de su muerte en Barcelona, esa memoria al fin se encuentra ya recuperada y, desde este mismo año, una placa recuerda al artista en la fachada del domicilio en el que se residía su familia en Cabra . Detrás de esa labor y esa restitución se encuentran el Ayuntamiento egabrense, la Biblioteca Municipal y la la editorial Taula.
Este sello fue el encargado de publicar en 2017 la biografía del dibujante, titulada « Donaz, un egabrense pionero de la historieta » y escrita por Dionisio Platel y Joaquín Campo. Lo presentan como un hombre de pequeña estatura, que se salvó de la mili por medir poco más de 1,50 , y relacionado con el papel y la tinta desde la niñez debido al oficio de su padre. Su primera vocación estuvo en la pintura ordinaria, pues tras cursar estudios en el madrileño Instituto del Cardenal Cisneros, en la calle de San Bernardo, en Malasaña, se dedicó al caballete clásico. Hay constancia de su participación en la historia de las Exposiciones Nacionales , que se venían celebrando desde el primer tercio del XIX y que era el lugar en el que los jóvenes pintores velaban armas en busca de la celebridad. Donaz, con algo más de 20 años, envió algunas obras a estos concursos, en las postrimerías del siglo y al igual que hiciesen otros muchos artistas cordobeses. Recibió una mención, pero ni siquiera eso le hizo decantarse por la pintura en su sentido clásico.
La época demandaba otros perfiles artísticos y ahí es donde encajó Donaz. Hablamos de los años en los que la cultura popular comenzaba a hacerse fuerte gracias al impacto de los medios de masas, por lo que se tornaban muy populares las publicaciones periódicas . En ese Madrid repleto de tertulias, bohemios y rotativos de vida intensa y a menudo breve, ese mismo Madrid entre poblachón y gran urbe fue en el que comenzó a abrirse camino Donaz, aunque no fue el suyo el perfil de un bohemio. Bien al contrario, las dos imágenes que han quedado de él lo retratan como hombre elegantón, atildado, de profuso bigote con altas guías. Los testimonios biográficos hablan también de un tipo muy trabajador y religioso, que dedicó algunos de sus esfuerzos a defender a las congregaciones frente a los ataques anticlericales de un momento en el que ya comenzaban a apreciarse las tensiones que acabaría confluyendo en la Guerra Civil del 36. El artista participó en esos años en publicaciones ilustradas del momento como « Madrid cómico », « Monos » o « La vida galante ».
En 1915, decidió cambiar su residencia de Madrid a Barcelona. La capital catalana iba a ser en los años siguientes y hasta nuestros días el centro del mundo editorial español y también de la historieta, un género que ya vivía una etapa brillante en Estados Unidos. Donaz comenzó a colaborar en numerosos medios desde su llegada a la Ciudad Condal, como es el caso de la pionera aunque efímera « Dominguín ». Aunque en un principio se mantuvo en ilustraciones para relatos y revistas de adultos, pronto comenzó a aparecer en los primeros cómic infantiles del periodo. Alternó a lo largo de su carrera el dibujo serio con el dibujo humorístico e infantil , lo que hizo que adaptase su estilo a las diferentes necesidades. Pese a que nunca fue un dibujante especialmente dotado, sí que logró innovar en la evolución del cómic, ya que en sus obras fue prescindiendo de los textos descriptivos para que el propio dibujo tuviese un carácter narrativo mayor y más natural.
De sus años de Barcelona, a Donaz se le recuerda porque fue el dibujante que se trabajó en completa soledad en el primer número de la revista « TBO », una de las fundacionales del género en España y tan decisiva que gracias a ella se popularizó el término «tebeo». Aquella gesta pionera tuvo lugar en el año 1917, en el mes de marzo, y fue la confluencia de Donaz, que ya venía trabajando en varias publicaciones, y Joaquín Arqués, un tipo inquieto que escribió los textos y fue el primer impulsor de aquella revista inolvidable. «TBO», que siempre optó por el humor blanco dedicado al público infantil y juvenil , se seguiría editando hasta finales del siglo XX. No sería Donaz un habitual de la publicación en los años siguientes. Su carrera se ligó por contra en la última etapa de su vida a uno de los grandes editores de la España del siglo XX, Joan Bruguera Teixidó, que acabaría dando nombre a la mítica editorial Bruguera, casa madre de cómic españoles históricos como « Mortadelo y Filemón » o « Zipi y Zape ». El sello de Bruguera se llamaba aún El Gato Negro y fue el impulsor de numerosas obras. Es el caso de clásicos juveniles como « Pulgarcito », de varias colecciones de cromos que el diseñó y de adaptaciones gráficas de textos literarios como la realizada sobre «Las mil y una noches».
La labor de Donaz prosiguió hasta su muerte, en sus últimos años en revistas del grupo editorial Hymsa como « Lecturas » o « Algo ». El fallecimiento del artista egabrense tuvo lugar finalmente en 1938, en plena guerra civil, por lo que su nombre quedó asociado con claridad a los movimientos del cómic de los años de preguerra. Tras el conflicto, su estilo resultó sin embargo una gran influencia , pues según explican sus biógrafos muchos de los creadores de cómic que fueron aparecieron en la postguerra y durante el franquismo se había criado en el periodo alfonsino, devorando clásicos como «TBO» o «Pulgarcito» y aprendiendo allí muchas de las técnicas de Donaz.
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