Coronavirus en Córdoba
La epidemia que obligó en Córdoba a tapiar calles con sus vecinos dentro
En septiembre de 1804 se desató una plaga de fiebre amarilla en San Pedro y San Andrés que acabó con 1.500 personas
![Iglesia de San Pedro](https://s3.abcstatics.com/media/andalucia/2020/03/21/s/iglesia-sanpedro-cordoba-k1LD--1248x698@abc.jpg)
Las autoridades de antaño no se andaban con chiquitas. No se les ocurría, en una situación como la que ahora estamos viviendo, permitir a nadie, no ya salir a pasear al perro, ni siquiera ir a comprar el pan. Si estabas en la zona cero , en la «madre», como dicen los monteros, tu suerte estaba echada y no te quedaba otra que rezar.
El coronavirus no es la primera, ni será la última crisis vírica y sanitaría que mermará y afectará a buena parte de la población, aunque por suerte, parece que tampoco va a ser la más letal. Por epidemias parecidas, Córdoba ha padecido mucho a lo largo de su historia. La peste se cebó varias veces con la ciudad desde la antigüedad; especialmente virulentos y mortíferos fueron los brotes de 1648 y 1652, causando al menos la muerte a la mitad de la población.
Recordemos que este tipo de infecciones y epidemias fueron las responsables de que hoy tengamos por custodio y protector de Córdoba a San Rafael . Su imagen, desde que se apareció al padre Roelas a finales del siglo XVI, ha sido procesionada por las calles de la ciudad cada vez que se producía alguna crisis sanitaria.
Lo cierto es que de todo estos males ya nos habíamos olvidado. Creíamos que con los avances médicos y con extendida higiene personal, la peste y demás infecciones solo existían en los libros de historia. Ni siquiera recordábamos la llamada gripe española , pandemia que pese a su nombre, surge en las trincheras de la I Guerra Mundial en Europa, causando varios millones muertos en todo el Mundo.
La fiebre amarilla de 1804
Pero un siglo antes hubo en Córdoba otra gran alerta sanitaria por una infección vírica. Cayó sobre nuestra ciudad en 1804; era la llamada fiebre amarilla , pues éste era el color que adquirían los cuerpos de los que enfermaban. También conocida como el vómito negro, esta enfermedad procedía de Suramérica y entra a España por el puerto de Málaga en 1803, siendo los mosquitos y sus larvas los agentes trasmisores.
Fue a principios del mes de septiembre de 1804 cuando se detecta el primer caso en un punto concreto de la ciudad, situado entre los barrios de San Andrés y San Pedro . El foco de la infección se localiza en una familia que vivía en una casa de la calle Armonas, actual Gutiérrez de los Ríos. Al parecer, el virus pudo entrar junto a cierto cargamento que habían recibido de lino, materia prima utilizada por muchas familias de la Axerquía cordobesa que se dedicaban a la industria textil.
Como comentaba anteriormente, las autoridades de Córdoba de aquel momento, con su alcalde Agustín Guajardo Fajardo a la cabeza, no se anduvieron con chiquitas y buena parte del barrio de San Pedro fue aislado del resto de la ciudad «a cal y canto» literalmente. Los trabajadores municipales, acompañados de alguaciles, acudieron a la «madre», a los focos de infección, y con ladrillos, cal y cantos rodados del río tapiaron los accesos a ciertas vías públicas, levantando muros y dejando dentro a los desgraciados vecinos. Muchos de aquellos estaban ya moribundos, otros con síntomas, pero muchos otros aún estaban completamente sanos. ¡Qué situación!
Esta medida tan radical afectó a los vecinos de la calle Armonas, calle de la Palma, Alcántara, Huerto de San Andrés y Pedro López. No conozco si se extendió a alguna otra más. Hacía las veces de frontera o cordón sanitario de este foco infeccioso el Realejo de San Andrés , la plaza de San Pedro y la de la Almagra.
Así pues, los vecinos de dichas calles quedaron confinados en sus hogares, sin más que hacer que realizar plegarias y pedir un milagro. Recibían ayuda del pueblo de Córdoba y de sus autoridades, que les arrojaban desde el exterior pan y otros alimentos de primera necesidad. Por lo tanto, aquella parte del barrio de San Pedro y parte del de San Andrés, de la noche a la mañana, quedó convertida en un auténtico gueto.
Por otro lado, como medida complementaria , todas las puertas de la ciudad fueron cerradas, a excepción de la Puerta del Rincón y de la Puerta Nueva. En ambas entradas a la Ciudad, el paso era controlado por alguaciles y por un médico que reconocía a los transeúntes. El galeno enviaba a los que padecían síntomas a ciertos lugares apartados y a conventos situados extramuros, como el de San Cayetano o el de San Francisco de la Arruzafa .
El pánico
Por todo ello, por muy difícil, incómoda y desagradable que sea nuestra actual situación de confinamiento, nada que ver con la que sufrieron nuestros ascendientes hace algo más de 200 años. Todos serían presa de un pánico incontrolable , especialmente los aislados, que se contagiaban entre ellos y morían de forma inexorable. Pero también el resto de la población, temerosa de correr la misma suerte, y pensando que cualquier día sus calles y sus barrios enteros también podrían ser cerrados a «cal y canto».
A Dios gracias, aquella medida tan drástica y salvaje que tomó el Ayuntamiento y su alcalde fue muy eficaz: Para mediados del mes de noviembre se declaró extinguido el brote, celebrándose con gran júbilo por la población esta noticia.
Pero cuando por fin se pudieron reabrir las calles afectadas , derribar los altos muros que las tapiaban, se mostró una realidad desoladora. En aquel corto periodo de tiempo de algo más de dos meses fallecieron más de 1.500 cordobeses . Cierto es que de no haberse adoptado aquella medida, quizá, habrían sido muchos más los muertos. Nunca lo sabremos.
De todo ello, una lectura positiva: nada nuevo bajo el sol , epidemias han existido y seguirán haciéndolo. Nuestros tatarabuelos lo superaron y nosotros también lo haremos. Es más, si ellos lo celebraron, nosotros saldremos en estampida a la calle, la tomaremos literalmente con nuestros hijos, familias y amigos. Recuperaremos los bares, las tiendas, los hoteles y todos los negocios en dos meses.
Quiero terminar diciendo que una vez que por el gobierno no se tomaron medidas contundentes para aislar a la «madre» del coronavirus , que todos sabemos dónde estaba, y que por cierto, sigue sin ser aislada, ya solo nos queda encomendarnos a San Rafael y unirnos al hastag de moda: #quedateencasa .
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