EL NORTE DEL SUR
Enma
La borrasca convierte la calle en un sitio intransitable con los árboles vencidos y las ventanas cimbreantes
![Un paraguas roto en una papelera en el Centro de Córdoba](https://s3.abcstatics.com/media/andalucia/2018/03/03/s/enma-cordoba-noticia-klvB--1240x698@abc.jpg)
Una joven que espera en Puerta Gallegos a que el semáforo del paso de peatones se ponga en verde para los viandantes lo dice con toda la razón de mundo, y no tanto como una queja sino como una apreciación basada en el sentido común: «Oye, ¿tú no te has preguntado nunca por qué a las tormentas les ponen siempre nombre de mujer?», pregunta. Su interlocutora no tarda en responderle: «Eso es que el meteorólogo está resentido con nosotras, vete a saber por qué». Es la hora de la sobremesa y Córdoba parece un lugar abandonado de la mano divina: la confluencia del Bulevar del Gran Capitán con Gondomar y Concepción está aún vallada por el desprendimiento, sobre las dos de la tarde, de parte de la fachada de San Nicolás y, desde entonces, el viento no se ha cansado de soplar, por momentos con una furia de cataclismo.
Los árboles altos de los jardines de La Victoria se curvan en una maniobra imposible y pocas veces vista, las banderas nacionales que cuelgan de los balcones ondean con un patriotismo climatológico y hasta la calle llega el zumbido del aire insolente abriéndose paso entre las ventanas y entre los cierres acristalados. Es de día pero no hay ni rastro del sol y a veces tampoco de lluvia: lo que la poca gente que camina por el Centro tiene ante sus ojos es un paisaje urbano casi desierto que escapa a la escala de las horas. Parece que Enma va a arrasar con todo. En una esquina de la calle Góngora un individuo corre hacia donde puede como si escapara de las llamas o de la garra de un animal asesino: estaba parado al cobijo mínimo de un portal tecleando en su teléfono móvil y de repente ha sentido el sonido agudo de una corriente fuerte de aire que ha tirado cuatro motocicletas al suelo y que ha dejado una papelera en el suelo, de modo que la basura se extiende a lo largo de la calle mezclada con hojas secas y con los cascotes de una maceta que se ha desprendido de un balcón. Cruz Conde, que aún se llama así, será peatonal mas no hay quien ande por ella. Un jubilado se resguarda en la entrada al edificio de Correos con la misma cara de desasosiego y de resignación que presentaría si no tuviera a nadie quien le escribiera: en una mano lleva un puro pequeño y aromático con la lumbre apagada y en la otra un mechero; «Nada, que no hay manera. Hoy es el día de dejar de fumar», masculla.
No hay quien dé crédito: apenas han caído cuatro gotas durante el otoño y el invierno y resulta que cuando la primavera está al alcance de la mano va y la cosa se pone fea. Muy fea. Como si Córdoba fuera una ciudad nórdica, el tránsito entre la tarde y la noche se queda en nada, porque el gris apagado y amenazante desemboca enseguida en una oscuridad cerrada y lúgubre, de tal manera que caminar por las calles estrechas del casco que van a dar a la plaza de Colón es a medianoche un ejercicio temerario, una aventura en la que los pasos valientes se exponen a que una racha de aire les descomponga el equilibrio. Enma, el nombre que los meteorólogos le han puesto a lo que está pasando, habita en cada esquina con su presencia esquiva y desafiante, con la traza de un mal que no tiene ninguna intención de desaparecer sin causar antes una desvastación que nadie olvide.