CULTURA

Eduardo Manzano: «Los califas de Córdoba no tenían poder absoluto; había muchos contrapoderes»

El profesor y escritor analiza la época más brillante de Al Ándalus en «La corte del califa»

Eduardo Manzano, durante la presentación de su libro en Córdoba Álvaro Carmona

Luis Miranda

Las palabras califa y califato no son exclusivas de Córdoba, pero remiten a ella, incluso cuando hablan de este tiempo, Eduardo Manzano , profesor de Historia Medieval, analiza esta etapa histórica en «La corte del califa» , publicado por Planeta de Libros, que ayer se presentó en la ciudad. Para empezar, ¿fue Córdoba la capital del mundo, como a veces se piensa en la ciudad? El historiador no es tan tajante. «Tanto no diría, pero sí es una de las ciudades más importantes del momento, con Constantinopla y Bagdad . Son extraordinariamente importantes no sólo por la cantidad de gente que vive en ellas, sino por ser focos de cultura y civilización», dice. Fue mérito de los omeyas , que implantaron «una estructura estatal muy bien organizada, muy centralizada, donde integraron recursos de todo Al-Ándalus ».

Al hablar del califato y de su poder hay que referirse a Medina Azahara , «el reflejo de la autoridad califal, en un palacio y una ciudad que se hace para satisfacer las necesidades del Estado». «De alguna manera lo que se encuentra es la representación de la administración del califato», resume. En su libro explica aspectos que no siempre se han tenido en cuenta, como que el poder del califa no es absoluto en esa sociedad, sino que hay contrapesos. «La comunidad musulmana, la opinión pública, actúa como contrapoder, y hay cosas que el califa simplemente no puede hacer. Y algunas de sus decisiones son objeto de crítica y discusión », según el autor. Y esto podía afectar mucho. Por eso tenían importancia los ulemas, los sabios de la ley musulmana, «que podían recriminar al califa de que su comportamiento no era acorde con los valores de la comunidad».

«Almanzor se embarcó en una política más agresiva con el norte y eso dejó exhausta la máquina del Estado»

El libro pasa por los distintos califas y los analiza. Abderramán III consolidó el califato y Alhakén II continuó su trabajo. «Al ser heredero ya antes tomaba decisiones junto con su padre, tuvo provincias a su cargo, y posiblemente supervisó muchos aspectos de la construcción de Medina Azahara», relata. Mantuvo una continuidad con su trabajo y con el esplendor del califato. Su política con los cristianos fue de contención y de reforzar los puntos fronterizos , pero fue distinta la de Almanzor , con el que fue terminando el califato.

«Se embarcó en una política mucho más agresiva contra el norte, con expediciones militares anuales, y mucho más rigorista, con la quema de la biblioteca de Alhakén II», cuenta. Almanzor «traiciona» la política del hijo de Abderramán III y eso dejará «exhausta» a la máquina estatal . ¿Fue un golpista? Según el profesor, no, pero sí que supo aprovechar a su favor y de las personas que lo apoyaban las luchas de poder que había en la corte. «Es una corte donde pasaban muchas cosas y se ventilaban muchos intereses cruzados , así que fue capaz de utilizarlo todo en su favor y se acabó haciendo con el poder gracias a que fue capaz de controlar al hijo de Alhakén, a Hixén II, al que convirtió prácticamente en una marioneta en sus manos», según su opinión.

Fue entonces el califato de Córdoba la representación de un estado muy avanzado, pero efímero , y eso le ha hecho perder algo de protagonismo en la historia, pero también porque «se piensa que después llegó la decadencia y no es verdad». «La época de los reinos de taifas fue muy brillante en lo económico y en lo cultural », según el profesor.

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