Francisco J. Poyato - PRETÉRITO IMPERFECTO
La duda
Seamos justos, pues nuestro Ayuntamiento avanza; ha evolucionado de la negativa sistemática a la duda estable
No podemos negar que la duda es el principio de la sabiduría. El sabor de un precioso bolero. O como dijo Borges, «uno de los nombres de la inteligencia». Pero la duda permanente nos engatusa e induce a pensar que va contra la razón más elemental del ser humano: el sentido común. El «tripartito cogobernado» del Ayuntamiento de Córdoba ha pasado del estado negativo al modo semitemplado. El más indefinido. «Ni frío ni calor», que dijera el castizo sobre los cero grados en Córdoba. Simuladas las fronteras del tiempo inicial con la herencia del PP, toca labrar el camino propio, aunque parezca que la ruta del sendero sigue el pasado hilo conductor. Primero la cacharrería, el estruendo ideológico, la verdulería 2.0, la épica de la sectaria gestualidad, la marca del territorio cual pizpireto gorrión ante la humilde migaja... Y, luego, la transmutación. Lo que antes no valía y representaba el modelo sordo que no escuchaba a las personas; que era como el agua (insípido e incoloro) y tenía alma de contable, torna ahora en una cierta musiquilla que no chirría a oídos de rectores capitulares, en permanente construcción y deconstrucción. Más vale tarde... que tarde.
La duda. A fuer de dudar tanto se acaba alcanzando alguna certeza. No lo descarten. Porque nuestra alcaldesa doña María Isabel Ambrosio y su «alter ego» en las escenas peligrosas, Pedro García, transitan por la duda. Viven al filo de la navaja de la diatriba shakesperiana. Gestionan con la yenka de fondo: izquierda-izquierda, derecha-derecha, delante-detrás, un, dos, tres... y al mismo punto de partida. Pero es una yenka shakesperiana. Una simulación del movimiento llena de poesía. Y deshojan la margarita de la inconcreción mientras el tiempo pasa encaramado a la melancolía de la lira y los días que ya no volverán. Mientras nuestra querida alcaldesa duda entre salir o entrar, estar o no estar, votar o no votar..., ser o no ser, su «extra» ha de discriminar qué peligros son los que chapoteará en esta ocasión y qué fuegos va a prender sin más dilación con su pasión desenfrenada, a la par que intenta hacerse con el papel estelar en la escena cumbre y el guión semiperfecto. Y es que hasta los celos se alimentan de la duda.
Admitamos nuestra desconfianza, porque, cómo podemos cuestionar ahora que no hay nada más innovador y científico que un parque comercial en un parque tecnológico. Qué energía nos ha podido empujar hasta dudar de que más vale cercanías volando que metrotrén en mano. O qué nos ha impedido ver con nitidez que donde se ponga un parque en barbecho, hijo de velódromos en el aire, se quiten las ciudades deportivas . La duda nos confunde. No hay puertas cerradas para dejar pasar carreras oficiales ni empresa que se resista a un proyecto de ciudad tan estratégico como éste. Qué bello sería alimentar a las cementeras de dudas...
Y ante la duda, una comisión del movimiento ciudadano, que no de Ciudadanos, justo cuando a José Luis Vilches le ha dado por el paternalismo y los besos de hada en la mejilla de los presupuestos municipales. También Vilches duda, y por eso alcanza certezas de que llegará ese día que todos estamos esperando. Hasta servidor tiene sus dudas sobre esta duda que nos está envolviendo como una nubecilla en el cerebro. Seamos justos, pues, y reconozcamos que nuestro Ayuntamiento avanza. Cuando la realidad se impone, no debemos escudarnos en críticas insustanciales. Evolucionar de la negativa sistemática a la duda estable permite abrir horizontes de ilusión jamás conocidos hasta hoy en las Redacciones. Es el comentario en la calle y en el acero inoxidable de los bares. Los proyectos están empezando a caer en la mesa y no nos estamos percatando de ello. Porque la duda es la madre del descubrimiento.
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