RELIGIÓN

Doscientos cincuenta comensales abren el I Congreso de Cocina Conventual

Pablo García Baena destacó en su presentación los tradicionales olores de conventos que despiertan la memoria

Inauguración del I Congreso de Cocina Conventual Valerio Merino

R. C. M.

« Platos pobres, de caridad », según la académica gastronómica Almudena Villegas, pero caracterizados por sus «olores de santidad», en términos del poeta Pablo García Baena. Frases como éstas y la presencia de personalidades relevancia como Villegas o García Baena, además del obispo, Demetrio Fernández , fueron algunos de los ingredientes que estuvieron presentes ayer en la apertura del I Congreso de Cocina Conventual , un encuentro con mucho sabor e historia que se inició de «manera solidaria». Lo hizo a través de una cena de gala benéfica y cuya recaudación irá a parar a los conventos de Córdoba, como explicó Juan Ramos, representante de la empresa organizadora, Tierra Creativa.

La cena, con un menú conventual a base de almendras, nueces, ajo blanco, corvina y tocino de cielo en los postres, congregó a 250 personas. Entre ellos, el prelado, la académica y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1984. Los tres dedicaron unas palabras a la cocina conventual y coincidieron en su destacado papel. Monseñor Fernández puso el acento en varios aspectos. Resaltó el hecho investigador al señalar que «seguro que de este encuentro saldrán muchas recetas » y destacó que «no hay alimentos prohibidos» en la religión cristiana, «sólo momentos de abstinencia y regulación» en fiestas especiales. No pudo evitar hablar de platos que seguro que le traen buenos recuerdos: «torrijas, roscos de San Blas y pestiños».

García Baena aportó su exquisito verbo a este encuentro de apertura. Quiso trasladar a los asistentes, a través de sus palabras, a «patio de entrada de algunos de los conventos cordobeses de monjas». Se detuvo en los aromas «a madreselva y jazmín», así como «en el olor colonial de canelas y vainillas fragantes , sobre todo si estamos en los días navideños». Subrayó la «mano de Dios» como «aderezo» y no paso por alto los platos que deja el santoral: «rosquillas de San Blas, garbanzos de viernes, tortillitas de San José, panecillos de San Antonio, gachas de Todos los Santos, polvorón de Ánimas », enumeró el poeta cordobés.

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