Misterios de la arqueología
¿Dónde está la tumba de los califas omeyas de Córdoba?
La teoría más reciente sitúa la «rawda» o panteón real bajo el seminario de San Pelagio
Los musulmanes, durante la época del Califato de Córdoba , no gustaban enterrar a sus fallecidos en el interior de la ciudad, como tampoco lo hacen los cristianos. Las necrópolis , ahora y entonces, solían ubicarse extramuros para que los muertos no molestasen a los vivos.
Pero había excepciones. Las familias reales preferían tener a sus ancestros cerc a, como un símbolo de legitimidad del poder y relación con el pasado y las tradiciones. Son conocidos los panteones de monarcas cristianos o las tumbas de personajes ilustres; los califas cordobeses no eran menos fervorosos y también disponían de su propio mausoleo exclusivo para los Omeyas. Se llamaba «rawda» y aún permanece bajo el suelo de la ciudad, esperando a ser descubierta.
No se sabe con precisión dónde estaba el panteón de los Omeyas , ya que nunca han aparecido restos arqueológicos indubitables. Pero debía estar muy cerca de la Mezquita, dentro de los muros del alcázar califal . La primera referencia histórica a la tumba real procede de una crónica de Al-Maqqari sobre la visita a Córdoba de Ordoño IV , rey depuesto de León, en 962, tal como recoge el arqueólogo Alberto Montejo en un artículo sobre la posible ubicación de la «rawda» publicado en 2006 en la revista 'Anales de arqueología cordobesa'.
Crónicas históricas
Ordoño acudió a Córdoba para suplicar el apoyo del califa Alhakén II en su pugna para recuperar el trono de León -que, dicho sea de paso, nunca consiguió-. Camino de Medina Azahara, donde entonces se ubicaba la corte califal, tuvo que pasar por delante del alcázar, pero sin entrar en él. Ordoño, quizás deseoso de caer bien a sus anfitriones, preguntó allí por la tumba de Abderramán I, fundador del emirato independiente de Córdoba enterrado hacía dos siglos.
Los asistentes le indicaron que su sepultura se encontraba al otro lado de los muros del alcázar, en la «rawda» . Ordoño se descubrió y se inclinó para mostrar sus respetos antes de seguir su camino. Así lo indica el relato de Al-Maqqari, que puede ser un tanto fantasioso si tenemos en cuenta que lo escribió casi 600 años después de aquellos hechos, basándose a su vez en una crónica de Ibn Hayyan , quien sí fue un historiador coetáneo de los Omeyas del siglo X.
La «rawda» estaría ubicada justo bajo la zona más occidental del actual seminario de San Pelagio
Sea como sea, tiene lógica que la tumba real estuviera dentro del Alcázar. Y de ese edificio sí que se conoce su ubicación en la Córdoba actual gracias a los restos arqueológicos. En su análisis de hace 15 años, Montejo le otorga una extensión ligeramente superior a la de la Mezquita-Catedral, con el patio de los naranjos incluido. Se hallaba frente a la fachada occidental del templo , bajo lo que hoy es el Palacio Episcopal, la casa sacerdotal, los jardines exteriores del Alcázar cristiano -y gran parte de éste-, así como toda la palza de los Santos Mártires, incluyendo -cómo no- los Baños Califales que aún se conservan.
Pero el arqueólogo cordobés va más allá y plantea la hipótesis de que la «rawda» estaría ubicada justo bajo la zona más occidental del actual seminario de San Pelagio . Su tesis se apoya en un hallazgo arqueológico casual para el que hay que remontarse a mediados del siglo XIX.
Hallazgos casuales y una lápida
En 1857, durante la ampliación del seminario conciliar hacia las actuales calles Santa Teresa Jornet, Amador de los Ríos y plaza de los Santos Mártires, aparecieron unos restos arqueológicos que de inmediato se atribuyeron al alcázar califal . Sin apenas publicidad, aquellos hallazgos fueron donados pocos años después por el Obispado al recién creado Museo Arqueológico Nacional , que andaba buscando por todo el país piezas para articular una colección sobre la historia de España.
Había entre aquellos restos (18 en total) basas, capiteles y mármoles tanto andalusíes como de clara inspiración bizantina , así como atauriques vegetales y geométricos. Pero lo que llamó la atención de Montejo fue un pequeño fragmento de mármol blanco datado en la segunda mitad del siglo X con una inscripción en relieve con caracteres cúficos , que había pasado desapercibida hasta entonces. Son sólo tres líneas que rezan así: «... Sobre ella... con ella».
A mediados del siglo XIX apareció una inscripción funeraria: «... Sobre ella... con ella»
Para Montejo, no hay dudas que de lo que aquello significaba. En su artículo relata que esas sencillas palabras esconden « una fórmula funeraria habitual y está dedicada a un personaje femenino». Lo que había aparecido bajo el seminario, dentro de los muros de lo que fue el alcázar califal, era una tumba . Si se trata del reposo de la familia real Omeya u otra cosa, es algo que tendrán que determinar estudios arqueológicos que nunca se han hecho.
Sólo en 1962 otro arqueólogo cordobés, Rafael Castejón , buscó a conciencia las tumbas de emires y califas en unas catas en una zona próxima, los jardines del Palacio Episcopal que hoy pertenecen a la Biblioteca Pública Provincial. Apareció un galería que debió estar entablada, pero ni rastro de la «rawda» , que Castejón creiá que debía estar más al sur. Justo donde Montejo plantea su ubicación. Desde entonces no se han hecho más intentos de localizar las tumbas de los Omeyas.
Alberto Montejo concluye en su artículo que todo lo aflorado en el entorno de la ampliación del edificio conciliar muestra «claramente un ambiente edficatorio de carácter áulico» . Su tesis es que la «rawda» construida por Abderramán III fuera «una remodelación del antiguo cementerio dinástico y que lo encontrado en el seminario fueran sus vestigios ».
La profanación
El arqueólogo confiesa que no espera que aparezcan esos restos , al menos a corto o medio plazo. Desde su artículo de 2006 no ha habido ningún interés por la «rawda» y «mientras que no se excave va a ser difícil que haya avances, salvo que se excave en otro sitio y aparezcan las tumbas allí», afirma.
Eso parece poco probable. En conversación con ABC Montejo recuerda que casi con seguridad las tumbas de los Omeyas fueron profanadas durante la «fitna» (revuelta) de Al-Andalus que sepultó no sólo la dinastía, sino también el propio Califato a principios del siglo XI. «Los Omeyas ya tenían mala prensa para entonces», describe.
Quizás las multidudes profanaron el sepulcro Omeya no sólo como gesto político, sino buscando cualquier objeto de valor . No debieron encontrar nada puesto que el rito islámico para las inhumaciones es muy sencillo; entierran a sus muertos con el sudario y poco más . Nada de eso ha podido sobrevivir hasta nuestros días, pero sí, con suerte, aparezcan las inscripciones funerarias labradas en piedra que revelen dónde están los últimos Omeyas.
Noticias relacionadas