LITERATURA
Doce poemas de autores de Córdoba para celebrar el Día Internacional de la Poesía
ABC Córdoba reúne textos de una docena de poetas cordobeses para celebrar el Día Internacional de este arte literario
El 21 de marzo se celebra el Día Internacional de la Poesía , coincidiendo con la llegada de la primavera, tal y como dictó la ONU en una resolución de 1999. Para celebrar esta fecha señalada, ABC Córdoba recopila doce textos de poetas con raíces cordobesas.
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1
Pablo García Baena
Pablo García Baena (1923-2018) fue uno de los fundadores de la revista « Cántico » y considerado hasta el final de sus días un maestro de poetas. En el siguiente poema, el autor, que celebró a través de sus letras los placeres mundanos pero también la tradición y el cristianismo, dibuja una escena erótica enclavada en un Viernes Santo.
«VIERNES SANTO»
Hace frío en los atrios esta noche,
ascuas de cobre sobre los braseros aviva la criada
y la helada ginebra enfría el labio.
Roberto Carlos baja tu voz desde el Brasil, oh cuerpo tuyo,
oh alma mía asómate al gallo, no,
no le conozco, a la mirada, no, no quiero ver,
sólo tu pecho entreabriendo rosa oscura
a la táctil araña de las manos.
Y está el Pretorio frío con el alba,
jaspes yertos, columna,
y desnudo, desnudo hasta la sangre,
nos desnudamos, rito, sobre el lecho, cordeles lacerantes
de los besos, caricias aprietan,
tiran, tinta la res del sacrificio,
soldados, carcajadas, extinguidas antorchas humeantes,
oh qué hambrienta vesania, brasas, bocas
ardiendo, crepitantes leños rojos,
la túnica de loco arrodillado busca,
ya no blanca, ni grana, ni violeta,
sí rígida por las costras,
por el rayo fulmíneo que derriba
y no apagues la luz quiero verte los ojos,
averigua quién te dio el golpe,
el mazo martillea los clavos en la fragua,
tafetanes ungiendo sacerdotal desdén,
y tú me quieres, vino nuevo embriagando mis venas,
arterias al ocaso como dalias,
no apartes este cáliz, esta hiel, está el campo
del alfarero ya comprado con las treinta monedas,
húmeda arcilla donde clavar alarias plateadas,
plateados placeres, marea embravecida y plateada
luna, tinieblas, rueda el dado ciego
y un vaho de hedor sube de los sepulcros,
pliega tus alas sobre mi carroña,
sobre mi carne viva,
suave buitre ígneo, rapaz tormenta deseada,
lluvia sangrienta empapa el monte oscuro,
la adarga, los arneses, fluye cárdena
sobre las blancas sábanas, los lienzos taponados de rubíes,
no caiga sobre mí la sangre de este justo,
pues sólo quise amarte.
2
Ángeles Mora
Ángeles Mora (Rute, 1956) cultiva la llamada Poesía de la Experiencia desde un yo poético femenino, intimista y sugerente. Su último poemario, «Ficciones para una autobiografía», le valió el Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Poesía.
«EL INFIERNO ESTÁ EN MÍ»
«Pasos de un peregrino son errante»
Góngora
El infierno no son aquellos otros
que siempre se quedaron lejos
de mi calor:
el infierno soy yo.
Mi nombre es el desierto donde vivo.
Mi destierro, el que me procuré.
No me he reconocido en este mundo
inhóspito,
tan ancho y tan ajeno.
Supe que mi equipaje, demasiado indeciso,
pronto me delataba: este mundo tampoco
se reconoce en mí.
Yo siempre estuve fuera,
en otra parte siempre.
Soy una extraña aquí.
Sólo tengo una fuerza, sólo un secreto acaso:
esta voz que me escribe,
el doble que me habita en el silencio.
Este otro, mi infierno,
el vértigo
que al despertar me empuja
a una huida sin fin.
Estos son sólo pasos
de un peregrino errante.
Los caminos
que no me pertenecen,
las palabras prestadas que los días
dejaron en mi oído.
3
Manuel Álvarez Ortega
El escritor y traductor Manuel Álvarez Ortega (Córdoba, 1923 – Madrid, 2014) es uno de los grandes nombres de la poesía cordobesa. Desde su fallecimiento, la Fundación que lleva su nombre se encarga de la conservación y difusión de su obra.
«'WEST END BLUES' EN LA NOCHE»
Concertado el trueno
y el relámpago,
¿cuál de estos rojos cometas,
lágrimas del litoral, sabría rehacer
la imagen de tu destierro?
¿Con qué materia
oída al fin la luna reveladora
de tu gracia, humo inmortal,
te sustentaría?
Y si tal fulgor consistiera
semejante traslación, aligerada
de súplicas la dársena que envuelve el alma,
¿acertaría a colocar tu vano corazón
en su sitio?
Hoy vuelves a mi casa: el piano,
los saxos y las trompetas huelen
el gas de las lámparas, el hollín de los años
escribe su verdad, oigo
tu cabeza apuntalada por los signos, el seno
abierto en medio de las fábulas
que conciertan las edades.
A punto de morir,
la noche en su oscuro hotel
se descalza, el mar es una libélula ciega
que quema los colores de sus alas,
conjuro el muelle, caz de tiza
el adarve.
Pero tú, Orfeo intemporal, tejes
las sedas para otro disfraz
más duradero, larva de un misterio mayor,
voz inhabitable.
Concédeme antes tu aliento,
dioscuro alucinante, haz
de esta hora una visitación que me deslumbre,
ceda el invierno su luto
imaginario, toque yo tu antigua dicha, cima
o nada.
Si no vale un viejo blues esta noche,
lejos del paraíso y sus lúcidas vírgenes,
grata me fuera la muerte.
4
Juana Castro
En los versos de Juana Castro (Villanueva de Córdoba, 1945) la mitología clásica o las referencias bíblicas se cruzan con la más humana (y, a veces, cruda) de las realidades y los recovecos de la identidad de la mujer, que nunca es una sino varias.
«MUJER MIRANDO AL SUR»
Mi abuela se sentaba al sol
esperando la muerte,
al sol vestida de luto con sesenta
años la sentaban
en la silla de anea
cada día a esperar
la muerte.
Siete hijos mi abuela pero
no conoció varón.
Cuando quise
preguntarle a mi madre mil pedazos
autistas me miraban sin verme.
Madre y virgen mi autista
rasgándose en el frío,
estudia hija estudia,
la mano el libro el chocolate
el cuerpo
el cuerpo las estrellas el bosque
las palabras el cuerpo
la película el vino la carne
del melón rajando mi garganta
relámpagos el zumo la sandía,
no se hace eso no se hace,
las siestas y las sábanas
mi secreto
pecado solitario.
La vela que en mi mesa
se agota y se deshace
también llega a su fin.
Pero el cuerpo, esta savia
venida de mi madre de mi abuela
me explota aquí en las sienes
en el sol y en la sangre
la granada
que es una y mil granadas
licuándose
calidoscopio azul mis dientes
el clítoris la luna la vagina
los limones candelas
ese tronco de encina quemándose
mi cuerpo
que no se apaga nunca
que no se acaba nunca
mi brindis
ese brindis de autista para siempre.
De aquellas.
Por aquellas que en mi vientre se estrenan
y en el cielo
rieron y reirán.
5
Joaquín Pérez Azaústre
Joaquín Pérez Azaústre (Córdoba, 1976) cultiva la novela y la poesía, pero es esta última la que le ha dado reconocimientos como el Premio Jaime Gil de Biedma en 2013 o el de la Fundación Loewe en 2006. En 2017 publicó «Poemas para ser leídos en un centro comercial».
«EL LABERINTO»
Ella estaba detrás del laberinto.
Lo supe al conocerla.
Aunque al principio, al relumbrar su cuello
en la puerta fugaz de aquel hotel
(creo que podía ser el Miguel Ángel,
y había un piano-bar), jamás me habría creído
que era posible entrar con tanta suerte
ni en ningún otro hotel, ni en cualquier otra parte.
Tenías que haberla visto. Tenías que habernos visto.
Era casi imposible imaginar
a dos seres tan frágiles,
con un fulgor tan raramente humano.
Y el brillo se quedó dentro del pecho,
como un tibio dolor del corazón.
Poco después moriste, pero ya pude ver
que había una hebra invisible, un deseo capilar,
en ti y en ella,
de no tener más freno que la muerte.
Y se lo dije entonces, quizá hasta un poco antes:
eres como un cachorro de león asustada.
Tú sólo tienes miedo de tener
ese miedo más grande que la vida.
Eres como un cachorro de león asustada,
porque un león no se rinde,
no cesa ni claudica,
se encrespa en la batalla,
apenas retrocede
y muere de un impulso o ruge y toma aliento
y vence a dentelladas.
Me gustaría decirte que fue fácil.
Me gustaría decirte que aún es fácil.
Pero ella está detrás del laberinto
y no hay salida fuera de sí misma:
es un hotel costero abandonado
donde todas las puertas nos llevan hasta el mar.
6
María Sánchez
La escritora y veterinaria cordobesa María Sánchez (Córdoba, 1989) se ha ganado el aplauso de público y crítica con su primer poemario, « Cuaderno de campo » (La Bella Varsovia, 2017), una reflexión desde la familia y la memoria en la que el mundo rural es mucho más que un simple escenario.
«II»
Algo así tiene que ser el hogar:
Oír fandangos mientras las ovejas van
tras sus corderos
Rebuscar con los dedos las raíces
Ofrecer a los tubérculos los tobillos
Convertir la voz en ternura
y en presa
Prometerme una y otra vez
que nunca escribiré en vano
un libro con las mismas manchas
7
Pablo García Casado
Pablo García Casado (Córdoba, 1972) recibió el Premio Ojo Crítico de Poesía por su primer poemario, «Las afueras». El también director de la Filmoteca de Andalucía ha publicado cinco libros de poesía y ha sido traducido al polaco.
«LAS AFUERAS»
por más que se extiendan las ciudades hasta juntarse
unas con otras por más desengaños que el sexo la muerte
o las oposiciones nos deparen quedarán siempre las afueras
la oscuridad de los polígonos industriales la ineficacia
el ministerio de obras públicas por más que se empeñen
colectivos ciudadanos asociaciones de vecinos seguirán
amaneciendo los restos del amor en las afueras
8
Ana Isabel García Llorente (Gata Cattana)
En Ana Isabel García Llorente (Adamuz, 1991-Madrid, 2017) convivían dos «egos»: el de la rapera Gata Cattana y el de la poeta, a veces Ana Sforza, otras simplemente Ana. Su repentina muerte no le permitió ver editado su primer trabajo discográfico, «Banzai», pero para entonces ya había visto la luz el poemario « La escala de Mohs ». El argot callejero salpica sus textos cargados de crítica política y social.
«N18»
Ellos pasan por el Puente de los Franceses
igual que por Atocha,
van al manzanares,
patinan, ríen, cantan, fuman,
vuelven a su hogar
transeúntes, subterráneos,
tal vez en la línea verde o la marrón.
Yo paso por Cuatro Vientos
y sólo veo el frente,
el Puente de los Franceses,
mamita mía y los milicianos.
Tal vez yo también vuelva a mi hogar,
si lo tuviera,
antes de que el metro abra
y bajaré hasta Cibeles
para coger el N18 hasta Casa de Campo.
Ellos no lo saben,
en la Casa de Campo, mamita mía,
montamos un muro.
Yo miro al Manzanares
con ojos de Vicente Rojo
y al metro como
refugio antiaéreo.
No veo al Ateneo como una reliquia,
aún no he enterrado a mis muertos,
cuando paso por ventas
siempre me acuerdo de Victoria Kent.
Y así siempre en las travesías,
voy a Valencia y veo las colas zarpando al exilio
y los cuadros del Prado.
Muchas veces he estado en Plaza Cataluña
y nunca pienso en el Hard Rock Café
ni en las floristerías
sino en la Telefónica
y en García Oliver.
Ellos no lo saben, mamita mía,
bailan, juegan, hacen turismo
los hijos del siglo XXI
sobre la última capa de tierra
del castillo de Montjuic,
velan a sus muertos
en el Cementerio del Este,
que ahora es mucho más grande que entonces,
y pasean por las calles céntricas
mientras yo me disuelvo en ellas
y me vuelvo invisible
como Federico Sánchez.
Cuando me ves ahí,
entre ellos,
disfrutando el atardecer, aparentemente,
con la mirada perdida entre el Manzanares
y mis papeles, no estoy pintando un cuadro,
estoy trazando planos y vendettas,
apurando los últimos minutos como Miaja,
cubriendo puntos débiles y anotando bajas.
Ellos no lo saben: cuarenta años de paz
no son nada,
pero hay quien tiene memoria de elefante.
Yo lo intuyo,
las tragedias se repiten,
las tragedias se repiten como tragedias,
por eso, cada vez que paso
por el Puente de los Franceses
me pongo triste.
9
Eduardo García
Eduardo García (São Paulo, 1965-Córdoba, 2016) navegó entre los mares del realismo y el mundo onírico. Recibió, entre otros, el Premio Nacional de la Crítica, el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla y el Premio Ojo Crítico.
«CESE DE HOSTILIDADES»
¿Cómo reconciliarse con el mundo
si es tan necio, veleta, tarambana,
que es capaz de albergar al mismo tiempo
el Taj Mahal, los campos de exterminio,
la mezquindad, tu risa, la traición,
los libros, la ignorancia, un cuerpo que fascina,
el carbón y la sal, los muros y el espacio,
el cáncer y las playas tropicales?
Y sin embargo, y no obstante, y pese a todo,
acudimos al día como quien va a una cita
con una vieja amante casquivana,
la sonrisa planchada y el pañuelo
en el bolsillo izquierdo, fiel, solícito,
y hacemos el amor sin credenciales,
o escribimos poemas que interpretan
la vida a su manera,
como si ésta
hubiera de aguardarnos a la vuelta
de la esquina, con su traje de novia
y su ramo de flores
funerarias.
10
Matilde Cabello
Aunque nacida en Puerto Real (Cádiz), la escritora y periodista Matilde Cabello lleva afincada en Córdoba desde los años 90. De su pluma han salido novelas como «Wallada, la última luna» o la más reciente «El pozo del manzano», pero también ha cultivado la poesía.
«LA SONRISA EXACTA»
Y aunque a veces descubro fragmentos en mi falda
de aquel tiempo en que todo tuvo un lugar preciso,
hoy habito el desorden.
El mundo se me enreda.
Porque sé que los sueños pueden cambiar su rostro
y es mudable la escarcha que enciende las pasiones,
me bebo a breves sorbos aquella verdad antigua
y se me torna duda,
apenas la digiero.
Y en esta incertidumbre de tardes sin crepúsculo,
voy rompiendo los moldes que a sangre me esculpieron.
Sólo sé entre qué muslos prefiero adormecerme
y qué sonrisa exacta me puede (de momento)
11
Luis de Góngora
Luis de Góngora (1561-1627) es el poeta cordobés más universal, recordado como una de las plumas más influyentes del siglo XVI y un personaje popular y excéntrico. Su supuesta enemistad con Quevedo dio pie a cruces de rimas que nada tienen que envidiar a las actuales «batallas de gallos».
«SOLEDADES»
al Duque de Béjar
Pasos de un peregrino son, errante,
Cuantos me dictó versos dulce Musa
En soledad confusa,
Perdidos unos, otros inspirados.
¡O tú que de venablos impedido
Muros de abeto, almenas de diamante,
Bates los montes que de nieve armados
Gigantes de cristal los teme el cielo,
Donde el cuerno, del eco repetido,
Fieras te expone, que al teñido suelo,
Muertas, pidiendo términos disformes
Espumoso coral le dan al Tormes!:
Arrima a un frexno el frexno, cuyo acero,
Sangre sudando, en tiempo hará breve
Purpurear la nieve;
Y, en cuanto da el solícito montero,
Al duro robre, al pino levantado
Émulos vividores de las peñas
Las formidables señas
Del oso que aun besaba, atravesado,
La asta de tu luciente jabalina,
O lo sagrado supla de la encina
Lo Augusto del dosel, o de la fuente
La alta cenefa, lo majestuoso
Del sitïal a tu Deidad debido,
¡O Duque esclarecido!
Templa en sus ondas tu fatiga ardiente,
Y, entregados tus miembros al reposo
Sobre el de grama césped, no desnudo,
Déjate un rato hallar del pie acertado
Que sus errantes pasos ha votado
A la real cadena de tu escudo.
Honre suave, generoso nudo,
Libertad, de Fortuna perseguida;
Que, a tu piedad Euterpe agradecida,
Su canoro dará dulce instrumento,
Cuando la Fama no su trompa al viento.
12
Wallada
Wallada Bint Al-Mustakfi (994-1091) fue la hija de uno de los últimos califas cordobeses y por tanto princesa con derechos reales, pero le interesaban más las artes que la política. Su posición social le permitió beneficiarse de una formación que se negaba a su género y transmitirla a otras mujeres en su propia escuela. Su turbia relación con el también poeta Ibn Zaydún inspiró la mayoría de los poemas que de ella se conservan. Según la leyenda, Wallada llevaba, bordados en las mangas de su vestido, sus propios versos:
Yo ¡por Dios! merezco la grandeza
y sigo orgullosa mi camino.
Doy gustosa mi mejilla a mi enamorado
y doy mis besos a quien los quiera.