EL ESTILITA

Doble vuelta

Introduce una corrección absolutamente democrática y útil

El presidente del PP cordobés, Adolfo Molina, la noche del recuento de las primarias RAFAEL CARMONA
Javier Tafur

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LOS mismos que pedían una candidatura unitaria para la primera vuelta son los que la están pidiendo para la segunda. También son los que diseñaron estos estatutos extraordinariamente prudentes, donde nada parecía que pudiera escaparse al control del aparato. Porque si algo se escapaba, los compromisarios se encargarían de ponerlo de nuevo en su sitio. El caso es no votar o hacerlo meramente a efectos aclamatorios. De hecho estos compromisarios, aunque en teoría se eligen en una lista abierta, en la practica lo son en una lista cerrada, la que se entrega a cada votante afecto con los nombres de los candidatos propios. Por lo cual siempre resultan electos en cada circunscripción los representantes de la lista mayoritaria, con desprecio absoluto a la proporcionalidad que pudiera favorecer la inclusión de algún integrante de las minorías. Tal es la circunstancia de que en Córdoba capital todos los compromisarios lo sean de Cospedal, los de Sevilla obedezcan a Soraya y los de Palencia aplaudan a Casado. Y tal es la razón de que se pueda saber ya a ciencia cierta quien va a ganar el próximo congreso, simplemente sumando los votos de cada cual y a donde, en buena lid, deben ir a parar a la postre. A su vez, esta la causa de que los aliados externos, más o menos declarados, de la ex vicepresidenta del gobierno estén recordando ahora al PP su mantra de la lista más votada —donde las dan las toman—, porque una cosa es ganar entre varios y otra muy distinta es hacerlo con mayoría absoluta.

La doble vuelta es un sistema electoral que introduce una corrección absolutamente democrática y útil, puesto que permite que venza sin contestación posible el candidato más querido o el menos malquerido, siendo ambas opciones igualmente prácticas y sensatas. El problema es que, en este caso, la segunda vuelta se realiza mediante colegio electoral y, por tanto, con sufragio indirecto, cuando debería basarse en los mismos votantes que la primera y en las mismas condiciones, para tener la garantía de que la voluntad general no pueda ser mediatizada. No ostante, considero que este es un problema menor, que puede y debe ser subsanado para lo sucesivo por el propio congreso, mediante la preceptiva reforma estatutaria, con independencia de quien sea elegido presidente, si se quiere avanzar realmente en la democracia interna y dejar callados a las siniestras organizaciones que alardean sobre este particular. Tal vez habría que añadir, para la elección de los órganos colegiados, un sistema proporcional, de modo que las distintas sensibilidades del partido se sientiesen representadas.

Solo Francia y el PP adoptan la doble vuelta, que promueve la participación, incita a probar suerte, descompromete al votante en la primera oportunidad y desactiva el voto útil hasta la segunda. Todos sabemos que en municipales este sistema nos evitaría probablemente un montón de alcaldes inconvenientes. Ambrosio, por ejemplo, nunca hubiera llegado a ser alcaldesa a doble vuelta. Acaso Nieto sí. Tenemos, pues, lo que tenemos, al menos la posibilidad de que el aparato cordobés aún le gane la partida al sevillano y a ese perfecto manipulador que se llama Javier Arenas.

Doble vuelta

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