Intrahistoria cordobesa
La distinción de ser joyero labrada desde hace cuatro siglos
La investigadora de la UCO Rocío Velasco disecciona las causas históricas de la influencia de este gremio
![San Eloy, patrón de los plateros cordobeses](https://s3.abcstatics.com/media/andalucia/2017/04/09/s/saneloy-cordoba-plateros-kKjG--620x349@abc.jpg)
SER joyero en Córdoba ni es ni era cualquier cosa. Desde que el tiempo es tiempo. O casi. Era un oficio, de acuerdo, pero no era un oficio como el resto. Trabajar en la platería era el equivalente a poseer un signo de distinción al que muchos anhelaban y a formar parte de una comunidad que tenía tanto de excelencia profesional como de elevación del estatus. «La sociedad cordobesa del siglo XVI y XVII estaba obsesionada con la jerarquía y con la posición que cada uno ocupaba en ese escalafón en el que todos se miraban, de tal manera que no era infrecuente que las personas alardearan de ser joyeros: era una señal que uno no era nadie», afirma la investigadora Rocío Velasco , que forma parte de un programa de intercambio entre las universidades de Córdoba y de Évora y que el pasado jueves dio una conferencia en el Archivo Histórico Provincial bajo el título «Los plateros cordobeses en la Edad Moderna».
¿Pero cuáles fueron los orígenes del gremio ? Al principio fue la fe. En San Eloy . Porque los joyeros empezaron a ser fuertes cuando se unieron, justo en los momentos de transición entre los siglos XVI y XVII, en torno a la cofradía de esa advocación. «Los plateros fueron cofradía y gremio a la vez : gremio para defender un oficio, y cofradía para fomentar los cultos. San Eloy era el santo de los plateros, que fue [y es] su patrón», agrega la especialista.
![Reglamento interno de los plateros](https://s1.abcstatics.com/media/andalucia/2017/04/09/s/libro-formato-platero-kKjG--250x140@abc.jpg)
Si la cofradía puso el molde de la asociación profesional, la necesidad de establecer reglas de funcionamiento interno y de estrategias de fortalecimiento comercial, sobre todo de cara al exterior, provocó el nacimiento de la estructura gremial , que tardó muy poco en asentarse como una de más sólidas de la ciudad. Lo explica Rocío Velasco. «A principios del XVI la expansión comercial hizo que aparecieran intereses profesionales para defender su posición y sus estamentos. Los gremios querían controlar el oficio: acceso, escalas profesionales y penalizaban el enriquecimiento profesional porque se basaban en la igualdad de sus miembros, hasta que todo cambió en el siglo XVII ».
La reglamentación del oficio bebe de documentos emanados de la iglesia: el obispo Leopoldo de Austria publicó en 1533 un documento que sirvió de base para normas ulteriores y que se llevaba el título de «Ordenanzas del Arte de la Platería y de la Hermandad de San Eloy de Córdoba». Vinieron enseguida las ordenanzas municipales sobre el oficio, la primera de ellas salida de la imprenta en 1575: las posteriores datan de 1727, 1736 y 1746. En 1771 vio la luz la última conocida, que redactó la Real Junta de Comercio y Moneda .
![Imagen de San Eloy en la parroquia de San Francisco](https://s1.abcstatics.com/media/andalucia/2017/04/09/s/saneloy-patron-cordoba-kKjG--510x286@abc.jpg)
Pero para ponerse en la piel de un joyero del siglo XVI y comprender lo especiales que se sentían hay que remontarse a un texto anterior: a una Real Ejecutoria promulgada en 1556 y que figura en los fondos del Archivo Histórico Provincial, con sede en la céntrica calle Pompeyos. En ese texto los plateros dejan claro que no desempeñan un oficio, sino que lo suyo es algo que se encuentra en un grado superior: el del artificio. «Artífice se dice de aquel cuya obra no se puede hacer sin ciencia ni noticia alguna de las artes liberales, como es la obra del artífice y platero», para cuyo desempeño, dice el documento, es preciso conocer disciplinas como las del dibujo y el retrato, la geometría y el valor del oro y de la plata.
Plata en las manos
«Entre los motivos por los que se sentían superiores se encuentran que, aunque trabajaban con las manos, lo hacían con metales preciosos y además tenían los clientes a los nobles y a la Iglesia », se extiende la investigadora, que añade que los plateros , a diferencia de los profesionales de otros oficios, tenían el privilegio de vestir con seda .
Hasta tal punto llegó el celo con la conservación de su estatus que los joyeros llegaron a imponer «la limpieza de sangre » para el acceso al gremio, y ello a pesar de que una gran parte de ellos eran de origen judeocristiano. Pero esa limpieza de sangre no solo se refería a las raíces religiosas, sino que iba más allá. Así, Rocío Velasco tiene documentado un caso en el que le prohibieron dedicarse a trabajar con metales preciosos al hijo de un carnicero porque consideraban que el oficio de su padre era innoble y propio de «una mala raza».
![Ordenanza sobre platería de Felipe V](https://s3.abcstatics.com/media/andalucia/2017/04/09/s/portada-ordenanza-cordoba-kKjG--250x140@abc.jpg)
No eran solo ellos, los plateros, los que se consideraban en un nivel por delante del común de las ocupaciones: la sociedad en general los tenía por personas importantes y prueba de ello era que disponían de ciertos privilegios. Los había de varios tipos: además del permiso ya citado para vestir prendas de seda hay que citar la posibilidad para negarse a alojar a tropas durante episodios de conflictos bélicos o de revueltas en la ciudad. En el ámbito político esta comunidad disponía del privilegio de ejercer ciertos oficios públicos mientras que el régimen tributario les era también favorable: estaban exentos del abono de la alcabala (antiguo impuesto por el que el vendedor pagaba al fisco en una compraventa, y ambos contratantes en una permuta) y del almojarifazgo (impuesto aduanero que se pagaba por el traslado de mercancías que ingresaban o salían del Reino de España o que transitaban entre los diversos puertos, bien peninsulares o bien americanos, y que en la práctica eran el equivalente a los actuales aranceles). « Gracias a estos privilegios les salía más barato producir su arte: eran condiciones con los que otros oficios no podían competir», indica en este punto la investigadora de las universidades de Córdoba y de Évora. Dos hechos posteriores acabaron con estos privilegios: Carlos III promulgó en 1783 una real cédula en la que dejó claro que todos los oficios habían de considerarse iguales y que no admitía distinciones de clase en ellos. Tres décadas más tarde, las Cortes de Cádiz prohibieron de un modo explícito los exámenes para entrar a formar parte de un gremio.
Localización
Los estudios que ha llevado a cabo la investigadora Rocío Velasco concluyen que los joyeros -una de cuyas máximas expresiones fue la elaboración de la Custodia de Arfe que procesiona por la ciudad cada celebración del Corpus Christi- estaban agrupados en el siglo XVI junto a la Catedral , y por varios motivos: era la zona más comercial de la ciudad, al tiempo que de esa manera se favorecían las relaciones con los clientes principales, que eran los nobles (con casas en ese área) y la Iglesia. Además, se trataba de una zona de la capital en la que la vigilancia de la autoridad era más fuerte, de manera que los joyeros podían trabajar con metales preciosos con cierta tranquilidad. Pero había más enclaves en los que se concentraban estos profesionales: destacaban los de San Pedro y los de San Francisco , en cuya iglesia por cierto se encuentra el retablo de San Eloy y un azulejo de época que da cuenta de lo activos que eran en esa collación. En San Francisco eran frecuentes que los plateros realizaran limosnas y ejercieran otras labores caritativas. Hace de aquello cuatro siglos. Ellos no eran cualquiera. Ni lo son.