Patios de Córdoba 2020
La distancia social de la cal y el añil en el patio de la calle Marroquíes de Córdoba
El certamen de Patios comenzaría hoy si el coronavirus no lo hubiese arruinado: los vecinos viven la suspensión con pena y resignación
EL ejercicio es difícil: los ojos que miran y los dedos que escriben están adiestrados, o al menos habituados, para contar este hecho tan sencillo, tan modesto y tan humilde pero al tiempo tan sutil y de tanta delicadeza como es la apertura de las casas con patio de Córdoba , que tenía que comenzar este lunes. La cosa es sencilla, también compleja: unos vecinos que viven de un modo parecido a como lo hacía hasta hace treinta o cuarenta años la gente que compartía su pobreza o sus medios más que limitados en un espacio común y abierto del edificio se ponen de acuerdo para convertir el arriate, el pozo y la maceta en florituras artísticas domésticas, y cuando el Ayuntamiento lo dice colocan un cartel en la cancela para que la gente pueda entrar a disfrutar por un ratito de lo que ellos disfrutan de continuo. La cosa exige respeto, un cierto silencio, una cierta capacidad para fijarse en las cosas pequeñas y para valorar el talento de convertir los útiles del hogar y las flores de toda la vida en objetos bellos. Para elevar un modo de entender la convivencia y las relaciones humanas a una categoría que merezca un título de la mísmisima Unesco .
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Con todo eso, como con tantas cosas, ha acabado el coronavirus. Un patio no es nada sin un señor de Tokio que tome fotos o sin una estudiante de Ciudad Real a la que la cal de las paredes no le recuerde un corral manchego. Juan Pérez Latorre, el impar sastre de la calle Marroquíes, lleva la procesión, la pena, por dentro. Pasea poco después de media mañana por la embocadura de Moriscos como si fuera en busca de un amigo en San Agustín o en La Magdalena. «Desde luego que este año es diferente. Lo llevo como puedo. Yo me visto y me conjunto cada día, porque disfruto, y me perfumo y salgo a la calle cantando, porque la música me sale sola, me acompaña. Pero estás triste porque nuestro a nuestro patio no va a poder nadie...», dice junto al ábside de Santa Marina. «En el patio los vecinos andan raros: llame y pregunte por Paco, el de la Sacristía, que le abrirá y le contará», añade.
Paco abre, en efecto. «Los dueños de las casas han estado trabajando como todos los años, porque esto es una costumbre, y no se deja porque esté el coronavirus, lo que pasa es que es muy raro pensar que no va a haber visitantes: son muchos años de tradición y este es el primero que no vamos a abrir», comenta el expropietario de la taberna de la calle Alarcón López, la misma en la que tiene su sede la casa de hermandad del Resucitado. El hostelero retirado, propietario de uno de los inmuebles de la casa, espera que en el otoño se den las circunstancias para que el Consistorio pueda organizar el certamen de Patios. «Es más importante de lo que parece. Están hablando que si a ver para San Rafael ... Lo malo es que si no lo convocan los dueños no recibimos dinero del Ayuntamiento de Córdoba , que solo lo da a los participantes, y sin concurso no hay participantes... Y esto cuesta un dinero montarlo», completa.
«Llevo viviendo aquí más de cincuenta años y es la primera vez que veo esto, lo de no montar digo. Las enfermedades de la vida moderna, digo yo que será. Ya pasará». La resignación la expresa una vecina antigua, tal vez la decana, de Marroquíes, 6. Juan Pérez Latorre ha llegado de su paseo y se ha sentado en la puerta de su cuarto, cerca de unos tiestos añiles. «Tengo el frigorífico lleno. A mí que no me falte. Aquí al sol se está como en ningún sitio. Mire como tengo las manos, suavecitas, suavecitas... Me echo una crema especial para la piel que hace una vecina. Vengo de dejarle una nota al barbero de la plaza de Chirinos que me pela a mí siempre. Cuando me llame, voy», indica con una mascarilla puesta.
Otra vecina, María de los Ángeles, se afana en la limpieza de unos tiestos. «Las flores están ahora como nunca: es una pena que la gente no pueda verlas. Porque el tiempo que hemos tenido hasta ahora ha sido muy bueno. Y las lluvias fuertes de la semana pasada no han venido mal del todo al final», defiende la mujer, una pieza importante del patio que atesora más premios de toda la ciudad y al que al Ayuntamiento lo sacó hace unos años del concurso para evitar que se llevara siempre los galardones más importantes. Este año nadie se molestará porque se lleve los laureles; aún así seguirá encontrando poca competencia.
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