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El Discurso del Círculo
Alfonso XIII visitaba Córdoba tras inaugurar en Málaga un pantano e invitado por la marquesa del Mérito
Se cumplen hoy cien años del discurso que pronunció el Rey Alfonso XIII en Córdoba , en el Salón Liceo del Círculo de la Amistad , la noche del 23 de mayo de 1921. Fue un hito en la crisis constitucional y en la quiebra del bipartidismo que sufría España desde 1917. Se ubica entre dos sucesos del desgraciado año 1921: el asesinato del jefe del Gobierno, Eduardo Dato, y el desastre de Annual en Marruecos. El soberano recogió en sus palabras el mayoritario descontento que existía en la sociedad española.
Alfonso XIII visitaba Córdoba , tras inaugurar en Málaga el pantano del Chorro, invitado por la marquesa del Mérito y para asistir a la cena organizada por la Unión de Olivareros de la provincia cordobesa. Durante la tarde se hospedó en el Palacio de Viana , propiedad de su amigo y jefe de Palacio, el marqués de Viana. Allí habló con los agricultores, que mantenían un contencioso con el Gobierno por la situación de los mercados y el precio del aceite de oliva.
El ambiente fantástico con que fue acogido en el Círculo motivó al monarca. Improvisadamente, a los postres, se alzó y, tras alabar a Córdoba , expresó ideas como: «Es muy duro que no pueda prosperar lo que interesa a todos por pequeñeces de la política. Presenta un proyecto mi Gobierno, lo combaten y cae. Los ministros que suceden tampoco pueden adelantar, porque los anteriores se han convertido en oposición» y «las provincias deben empezar un movimiento de apoyo a su Rey y a los proyectos beneficiosos y entonces el Parlamento se acordará de que es mandatario del pueblo porque eso significa el voto que dais en las urnas».
Juan de la Cierva , ministro que lo acompañaba, pasó a los periodistas un texto suavizado, por temor a que se tomase como crítica al parlamentarismo y se acusase al Rey de no respetar el espacio asignado por la Constitución, pero la prensa reflejó el discurso tal cual. Y los ecos resultaron positivos. Dos años después aparecería el ‘cirujano de hierro’ que reclamaba Joaquín Costa: El general Miguel Primo de Rivera, que fue recibido entre pasividad y aprobación.