SALUD

«Diraya», el búnker del Hospital Reina Sofía donde se custodian los historiales de los pacientes

El cenro aplica las últimas tecnologías informáticas para acabar con un gigantesco archivo de documentos clínicos escritos

Archivo del Hospital Reina Sofía de Córdoba VALERIO MERINO

Rafael Verdú

Usted no lo sabe, pero su nombre aparece con toda probabilidad en un sobre cerrado y custodiado en un gran almacén a las afueras de Córdoba. Dentro hay información relevante, sensible y muy personal: su expediente médico. Son radiografías, informes clínicos , etiquetas, análisis , enfermedades que ha padecido, electrocardiogramas... casi cualquier cosa que un sanitario, ya sea persona o máquina, haya escrito sobre usted en un papel. Pero no se preocupe, toda esa información está a buen recaudo bajo siete llaves y no saldrá sin una buena razón del depósito. Muy pocas personas, aparte de su médico, tienen acceso a ese sobre. Si acaso, medio centenar de especialistas que deben superar varios controles de seguridad antes de tocar cualquier documento. El almacén no es otra cosa que el archivo del Hospital Universitario Reina Sofía, donde se apilan 350.000 expedientes clínicos (más que cordobeses) en 870 metros cuadrados, más otro millón de sobres custodiados en una nave industrial. Cada uno de ellos alberga en su interior varias docenas de papeles. Ese «búnker», con un acceso restringido con contraseña para cumplir con la protección de datos, se encuentra en el edificio de Consultas Externas.

Tiene 3.600 metros lineales de estanterías . Si estuvieran en línea recta en una sola balda, la entrada al Archivo del Hospital debería hacerse por las piscinas del Santuario de la Fuensanta. Allí no cabe ni un papel más. Y la idea es, precisamente, que ya no entren más documentos. Nunca más. Para eso existe «Diraya» («conocimiento» en árabe), un sistema de gestión sanitaria de última generación que permite centralizar y digitalizar toda la información que se genera en los hospitales andaluces . Fue diseñado a comienzos del milenio por más de 500 profesionales sanitarios andaluces y su entrada en servicio ha sido paulatina. El proceso ha sido lento y no ha estado exento de polémica; hasta el Sindicato Médico llegó a pedir volver a las recetas en papel por los problemas que generaba la adaptación de los galenos a las nuevas tecnologías. Lo reconoce María Antonia Álvarez de Lara, jefa de servicio de Calidad y Documentación Clínica , quien junto a Carmen Pérez, jefa de Grupo Administrativo (ambas en el Reina Sofía), son las responsables de la adaptación digital del depósito. La doctora explica que «uno de los mayores problemas que tenemos los humanos es la resistencia al cambio.

Los médicos que llevábamos toda la vida con el papel tuvimos que acostumbrarnos a los ordenadores. A algunos se les ponía el vello de punta, otros pensaban que íbamos a perder calidad. Ese es un miedo normal», pero poco a poco los facultativos fueron aprendiendo que había que hacer las cosas de otra manera. La digitalización del archivo del Reina Sofía comenzó en 2016, dos años después de la introducción de la historia clínica digital en Andalucía y mucho antes que en el resto de comunidades. Era una fase experimental, embrionaria casi, centrada en algunos servicios que, como Oftalmología, tenían muchas imágenes en papel. Las responsables de esa digitalización aseguran que «el cambio de verdad ha llegado en febrero de 2019», cuando se cumplen cinco años desde la implantación del historial digital. El margen que había dado la dirección del Hospital ya era más que suficiente. « Señores, hay que entrar en la modernidad », afirma con rotundidad Álvarez de Lara. La modernidad significa ceros y unos. Lo digital. Con una precisión: el archivo actual con sus 350.000 informes médicos no será digitalizado en su totalidad. El coste de una acción como esa, que se ha hecho en otros hospitales andaluces con escaso rédito, es prohibitivo. Lo que el área de Documentación Clínica está haciendo es, en realidad, impedir que entre ni un solo documento más en papel, lo que implica digitalizar -casi- cualquier documento que cruce la puerta. Y siguen siendo muchos. De media, cada mes de este año el equipo de María Antonia y Carmen ha recibido más de 100.000 hojas de papel. Tres mil al día o, si se prefiere, 1 ,2 millones de papeles al año . Un disparate logístico. Para hacer frente a esa pesadilla de dos dimensiones, el equipo de Documentación Clínica cuenta con un nutrido grupo de trabajadores. Sólo en digitalización hay 16 personas, más otras 20 en departamentos administrativos y técnicos que se encargan de cuestiones como la documentación, las fotocopias o la codificación de todos esos documentos. Finalmente queda el control de calidad, que realiza el propio Reina Sofía gracias a dos médicos, dos enfermeras y un técnico.

En total, 41 trabajadores para acabar con el «monstruo del papel». Las toneladas de documentos escritos que atesora el archivo del Reina Sofía tienen una razón de ser: el hospital cordobés tiene carácter universitario. Además de la atención sanitaria, se dedica a la investigación y la docencia, para lo que se necesita tener acceso a determinada documentación clínica. Por eso el Reina Sofía conserva durante mucho tiempo, más del que obliga la ley -hasta 20 años, sostiene la doctora Álvarez de Lara-, todos esos expedientes. La digitalización tiene una ventaja obvia, la eficiencia. «No tiene sentido que una parte esté en digital y otra en un archivo que no puede mirar nadie. El ciudadano es el centro del sistema, y lo mejor para él es que todo esté agrupado en una sola historia que se pueda consultar desde cualquier punto de la comunidad», resume Álvarez de Lara. Otros beneficios del paso a la era digital no son tan evidentes, pero sí casi igual de importantes: el ahorro de papel, el menor impacto ambiental y, sobre todo, la ganancia de espacio. Cuando termine todo el proceso, a finales de 2020 si todo va bien, el Reina Sofía podrá disponer de una enorme estancia sin ninguna obra ni inversión. El destino del archivo en papel del Reina Sofía no es la destrucción inmediata. Toda la documentación se trasladará a algún sótano o almacén, donde estará disponible y localizada durante un tiempo razonable por si alguien necesita acceder a todo ese conocimiento o «diraya».

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«Diraya» o la némesis del papel

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rafael verdúcórdoba

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