Luis Miranda - Verso suelto
Dictadura del funcionariado
El índice autoritario que señala en el asunto de Cosmos es de los profesores que han tenido la idea
En estos tiempos en que tanta gente se atrinchera en los despachos con moqueta y manda a los ujieres a solventar las visitas incómodas, habrá que reconocerle a Pedro García el arrojo de salir a que le calienten la cabeza y lo pongan verde en toda su cara. Algo tendrá que ver que se le suponga el autor intelectual de la idea de cargarse Cosmos y con ello una de las poquísimas fábricas de Córdoba, pero habrá que conceder que no todos los que tienen mando en plaza quieren ganarse el sueldo con el incómodo y sin embargo pagado trabajo de explicar decisiones a quienes sufrirán el mayor precio posible.
Dicho lo cual, me han llamado mucho la atención las fotos que hizo Valerio Merino, y en las que el líder de Izquierda Unida en Córdoba aparece con el dedo índice levantado. En el lenguaje de los gestos el corazón es el que tiene la peor prensa porque es el que se burla con un grito maleducado y grosero, pero el índice tampoco es agradable. Siempre lo he tenido como un dedo impertinente y autoritario, propio del que enseña convencido de que se le ha revelado una verdad y no admitirá contradicciones de nadie; el dedo que señala una jerarquía desde arriba hasta abajo, como si al dirigir la yema al cielo le bajase una luz de despotismo que dejase a su interlocutor en una cueva que hay que iluminar con la fuerza esclarecedora de su razón.
Dicen que Pedro García no lo pasó bien en la reunión con los trabajadores de Cosmos, que si al principio tuvo el índice bien alto, las circunstancias terminaron por hacerle pedir perdón, que hasta la oposición le reconoció el mérito de haberse tirado a unas fieras que estaban cabreadas con toda la justicia del mundo, pero yo creo que el dedo más impertinente no era el que se veía en la foto.
El índice que señala y que enseña era el de los inspiradores de la idea, que para que no falte un esperpento en Córdoba cada ciertos años, han tenido que llamarse plataforma, como los zapatos de las «drag queens». Aire Limpio se han puesto, y quieren confundir con un conglomerado de siglas y asociaciones de vecinos que son como los partidos emergentes: se mire donde se mire, es muy complicado encontrar otra cara distinta a la de sus líderes. Y al rascar un poquito se encuentra lo que hay en todas estas plataformas, que son profesores y funcionarios, gente que disfruta de mucho tiempo libre por el incuestionable mérito de haberse ganado una oposición pública, pero casi siempre ignorantes de la amenaza asfixiante del despedido, del rito angustioso de enfrentarse a la hoja en blanco del currículum y del vértigo de la entrevista del trabajo. La peor versión de los profesores es muy de tener el dedo índice bien alto y de señalar con él, y no terminó con la escuela nacionalcatólica, como dirán ellos, sino que se cambió de chaqueta y se ufanó de tener una nueva autoridad moral que nadie les discute nunca.
Con tantos años de poder, los que todavía se llaman a sí mismos comunistas están más cómodos con los empleados públicos, que les agitan el árbol de los votos cada cuatro años protegidos por su blindaje y son menos levantiscos que los obreros de siempre, más preocupados por alimentar a sus hijos que por la corrección ideológica de su trabajo. Los dueños de todos estos índices no sabrán de dónde sale el cemento ni a lo mejor les importa, pero tampoco puede decirse que les haya ido tan mal su dictadura del funcionariado.