PERDONEN LAS MOLESTIAS
Días de gloria
La historia ha querido reservarle al señor Nieto un lugar como artificiero de un proyectil impredecible llamado Puigdemont
Quién le iba a decir al señor José Antonio Nieto que una carambola lo iba a colocar en primera línea de la historia. De la historia con mayúsculas. La de los grandes hechos factuales, las fechas imborrables, los acontecimientos que marcan época y los puntos de inflexión hacia no se sabe dónde. Y ahí lo tienen, en la sala de mandos de un Ministerio del Interior, que afronta los días decisivos de España.
Parece que fue ayer cuando su nombre se barajó entre los presidenciables de la Junta de Andalucía . Un alcalde joven y con futuro llamado a conquistar el inexpugnable feudo de San Telmo, donde se atrincheran desde hace 35 años las huestes felipistas. Eran tiempos de vino y rosas. Y el pujante regidor de Córdoba se mecía en los cantos se sirena de la política de medio vuelo. La operación se desvaneció como por arte de birlibirloque y, en menos que canta un gallo, al señor Nieto se le hizo trizas el cántaro de leche de la Junta de Andalucía y se le escapó entre los dedos la vara de mando del Ayuntamiento de Córdoba .
Pero una carambola, ya decimos, lo ha reubicado en el epicentro de la historia. En el lugar donde se acelera el tiempo y se producen los cataclismos que alumbran el futuro. Todo lo que había vivido hasta ahora el señor Nieto han sido juegos florales para divertimento del respetable. Un presupuesto ajustado, un pleno tumultuoso, una subida del Impuesto de Bienes Inmuebles, una emboscada en las filas de su propio partido. Nada que ver con la bomba de neutrones que el president de la Generalitat le colocó debajo de su asiento nada más ocupar su despacho en la Secretaría de Estado de Seguridad.
Nadie está preparado para desactivar un artefacto de consecuencias imprevisibles. Porque el desafío catalán no es una simple recalificación de suelo en el Plan General de Ordenación Urbana . Ni la presentación de un cartel del mayo festivo. Es un torpedo a punto de hacer saltar por los aires la columna vertebral del Estado. Uno de esos huracanes que pueden centrifugarte de la vida política en una millonésima de segundo.
El señor José Antonio Nieto tomó posesión de su cargo el 21 de noviembre de 2016 y no se podía imaginar que solo diez meses después se iba a plantar ante el president de la Generalitat mandatado por el Estado para neutralizar el mayor reto de la democracia tras el 23-F. Ni más ni menos. En la imagen (ya histórica), se le observa con rictus grave y mirada esquiva junto al señor Puigdemont antes de ingresar en la Junta de Seguridad que anticipó el desastre del 1-O tres días después. Hay momentos en la vida de un hombre en que es preferible apretar una tuerca del reactor nuclear del Fukushima. Podría ser el caso.
Lo que ha venido después ha sido una concatenación de calamidades que nos acercan cada vez más al precipicio. Y ahí está el «número dos» del Ministerio de Interior tocando con sus manos la materia inmortal de la historia. Es muy probable que en todos estos días habrá echado de menos la insípida fragancia de las ordenanzas municipales. La mortecina controversia del Palacio de Congresos. La recurrente matraca de la movilidad sostenible. La aburrida foto informal del perol de San Rafael .
Quizás estaría hasta dispuesto a entregar un dedo de su mano derecha por sentarse en el palquito del Estadio para contemplar la enésima derrota del Córdoba CF . Pero no. La historia le guarda un lugar como artificiero en la desactivación de un artefacto impredecible llamado Carles Puigdemont.