Crónicas de pegoland
Diario de agosto
El mes es un auténtico tabardillo informativo hasta que llegan los sustos
Querido diario: Detesto agosto . Desde aquí te lo digo. Hasta que no se pasa el puente de la Virgen, las cosas se suceden entre el aburrrimiento mortal y el mortal aburrimiento. Cierran los bares habituales, se van los amigos más queridos y no hay forma de llamar a los saludados porque están en Fuengirola o en la parcela. Como quiera que he formado parte habitual del retén del mes más trágico de este y otros medios de comunicación dedicados a las noticias, he de certificarlo. Hasta los periódicos se vuelven un coñazo de temas fríos, estadísticas y comunicados oficiales.
No es por vagancia ni por molicie profesional, que no. Que puedo prometer y prometo que la profesión está llena de gente con pundonor. Unos chavales estupendos. Es que no queda nadie al que preguntarle, que te saque de dudas, que te cuente cosillas. Si acaso una visita momentánea del alcalde titular por darle una vuelta al despacho o que des con uno accidental gracioso que te salve la página medio qué. Levantar el teléfono en agosto es un no parar de gente que te emplaza a septiembre, querido, que allí nos vemos. Que me tengo que tomar la cañita en el chiringuito, «ciao» chaval. Auténticos pedazos de carne sin bautizar. Insolidarios. Cenutrios .
La vida va al ritmo de la temperatura y el cuerpo le pide a la gente dormitar. Así le sucede a la actualidad , que hiberna entre altas temperaturas. Se queda congelada a 45 grados a la sombra, por curioso que parezca. Todo es un vuelva usted mañana, «si’l vous plâit». Que ahora mismo estamos liadísimos poniéndonos la cremita Nivea en los hombros, que somos de quemarnos.
Pero lo mismo que agosto es un muermo donde hay que buscar noticias como un zahorí, sucede que se pone traicionera la cosa y viene una ola de calor histórica que hierve las sienes. Como ejemplo, en Montoro este año los mazapanes de La Logroñesa se van a hacer oreando la masa al sol, sin horno ni nada. El campo arde, ay, como si hubiese llegado el final de todo arrasando paisajes, sueños, vidas. Un niñato pasado de vueltas siega a toda velocidad el futuro de un señor que pasaba por allí tan tranquilo, en su bicicleta. Un tren de cercanías se estampa a tiro de piedra de La Primera (famosa casa de comidas). Y opina uno, querido diario, que de vacaciones estábamos mejor.
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