PRETÉRITO IMPERFECTO
Desde Rusia, con amor
El caballo cordobés se luce junto al Kremlin y la Plaza Roja. Paradoja para un mayor sonrojo
Que el sector ecuestre tenga que reivindicarse desde el Kremlin y la Plaza Roja es la penúltima paradoja de esta Córdoba de pliegues inescrutables. La guinda al pastel hubiera sido, sin duda alguna, un posado con Vladimir Putin y dos esbeltos ejemplares de la yeguada Lovera abrochado con la impronta flamenca de alguna de las bailaoras del espectáculo de Caballerizas Reales que ha triunfado estos días en la metrópolis moscovita para mayor ridículo del cogobierno municipal -ausente en la cita, pese a la evocación romántica del lugar-. El destino es así de crudo. El mismo caballo denostado por el sóviet cateto durante largas temporadas en Córdoba se luce ahora ante la simbología patrimonial y litúrgica del mismísimo sóviet supremo como una especie de última pica metafórica en su permanente peregrinaje y pelea por hacerse un sitio en su propia casa . En su propia cuna.
Sin quererlo, o todo lo contrario, Córdoba Ecuestre y su espectáculo se han convertido en los últimos años en uno de los mejores embajadores que tiene esta ciudad. Pero, auspiciándolo, o sin hacerlo de forma intencionada, agranda en cada singladura aún más el sonrojo de un Ayuntamiento y a fin de cuentas una ciudad, incapaz de proporcionar el papel activo que está pidiendo a gritos el sector equino y sometiéndolo al manido cliché.
Es inconcebible, para las cortas luces incluso, que con los mimbres que atesoramos en la materia andemos inmersos en un letal binomio de complejo y desidia ante lo que es una evidencia incuestionable. Ante una incompetencia de gestión y un ufano sectarismo de quienes tienen la potestad y la responsabilidad. Desde el punto de vista académico y científico, la solera y los activos que guardan la Universidad de Córdoba y la Facultad de Veterinaria (sumen un hospital clínico veterinario de primera fila) tienen hoy día poco contraste en el panorama nacional y me atrevería a decir internacional. Esa despensa del conocimiento volcada en el mundo de los equinos ya valdría por sí misma para granjear un proyecto estratégico de magnitud en torno al pura raza español y andaluz que nos regaló Felipe II .
En el lado agroganadero, la provincia de Córdoba cuenta con un catálogo de yeguadas sobresalientes. Reconocidas con infinidad de premios morfológicos , avaladas por el atractivo que suscitan sus equinos en el alto mercado de los pura raza, y tejedoras de un impacto económico que ronda los cien millones de euros .
Aún no se ha alcanzado el verdadero potencial que esta actividad puede tener en Córdoba. Un nicho más laboral, en lo formativo y en la tupida red de negocios afines e indirectos que mueve desde una simple feria como Cabalcor a lo que podríamos vislumbrar si Caballerizas algún día llegara a convertirse en un auténtico centro internacional del caballo . Ello sin entrar en la vertiente histórica, patrimonial y turística que entraña. El caballo es un auténtico farolillo para el turista extranjero y un recurrente hito de orgullo para el visitante nacional.
Llevamos lustros sin desbloquear la titularidad del inmueble erigido por Diego López de Haro y Sotomayor bajo mandato real y a finales del siglo XVI con el Ministerio de Defensa . Va a pasar otro mandato, prácticamente, en blanco. Un monumento histórico nacional y bajo el velo de la Unesco que sigue infrautilizado, con más de la mitad de la superficie casi dedicada a almacén municipal y situado en el núcleo gordiano de una ciudad que presume de etiquetas Patrimonio de la Humanidad ... La de Rusia ha sido otra lección más. Eso sí, con mucho amor.