CARIDAD

Un desayuno (chino) solidario en Levante

Lili Zheng convierte su restaurante en un comedor social con el apoyo de la Iglesia Evangélica china, donde ejerce de pastora

Lili Zheng, la impulsora del comedor social, pasa junto a las mesas del local ÁLVARO CARMONA

LORENA GAMARRA

Hace ya tres décadas que se asentó en Córdoba pero el español todavía se le resiste. Lili Zheng promovió la apertura de la Iglesia Evangélica china de Córdoba junto al pastor Jun Xuan siguiendo los pasos de su padre, que quiso que los cristianos tuvieran una casa donde reunirse, pero murió antes de conseguirlo y fue ella la que recogió el testigo. La Iglesia Evangélica china nació hace ya ocho años y ahora ha promovido, gracias a la iniciativa de Lili, el comedor social o «C entro de Servicio Caritativo Buenas Noticias », donde ofrecen desayunos a las personas con menos recursos.

Este comedor, situado en el barrio de Levante , va camino de las dos semanas de vida y atiende a once personas diarias en el local que antes era su restaurante. «Dios le puso en el corazón que abriera el comedor y ella puso todo lo que tenía, que era el local y el mobiliario, al servicio del señor», cuenta Eugenio Peña a ABC, su «abuelo», como lo llama cariñosamente Lili. Decidieron dar desayunos porque «es el único área que no estaba cubierta», explican, ya que los comedores de la zona ofrecen comidas y cenas. El único requisito para poder asistir es la necesidad , y una vez rellenado el formulario del comedor, tienen a su disposición café con leche , zumo , galletas y tostadas . «Si piden dos vasos de leche, pues les damos dos vasos, qué más da. Lo importante es que se vayan satisfechos», dice Eugenio, que argumenta que «nosotros hacemos lo que dice la Biblia, que dice que Dios vino a dar, y es lo que hacemos. No vino a recibir».

Las personas que asisten a desayunar al comedor son, en su mayoría, mayores de 50 años . «Algunos tienen familia pero no están en conexión con ella o están solos», explica Eugenio, por lo que no solo les ofrecen el desayuno, sino que intentan que «se sientan agusto, darle una palabra cariñosa». Pese a ser china la impulsora del proyecto, no hay ningún requisito de nacionalidad o religión: «No les preguntamos por su religión, si tienen una necesidad les ayudamos», afirma Lili.

«Hoy llego más tarde porque vengo del SEPE». Es Manuel, tiene 61 años y lleva parado desde 2007. Era comercial y con la prestación que recibe no le llega para pagar el alquiler, los recibos y la comida, por lo que visita comedores sociales desde hace 4 años . Cuando conoció el proyecto de Lili, no se lo pensó: «Dije: como estoy parado y no me queda casi dinero para comer voy a venir a ofrecerme de voluntario . Todavía no lo soy, pero estoy en ello», explica. De momento desayuna cada mañana y habla con el resto de presentes, y cuando se acerca la hora del cierre, las 11.30 horas, se despide: «Me voy a la biblioteca a meterme un poco en internet». Juan [nombre ficticio], en cambio, visita por primera vez el comedor. Él tiene 49 años pero, como Manuel, lleva varios años en paro. Conoció el local gracias a uno de los voluntarios y asegura que volverá a desayunar allí , pero también se ofrece para ayudar. En total, son 21 los voluntarios que se prestan en el comedor. Y siguen sumando. Aunque a Lili, como madre, no le gusta ver a niños en su local para evitar posibles estigmas , a cambio, ofrece tostadas y leche a sus padres para que puedan tomar el desayuno en casa.

Colaboración de empresas

El Molino de Santa Cruz ofrece su aceite; así como Mercadona o la empresa de artículos de limpieza Kiriko contribuyen con sus productos a esta labor social, entre otras empresas. Pero también particulares aportan su granito de arena: «Esta mañana un hermano de la iglesia ha traído todas las naranjas que tenía, y otro lentejas», explica Lili, que ha conseguido también la colaboración de empresas chinas .

Estos contactos con compañías asiáticas los tiene, en parte, a raíz de sus antiguos negocios, ya que antes de abrir el restaurante regentó una tienda de ropa y un bazar . Ahora se siente satisfecha porque ha cumplido «un sueño de cuando era pequeña». No el comedor, ella quería ser « médico sin fronteras y elegí los estudios para ser médico». Es ginecóloga de formación, y aunque las dificultades para convalidar su título en Europa no le han permitido ejercer su profesión, sí ha conseguido ayudar a la gente, aunque sea fuera del campo de la Medicina. De momento sólo con desayunos, pero ya están preparando un servicio de entrega de comida para asistir a todas las personas posibles.

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