REPORTAJE

Desahucio en 48 horas en Córdoba

Una pareja de divorciados de la calle Marbella se aferra a una última esperanza antes de la ejecución de la sentencia

María del Carmen y Pedro, este martes en la cocina de su casa ROLDÁN SERRANO

R. AGUILAR

UNA virgen del Carmen pasa calor en la cocina a la luz de una vela solitaria que no se apaga porque no corre el aire en la calle Marbella. En el segundo piso del número 16 de esa acera del Sector Sur las siestas tienen los días contados. Lo dice una sentencia judicial que María del Carmen Gañán, la dueña del piso mínimo junto a su marido —su exmarido, porque ésa es otra historia—, rebusca en los cajones de una cómoda descuadrada. El papel pone que este viernes han de abandonar su domicilio. A las diez de la mañana.

En la sobremesa, la sala principal del inmueble está en una penumbra de pobreza y desolación. Un ventilador se menea en la modesta estancia en la que antes hubo dos: un salón y una salita que cuando la economía familiar lo permitió acabaron fusionándose en una sola habitación más espaciosa. Eran otros tiempos: el dinero no es que sobrase, pero sí que había, sí que entraba por las puertas de la casa que todo indica que quedará en manos del banco en solo unas horas.

«Hipotequé mi casa para pagar créditos y luego me quedé en paro»

Pedro se lleva las manos a la cara. Se frota los ojos. Es el gesto de quien no se cree lo que le está pasando. «La vida, que viene como viene», lamenta entre frase cortas que se ahogan en la atmósfera cerrada que delimitan cuatro tabiques y dos puertas, una que da a la cocina y otra que abre el paso a un corredor mínimo con dos habitaciones y un aseo. «No lo vi venir, no lo vi venir», añade parco. La historia de la decadencia familiar —la pareja tiene tres hijos, el menor de 28 años y que vive con ellos— comenzó con la crisis. «Me iba bien, podríamos decirlo así. Tenía un taller de pintura de coches en La Torrecilla y me ganaba la vida. Pero la cosa empezó a torcerse porque los encargos vinieron a menos cuando la economía se vino abajo y afuera nadie quería contar conmigo: por mi edad ya no era rentable para otras empresas», relata Pedro.

Hace seis años

Y entonces llegó la hora de tomar la decisión que está en la génesis del serio problema con el que ahora se las ve junto a María del Carmen, de quien se divorció hace dos años pero con quien sigue conviviendo porque el dinero no da para que cada uno haga la vida por su lado. «Tenía varios créditos personales y pensé que lo mejor era unificarlos, así que hipotequé este piso para poder afrontarlos», explica el padre de familia. De aquello hace seis años. Pedro cerró la operación con Cajasur por 76.000 euros. «Eso fue lo que me dieron por el valor piso, lo que pasa es que luego tienes que pagar el doble, a razón de trescientos cincuenta euros al mes durante no sé ya cuántos años... Pero yo solo pude hacerme cargo de las letras durante un par de años. Después me quedé en el paro... y por eso estamos como estamos», declara el vecino de la calle Marbella, de 58 años.

«Trabajé haciendo casas, pero cuando lo dejas no te queda nada», lamenta ella

Su mujer —su exmujer, mejor dicho— asiente. «Yo colaboré en lo que pude. Trabajaba llevando mi casa y también como asistenta en otras, pero el problema es que ahí nadie te asegura y no te queda nada cuando dejas de ir», apostilla María del Carmen, que es tres años menor que su exmarido.

Desde que tocaron fondo la pareja y su hijo menor viven con los 426 euros que ingresan por la ayuda pública de soporte básico. «Pagas la luz, el agua, la comunidad y con lo que te queda tienes que apañarte para comer, o para medio comer...», musita el hombre, que está asesorado por la Asociación de Familias Necesitadas (Anfane). ¿Y qué van a hacer si nada ni nadie remedia el desahucio? Pedro y María del Carmen se miran sin encontrar respuesta. La vela de la cocina junto a la Virgen del Carmen sigue encendida como un reducto de esperanza.

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