Aristóteles Moreno - Perdonen las molestias

Decrépita juventud

El Pabellón del Sector Sur pasa por la piqueta 16 años después

La alcaldesa, con el documento de cesión del pabellón ABC

Cuidado con los nombres. No son un conjunto de signos vacíos. Se trata del primer y más importante rasgo de la identidad y puede terminar volviéndose en contra como un «boomerang» imprevisto. O como un mueble desvencijado escupido al cabo de los años por las olas del mar. Pues bien. El oleaje del tiempo nos ha devuelto el Pabellón de la Juventud moribundo y decrépito. Estaba allí pero no lo veíamos. Recordándonos cada día, cada hora, cada segundo que el abandono es un estado indigente del espíritu.

El edificio fue construido en octubre de 1964 en el corazón de un barrio habitado por un revuelo de chiquillos y una vida plomiza plagada de necesidades. Durante tres décadas se convirtió en el epicentro del deporte bajo cubierto. En el refugio de las disciplinas menores. Desde el judo al balonmano, de la esgrima al ciclismo, del futbito a la lucha libre, del voleibol al baloncesto. Sus cimientos fatigados conservan la memoria de la victoria y la deshonra de las derrotas. Y entre sus muros dormitan los triples de Epi , las instrucciones de Abilio Antolín , el aliento de Flora Nadales , la libreta de Antonio Reyes, el resuello, en fin, de miles de jóvenes que encontraron aquí un templo para soñar.

En 2001 su corazón dejó de latir y sus puertas fueron tapiadas como se esconde la vergüenza para que no nos abrume. Han pasado 16 años y una sucesión de dislates, un aguacero de excusas, una cadena de errores, un océano de indiferencia y las escaramuzas políticas de siempre. Dicho de otro modo: sobre las paredes enladrillas del fantasmagórico edificio nos hemos retratado al modo en que lo hicimos con el Teatro de la Axerquía , el Hospital de Noreña, el Estadio de fútbol, la Muralla del Marrubial y tantos otros espectros de nuestro desdén.

El martes pasado vimos en la prensa la fotografía convencional de cada semana. Un grupo de representantes públicos posaban ante el cadáver del polideportivo a imagen y semejanza de las instantáneas que inmortalizan a los cazadores sobre elefantes muertos. No es exactamente igual, nos reprenderá usted. Y es verdad. No es exactamente igual . Pero hay algo en la jactancia de ambos que nos reconcilia con el bello animal postrado y el imponente polideportivo que agoniza.

Todo indica que nos acercamos al final de esta indecencia por la que nunca nadie rendirá cuentas. Unos señalan a otros y aquellos apuntan a los de más allá en un carrusel interminable de cinismo y tiro porque me toca. Pero no cantemos victoria todavía. Que los expedientes los carga el diablo y la administración pública está llena de emboscadas y contratiempos de toda naturaleza.

Antes de marzo, la piqueta demolerá este símbolo hiriente de la incompetencia. Los operarios reducirán a escombros la memoria de la desidia, agruparán los restos de la indolencia, liquidarán las pruebas del bochorno y a otra cosa mariposa. Así es la lógica circular de este juego sin fin que se atasca en las tuberías de la burocracia por razones que nadie nunca nos explicará con suficiente claridad.

Cuidado con los nombres. Que echan a rodar y pueden regresar como un «boomerang» . Si a un polideportivo lo bautizamos de la Juventud lo mismo mañana se nos aparece viejo, desahuciado y menesteroso para recordarnos el resto de los días la ineptitud con que manejamos la gestión de la cosa pública. Y eso no es conveniente en los tiempos que corren.

Decrépita juventud

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