Crónicas de pegoland

Las decisiones valientes

La disyuntiva es la bolsa o la vida, pero que lo haga otro

Acceso al Reina Sofía Valerio Merino
Rafael Ruiz

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CADA vez que un político A pide a un político B que tome «decisiones valientes» tengan por seguro que lo que quiere es que otro decida por él en los aspectos más desagradables de la existencia. Aparten de mí este cáliz, que soy el de las pepsicolas y he venido a dejar cuatro cajas perfectamente remuneradas. Es ley de vida que a los españoles siempre nos ha gustado ser gobernados -el dislate del «vivan las caenas»- que tomar nuestras propias decisiones haciéndonos responsables de sus consecuencias, incluso cuando éstas afectan a la vida y a la hacienda.

Tradición vieja que hizo que, en España, los liberales de verdad sean cuatro o cinco mal contados , seis si tenemos en cuenta al notario Díaz Vieito. La cosa pasa últimamente de castaño oscuro por la situación, curiosa, de que todo el mundo quiere cargos menos cuando el cargo hay que ejercerlo en sus más rancios sinsabores. «Animo a equis a tomar medidas ejemplares», se escucha en las intervenciones de nuestros ministros, ministritos y ministrables repartidos por la estructura del Estado todo. Lo cual viene a ser una fórmula fina de tonto el último por no usar el homófobo concepto de maricón.

La diferencia estriba en estos momentos en la bolsa o la vida, como es de todos conocido. Todas las medidas agresivas que conducen a preservar la salud pública son nitroglicerina para la economía. Todas las medidas que favorecen la economía son golpes de látigo a la salud pública y a las posibilidades de sobrevivir de los españoles en un estado más precario por edad o enfermedades preexistentes.

A falta de vacunas (todos los anuncios que se han realizado son irresponsablemente optimismtas), la expectativa de hoy es ser el más sano de la cola del paro o, en su defecto, seguir con una cifra de contagios que hace que los gobiernos europeos se pregunten seriamente si es que nos comemos la boca con el primero que pasa por la calle. Tengan por seguro que ni los de las decisiones valientes están dispuestos a un confinamiento a palo seco, como el del 14 de marzo, que nunca se planteó que no era la mismo Madrid que Huelva. Por cierto, ¿ qué comerán en Huelva que se contagian tan poco ? ¿Serán ciertas las propiedades curativas de la gamba blanca, del huevo de choco?

A más ahuequen la voz pidiendo intervenciones exteriores decididas, mayor es el canguelo. Mientras más se exija la apuesta por la salud pero, oiga, sin tocarme la economía que ya saben ustedes de qué vivimos, peor pinta tiene la cosa. Si hay una crisis sanitaria y otra económica, me da que la moral no le va a la zaga. Porque lo que ha ocurrido es una dejación absoluta de responsabilidades que arranca el día en que se dijo que no era la cosa para tanto y termina en este baile de competencias donde lo importante no es qué se hace sino quién se come el marrón de hacerlo. Llegará, supongo, el momento de hacer cuentas de esto. O no. Que nos vamos conociendo.

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