ARTES ESCÉNICAS
La danza cordobesa que triunfa por el mundo
Bailarines formados en la ciudad en los 80 logran desarrollar exitosas carreras en los principales ballet
La danza cordobesa vivió uno de sus días inolvidables en otoño del año pasado, cuando se le concedió el Premio Nacional a dos artistas de aquí: Antonio Ruz y Olga Pericet . Aquel éxito no era sin embargo más que la punta del iceberg, pues el buen nivel de los bailarines cordobeses actuales, nacidos a finales de los 70 y comienzos de los 80, no se limita sólo a estos dos artistas sino que se extiende mucho más allá aunque por la ciudad pase algo inadvertido. Y es que hay otros nombres que brillan fuera de las tierras cordobesas y que se formaron aquí. Es el caso de Antonio Correderas , primer bailarín hoy del Ballet Nacional de España , de Mónica Tardáguila , bailarina del Semperballett de Dresde , en Alemania, o de Valeriano Paños , que, tras una larga experiencia en formaciones como el propio Ballet Nacional, triunfa ahora con su propia compañía. Con ellos ha hablado ABC para conocer su experiencia y para visibilizar a unos artistas que quizá no tienen hoy en Córdoba el reconocimiento que merecen y que sí disfrutan los creadores de otras disciplinas.
Antonio Ruz anda ahora de regreso en Madrid tras un viaje a Alemania y con muchos proyectos que bullen en su mente, siempre inquieta. Durante años, estuvo en el ballet de Víctor Ullate , pero desde hace una década gestiona su propia compañía, con la que se presentará el próximo diciembre en el Teatro Real de Madrid , gran templo de la escena española. El bailarín y coreógrafo no empezó sin embargo ahí arriba, claro, sino en las calles de Córdoba. Como un niño cualquiera al que le gustaba bailar sevillanas. Fue a clases siendo muy pequeño con la gran bailaora flamenca Concha Calero y allí le picó el gusanillo. De ahí dio el salto al Conservatorio Superior de Danza Luis del Río y encontró esa formación rigurosa que luego, con sólo 16 años, le haría marcharse al ballet de Ullate, en el que acabaría siendo una de las grandes estrellas y protagonizando grandes giras internacionales por Europa y América.
De aquellos años primeros recuerda Ruz que no eran fáciles, pues había que compatibilizar el aprendizaje en el Conservatorio con los estudios ordinarios en el Instituto. «Aprendíamos danza, flamenco y ballet clásico y también una disciplina y una constancia que me han valido para el resto de mi vida», explica. En Córdoba reconoce que «tenemos la base del baile flamenco , muy presente en la ciudad con numerosas academias» y añade otro elemento clave: el buen profesorado que se encontraron en el Conservatorio, con profesoras legendarias en la ciudad como Araleo Moyano y contactos tan interesantes como el del gran bailaor y coreógrafo Javier Latorre . «Nos dieron una gran formación básica que luego nos ha servido en todo lo que hemos hecho y también fueron mis profesoras, por ejemplo, las que hablaron con mis padres y me animaron a salir fuera de Córdoba», recuerda. Ruz explica que la formación en este oficio «nunca acaba» y cree en la necesidad de reinventarse «casi a diario », en su caso con proyectos tan interesantes como el que este verano lo llevará a Colombia para investigar sus danzas populares.
La misma opinión la comparte Olga Pericet , que también pasó de niña por la Academia de Baile de Concha Calero y que habla maravillas del profesorado que tuvo en Córdoba. Del Conservatorio recuerda que fue en realidad pionero en muchas cosas, ya «que permitió que pudiésemos asistir a clases puntuales de grandes maestros en activo que pasaban por aquí, algo que aún no se hacía en el resto de España». Olga, ganadora de un premio Max y que es hoy una de las bailarinas españolas más célebres, también decidió marcharse a Madrid. Se recuerda «como un pajarillo» que iba de audición en audición sin que le hiciesen mucho caso pues nadie la conocía y no contaba con padrinos. «Yo era muy joven, pero lo tenía muy claro, sabía lo que quería, y por eso pude aguantar, hasta el punto de que pienso que al final estaba predestinada», explica. Tras la consecución del Premio Nacional de Danza , reconoce al igual que Antonio Ruz que algo ha cambiado en su vida artística y que goza de una mayor visibilidad. Acaba de protagonizar Pericet en el Teatro del Canal de Madrid el montaje «Un cuerpo infinito», un tributo a Carmen Amaya , y ahora ya bullen por su mente nuevos proyectos.
Desde Dresde, en Alemania , atiende a ABC Mónica Tardáguila , otra brillante representante de esta generación de bailarines cordobeses. Recuerda que ella comenzó tarde a bailar, con 12 años, y que eso hizo que mucha gente le dijese que quizá no podría llegar. Se formó también en la escuela de danza con Araleo Moyano , que hoy sigue siendo buena amiga y consejera, y con solo 16 años ya estaba en la Escuela de Víctor Ullate . Comenzó allí en el cuerpo de aspirantes «pero fui subiendo hasta convertirme en bailarina principal, algo que no era fácil». Mónica acabó sin embargo cansada de la dinámica de Ullate, por lo que, tras un breve paso por la enfímera Compañía de Madrid , se marchó 2007 hasta Alemania para hacer audiciones en Dresde. Logró plaza en el célebre ballet de esa ciudad y explica que «aquí he podido desarrollar una carrera muy completa en estos 12 años», con registros muy variados e importantes giras internacionales. Lamenta sin embargo que el ballet sea en países como Alemania algo mucho más respetado que en España, aunque aspira a volver a su Córdoba natal una vez concluya su carrera para poder enseñar a los más pequeños que empiezan todo ese bagaje que ha podido adquirir en una larga y rica trayectoria.
También integrado en una gran compañía está otro cordobés, Antonio Correderas . Concretamente, en el Ballet Nacional, del que es primer bailarín. Cuenta Antonio que para él es un orgullo «poder representar a España» y explica que lleva con gusto su oficio a pesar de que ensaya a diario desde las 10.15 hasta las 16.15. Él también recuerda con cariño sus años de formación en Córdoba y habla de profesoras que le marcaron como Estrella Muñiz y María del Carmen del Rí o . «Yo entonces no le daba la importancia que tiene a la formación, pero ahora me doy cuenta de que sin ese bagaje yo no sería lo que soy2, afirma. Correderas prepara estos días la gira que el Ballet Nacional emprenderá por Chile y Argentina, pero no deja a un lado su labor más personal, que ahora lo tiene metido en un espectáculo propio, titulado « Orden ». «Estoy en un buen momento -concluye- pues me siento ahora mismo muy querido y respetado.
El último testimonio queda para Valeriano Paños , otro bailarín cordobés que triunfa con la compañía que codirige junto a Rafael Estévez . Hace unos días ha estrenado la pieza «El infinito», creada por Estévez para «El cuerpo del dolor» de Olga Pericet , y ahora prepara junto a su socio «El sombrero», una «fantasía coreográfica inspirada en el proceso creativo de ‘Le Tricorne’, de 1919». Paños recuerda con cariño sus años de formación cordobeses y explica lo mucho que aprendió con Araleo Moyano de ballet clásico y de Javier Latorre de baile flamenco. También de Nuria Leiva y Eva Leiva . Paños ensalza igualmente los cursos de verano que preparaba Maica Moyano, la posibilidad que tuvieron de ver grandes ballet en el Gran Teatro o de que la ciudad contara ya con un Conservatorio de Danza y con un compañía como Ziryab Danza , fundada en 1988 por Javier Latorre y Nuria y Eva Leiva, entre otros, y cuya vida duró hasta mediados de la década de los noventa.
Nani , que así se conoce a Valeriano, explica que fueron sus padres los que animaron a él y a su hermano Álvaro Montes , también bailarín profesional, a que se adentrasen en este mundo, tan difícil como lleno de belleza. Y concluye diciendo que para él ensayar muchas horas al día no es un problema, sino que «el problema sería no poder bailar». Una fuerte vocación la de Valeriano, que en términos similares comparte esta gran generación de bailarines y coreógrafos , con buena formación en origen y no poco sacrificio posterior, han puesto a Córdoba en el mapa de la danza española.