JOSÉ LUQUE VELASCO - DESDE MI RINCÓN
Cultura y valores
Los responsables políticos son incapaces de ponerse de acuerdo, porque no miran el bien común sino su egoísmo
La semana pasada tuve el placer de asistir, junto con un gran número de miembros del Poder Judicial, compañeros, amigos y familiares de José Rebollo Puig, al acto de imposición de la Cruz Distinguida de 1ª Clase de la Orden de San Raimundo de Peñafort que a solicitud de numerosas personas e instituciones le había concedido en Ministerio de Justicia. En su agradecimiento expresó su profundo amor, entre otros, a Córdoba. Es de justicia que para tratar un tema puntual, traiga a la memoria alguna de las respuestas que dio a las cuestiones planteadas por Aristóteles Moreno en la entrevista realizada, en este mismo Diario, hace ahora algo más de cinco años.
Preguntado por la Ley que necesitaba urgente reforma, Pepe -así lo escribo pues así lo llamo- tras una de sus finas ironías, manifestó que él «incidiría en la formación y en la cultura. En los valores». Continuó diciendo que «me dan miedo esos grupos de gente joven vociferante y rompiendo cosas. Algo está fallando». Cinco años después no creo que esté solo en esa desconfianza respecto de ciertos grupos de personas que usan la violencia de palabra o hechos para conseguir sus objetivos. En España se han perdido muchos valores que son necesarios para garantizar una pacífica convivencia. El esfuerzo y el mérito han sido sustituidos en la vida pública por el silencio cómplice y la fidelidad al poder. Los resultados saltan a la vista. Demasiado tiempo sin gobierno. Los responsables políticos son incapaces de ponerse de acuerdo, porque no miran el bien común sino su propio egoísmo y ambición. Las ideologías están en cambalache por puestos de poder. Y frecuentemente vemos que quienes detentan ese poder fácilmente se corrompen.
Cuando el periodista le pregunta por la extravagancia que peor digiere de Córdoba, Pepe responde sin pararse en florituras: «La mediocridad de la clase política». En Córdoba, esa mediocridad está originada, entre otras cosas, por las limitaciones que por su torpeza los políticos locales se auto-imponen. Córdoba tiene un capital cultural y moral impresionante que, como es lógico, está en las personas. Pero nos hemos empeñado en vivir de espaldas a ese patrimonio.
No hemos sabido o no hemos querido involucrar en la vida política a esos valores que tenemos y que conforman nuestro más valioso patrimonio. Y no me cansaré de repetirlo. Esa voluntaria limitación es el mayor freno a nuestro desarrollo.
Si Córdoba quiere prosperar tiene ahora la oportunidad de liderar el cambio. No un cambio en el poder, sino un cambio de mentalidad y de manera de actuar. Un cambio que ponga en valor ese patrimonio cultural y de valores del que hablamos y que existe generosamente en nuestra ciudad. Confiar en otro camino es dilapidar el tiempo y el esfuerzo de todos.