Cartas a Córdoba

Cultura restringida

¿Sola tú, Córdoba? Ha tenido que venir una pandemia para Lorca lleve razón

Pablo García-López, con la Orquesta de Córdoba ABC
Francisco Solano Márquez

Francisco Solano Márquez

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Querida Córdoba: A menudo me alimentaba de « cultura a las ocho de la tarde » (ya sabes, Córdoba, conferencias, conciertos, teatro, libros, exposiciones y otros sustentos para el espíritu, pues no solo de pan vive el hombre) pero llevo, llevamos, largos meses de ayuno y cultura restringida, demasiados ya, a causa de la maldita pandemia que arrebata vidas y nos acojona, recluyéndonos en casa por orden de la autoridad o por miedo.

Algunas veces la autoridad entreabre la puerta, ea, podéis salir, nos confiamos y pasa lo que pasa, que vuelve la dama de negro mientras don Simón pelea con la siniestra curva para doblegarla, qué rebelde la curva. Antes, las curvas que nos inquietaban eran las de la carretera antigua de Cerro Muriano, pero ahora la curva que nos deprime y nos atemoriza, ¿me tocará a mí?, es la de la pandemia, devoradora insaciable de vidas.

Terrible, Córdoba. «Abuelos, espero que esta cosa del Covid 19 termine pronto porque quiero veros» escribe con su letra balbuciente mi nieto benjamín, que hoy cumple ocho, criaturita, sufrir este calvario a tan tierna edad. Pero no quiero hundirme en la melancolía, querida Córdoba, pues mi lema vital para estos tiempos de zozobra e incertidumbre se resume en dos palabras, paciencia y optimismo, aunque a veces cueste: paciencia para soportar lo que dure este castigo bíblico y optimismo para imaginar la luz al final del túnel, la vacuna redentora que nos devuelva los abrazos, los besos, el trabajo, las celebraciones, los bares y restaurantes, los teatros, los conciertos, las fiestas, los viajes, la vida en fin sin restricciones ni distancias ni semblantes enmascarados como si fuéramos malhechores.

Es triste ahora comprobar cómo el verso oscuro de Lorca, «lejana y sola», se cumple como un oráculo siniestro a partir de las seis de la tarde, cuando bullían tus calles, tu gente, tus visitantes, tu comercio, tu cultura, tus bares y tu ocio. ¿Sola tú, Córdoba? No me lo puedo creer. Ha tenido que venir la maldita pandemia para darle la razón a Lorca.

Entre el miedo y las restricciones, la abstinencia de cultura a las ocho de la tarde nos va empobreciendo. Algunos promotores se arman de valor y ya piensan en trasladar sus funciones a las mañanas del fin de semana. Otros, como la Real Academia, se refugian en el «streaming» y los periódicos conjugan el verbo suspender: se aplaza el Festival de Piano Rafael Orozco que ya tenía preparada su XIX edición, se aplaza la Semana de Gala, se suspende la función «La fiesta del chivo» y se aplaza el concierto lírico que el tenor cordobés Pablo García López iba a ofrecernos arropado por la Orquesta de Córdoba; cuatro ejemplos entre cien. Menos mal que Pablo y la Orquesta han tenido el detalle de regalarnos en You Tube la hermosa canción «La adelfa», letra de Carlos Clementson y música de Ramón Medina Hidalgo.

Una flor que nos salva. Pero cuando la cámara, situada en el escenario del Gran Teatro, gira y enfoca un patio de butacas vacío, se me forma un nudo en la garganta, Córdoba, ay.

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