Aristóteles Moreno - Perdonen las molestias

El culebrón que no cesa

La de Rosa Aguilar y Carmen Calvo ha sido una rivalidad apoteósica

La mañana del 23 de agosto de 2011, se desencadenó una de esas tormentas secas con mucho aparato eléctrico. Carmen Calvo se acercó al micrófono de Radio Córdoba y tronó una frase inflamada de rayos y centellas como de noche de temporal. Dijo exactamente así: «Si Rubalcaba considera que Rosa Aguilar es la mejor opción electoral, les deseo suerte. Yo en esa lista no estaré». La señora Calvo Poyato, ex parlamentaria, ex diputada, ex consejera y ex ministra de Cultura , se refería a la lista por Córdoba para el Congreso de los Diputados .

Rubalcaba eligió, en efecto, a la señora Aguilar, ministra de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino por aquel entonces. Y Carmen Calvo se sumergió en un espeso silencio que ha durado casi seis años. La de Rosa Aguilar y Carmen Calvo ha sido una rivalidad apoteósica. Una de esas guerras entre bambalinas con mucho glamour y metralla de alto voltaje. A su lado, la hostilidad «hollywoodiana» entre Bette Davis y Joan Crawford fue un inofensivo juego de la señorita Pepis.

Si dos estrellas galácticas no caben en un mismo equipo de fútbol, mucho menos podrán compartir una lista electoral. Lo mínimo que puede ocurrir es que se desate una fuerza nuclear de consecuencias imprevisibles. Y aquí había mucha carga atómica. Potencia radiactiva suficiente como para borrar del mapa cuatro Hiroshimas y dinamitar un partido con 138 años de vida. El aparato lo sabía y dejó que las dos locomotoras se lanzaran a todo trapo en sentido contrario y por la misma vía férrea.

La suya ha sido una pugna legendaria. Un combate sordo que se ha librado en la trastienda de la representación pública. Cuando los dos astros rutilantes coincidían en algún acto protocolario, saltaban chispas y descargas eléctricas visibles hasta en la fotografía oficial del día siguiente. Incluso en el desaire exhibían una profesionalidad de Champions League. Ocupaban calculadamente la zona central de la imagen (entre codazos invisibles y puntapiés sin balón) y se obsequiaban con una mueca artificial de serie de sobremesa para hacernos ver que se detestaban con educación.

Las hemerotecas nos han dejado fotos memorables. Una colección de rictus de cortesía y alguna charla impostada que solo los ministros del ramo y los vendedores de enciclopedias saben improvisar sobre la marcha. Por esa razón, se han evitado a toda costa. Para no electrizar el ambiente ni alimentar las intrigas de la prensa canalla. Sobre todo, desde que la señora Aguilar desembarcó en el partido de Carmen Calvo al modo en que Gareth Bale vino a tocarle las narices a Cristiano Ronaldo por la banda izquierda. Ustedes ya entienden.

De alguna manera, las dos políticas cordobesas han descrito historias paralelas. Nacieron el mismo año, comparten formación jurídica y han dado el salto a la escena nacional con notable éxito de público y crítica. Ambas han sido parlamentarias andaluzas, diputadas, consejeras y ministras. Primero despuntó la profesora egabrense; luego, la alcaldesa de Córdoba . Aquella, con su brillantez; esta, a lomos de su instinto felino y un sentido práctico de la vida que hay días en que produce escalofríos.

Carmen Calvo dijo adiós a los escenarios aquella mañana de agosto de 2011. Y cuando ya creíamos que se había retirado para vivir una plácida jubilación junto a sus nietos, un golpe de suerte la ha vuelto a colocar en el camino. Justo en la sala de mando del partido en que milita hoy la señora Aguilar. Hemos visto muchas películas trepidantes, pero como esta, desde luego, ninguna.

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