Salud
Cuidados paliativos en Córdoba, de las palabras que angustian a las que consuelan al final de la vida
Médicos, enfermeros y psicólogos ayudan a pacientes terminales a evitar el dolor y tomar las decisiones de sus últimos días
Las palabras están cargadas con partículas positivas o negativas, casi nunca neutrales. Consuelan o estremecen cuando se oyen, porque el que escucha les da una connotación. Mientras sube el ascensor hasta la cuarta planta del antiguo Hospital Provincial, la cabeza piensa en la Unidad de Cuidados Paliativos y se va llenando de palabras y sintagmas que cortan el aliento y nublan la vista cuando las dice alguien que mira a los ojos para pronunciarlas. Estremecen incluso cuando todo es ajeno. Terminal. Dolor. Cáncer . Insuficiencia. Deterioro cognitivo. Sufrimiento . Morfina . Meses de vida. Desahucio. Desánimo. Sedación paliativa.
Se abren las puertas y al cruzar bajo el letrero se empieza a diluir la sensación de que se entra en el reino de la desesperanza, aunque las palabras permanezcan. Terminalidad . Los que allí están son médicos y enfermeras que saben que todavía pueden hacer mucho por sus pacientes, aunque el diagnóstico sea de enfermedad incurable.
«Es como si ante un accidente de tráfico uno se espanta ante el horror de la sangre, pero ve que hay que actuar, que hay que reanimar, que hay que controlar las hemorragias. No permanecemos expectantes ante el sufrimiento, sino que intentamos dar una respuesta», dice el doctor Antonio Llergo , director de la Unidad de Gestion Clínica de Cuidados Paliativos del hospital Reina Sofía de Córdoba.
Los poetas barrocos sabían que la muerte es parte de la vida, o que es el lugar al que se dirige, pero aquello todavía es un hospital, y no un tanatorio. Su vocación -una palabra cargada para bien- es «tratar a pacientes que tienen una enfermedad avanzada, que no tienen posibilidades de tratamiento específico razonable, y que en la mayoría de los casos cursan múltiples síntomas tanto físicos como emocionales». No son sólo los cuidados de los últimos días de vida, aunque formen parte de ello.
Antonio Llergo: «No estamos expectantes ante el sufrimiento, sino que damos respuesta. Como el que ve un accidente y actúa»
A Cuidados Paliativos llega un paciente cuando su médico encuentra que no tiene posibilidad de tratamiento curativo, pero la medicina todavía puede hacer mucho por él. Ya no hay que prolongarle la vida, dice Antonio Llergo, sino intentar que lo que quede «tenga la máxima calidad y el menor sufrimiento posible ».
Dolor. En Cuidados Paliativos se actúa sobre lo que hace sufrir al paciente: el dolor , la sensación de ahogo, el insomnio, la ansiedad y muchos otros síntomas. Vuelven las palabras: para actuar se dispone de un arsenal terapéutico que no es sólo de fármacos, sino también psicológico, porque en Cuidados Paliativos hay que atender a muchas necesidades que no son físicas, sino psicólogicas y espirituales.
«Hay un dicho que asegura que si tu médico no controla el dolor, cambia de médico ». Antonio Llergo está convencido de ello, porque poco antes ha insisido en que en la mayoría de los casos, el dolor se puede controlar y el paciente mejora.
Siguen las palabras temidas, aunque no sean para tanto. Para tratar el dolor hacen falta fármacos, que son seguros y no acortan la vida, pero es necesario conocer bien su manejo. A la cabeza están los opiáceos, la morfina y los derivados. Es otra palabra - «como una nube negra», dice Antonio Llergo- que asusta, porque además de que se administra muchas veces a enfermos terminales, tiene mala fama: «Son los fármacos más eficaces para el control del dolor, pero también son bastante seguros , siempre que se sepan usar adecuadamente».
Se le pregunta entonces por la adicción y dice que la probabilidad es «prácticamente despreciable , de uno por cada 17.000 casos». Si se usa bien. «Los mecanismos de la adicción van por otros sitios, y no depende tanto de la sustancia sino de cómo la consumimos y con qué finalidades», explica. En Cuidados Paliativos se han administrado a pacientes dosis altísimas en ciertos momentos y luego, cuando ha remitido el problema, se ha eliminado de forma progresiva. Hay otras herramientas, como la radioterapia, que ayude a combatir síntomas, hemorragias y dolores.
No se llamaría Cuidados Paliativos si además de al cuerpo no se atendiera al estado de ánimo. Los pacientes quieren vivir lo mejor posible, pero saben que el tiempo se les va. Hay que ayudar al alma que se enfrenta a lo desconocido, a la angustia, a la ansiedad, al desánimo, a la desesperanza . Los médicos saben de lo que hablan, pero hay tres psicólogos que atienden a los enfermos. La lista de problemas la enumera uno de ellos, José María Martín . Los pacientes demandan « acompañamiento, soporte emocional y manejo de los síntomas». Y si no lo piden, los profesionales lo notan.
«Nuestro gran hándicap es el tiempo . Si intervenimos con tiempo se consiguen muchos más frutos que si las intervenciones son puntuales», relata. El papel de los familiares es siempre fundamental, y también hay que hablar con ellos.
José María Martín, psicólogo: «El paciente debe estar informado en diagnóstico y pronóstico. Lo que se llama la verdad soportable»
Al final de la vida, dice el doctor Antonio Llergo, hay cosas que dejan de ser importantes y otras, al revés, pasan al primer plano. «El sentido de la propia vida, el sentido del legado , la espiritualidad . Y nosotros estamos para que las personas puedan cerrar su ciclo vital, despedirse y poder marcharse con dignidad. Eso incluye la satisfacción de muchas necesidades que no sólo son físicas».
No siempre se puede. El médico acaba de ver morir a un paciente con el que el esfuerzo no ha dado resultado . No se ha despedido tranquilamehnte, no ha cerrado el círculo, y ha muerto en la negación y sin aceptarlo. Pero no es lo común. Cada persona se enfrenta a la muerte de un forma. Antonio Llergo da por buenas las fases que estableció la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross en su libro, del todo vigente, «Sobre la muerte y los moribundos». Pero no son puras ni cronológicas.
«No va primero el rechazo, luego me enfado, luego acepto, luego me deprimo. A veces coexisten y a veces evolucionan. Es difícil, pero ayuda muchísimo la comunicación, el acompañamiento y la no sensación de abandono», cuenta. El paciente que llega después de que su oncólogo le haya dicho que no le dará más quimioterapia , porque no le hará bien, se siente abandonado, desesperado, con rabia.
Se escuchan entonces muchas frases: «Esto va a ser un camino de sufrimiento y de dolor, me voy a morir pronto. ¿Cómo voy a morir?. He sido una buena persona , no he hecho daño a nadie. He trabajado. Seguro que hay otro tratamiento». Se responde con «la hornadez, la claridad, la verdad, la humildad y el respeto. Y casi todo lo hacen ellos», cuenta el médico.
El psicólogo adiverte de que es fundamental que el paciente «esté informado. Que maneje información, la verdad soportable ». Unos se conforman con el diagnóstico, porque el pronóstico les crea ansiedad. Otros delegan el conocimiento y la toma de decisiones. José María Martín habla de dar sentido a la biografía y de cerrar lo que quede pendiente. Hay quien se reconcilia con algún familiar y quien se preocupa, cuenta el médico, por los almendros que plantó y no verá crecer. Es lo espiritual, dice, que es religioso, pero va más allá. El legado.
Queda otra expresión imponente. Sedación paliativa , que llega cuando hay un síntoma que hace sufrir y es refractario a todo tratamiento. «Ante el dolor, el delirio , la sensación de ahogo , todo lo que somos incapaces de controlar y supone un sufrimiento insoportable, se baja el nivel de conciencia y no se ponen otras medidas de soporte», dice. Y se pronuncia por primera vez la palabra muerte, que «no se acorta ni se alarga» con la sedación. Algunas enfermedades lo requieren y se hace con conocimiento expreso y de una forma muy garantista , con mucho respeto por las voluntades y valores de cada uno.
Al terminar han cambiado las palabras, porque se han pronunciado más otras. Acompañamiento . Alivio. Ayuda . Respeto. Verdad. Control del dolor. Legado. Generosidad. Humanidad . Espiritualidad. Al escucharlas todo se llena de la misma luz que la arquitectura de Rafael de La-Hoz llevó al edificio de largas terrazas en que la vida se mima hasta el final.
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