TRADICIÓN
Un cuenco de habas en el Balcón del Mundo
Cientos de cordobeses acudieron ayer a Las Ermitas en la clásica degustación culinaria de la Señora de Belén
Los cuencos son como una reliquia. No es lo mismo comerse un guiso de habas en un plato de plástico que hacerlo en un recipiente de barro que lleva grabado el nombre de la celebración y la fecha en la que aconteció. Carlos Valverde sabe que este tipo de detalles son importantes y por eso no los olvida. Está apoyado en el pretil de uno de los miradores de la explanada que sirve de base del monumento del Sagrado Corazón en el que el padre Antonio, que es prior de la comunidad de los Carmelitas Descalzos de Las Ermitas , acaba de ofrecer un oficio a Nuestra Señora de Belén . «Esta vasija es de 1989. Me la he traído con mis cosas andando desde Córdoba», explica Carlos entre cucharada y cucharada del preparado de habas que viene a marcar en cierto modo el inicio de los actos religiosos de primavera en la ciudad.
«A nosotros nos da energía que venga tanta gente. Es un don de la vida», afirma el padre Antonio
Carlos es un asiduo a estas citas. Quizás sus amigos de la Hermandad de San Álvaro , con sede en Santo Domingo , lo echan de menos. «En todos lados no se puede estar. Uno tiene que elegir, aunque sea difícil», explica quien lleva grabado el escudo de la ciudad en el bolsillo de la pechera de su camisa y quien ha sido uno de los peregrinos desde el centro de Córdoba hasta el enclave de las primeras estribaciones de la Sierra. Ha formado parte, entonces, de la «serpiente de color» a la que se refiere el presidente de la Asociación de Amigos de las Ermitas , Juan Manuel Fernández, cuando habla de los asistentes que han llegado a pie.
«Cada vez hay más gente que se anima a dejar el coche en casa y a venir caminando. Y con el tiempo que ha hecho esta mañana daba gusto dar un paseo hasta aquí. Hasta el Balcón del Mundo , que es donde estamos», subraya mientras cumple con denuedo su función de anfitrión. Porque no es un domingo cualquiera. Y Fernández lo sabe. Quizás es el día del año en el que más luce el músculo que ha sacado la asociación que dirige desde hace unos años. El trabajo mano a mano con la comunidad religiosa ha sido intenso y ha dado sus frutos. El último, la adquisición del cuadro « En las Ermitas de Córdoba », una pintura de finales del siglo XIX del autor local José Serrano Pérez.
El prior, agradecido
El trabajo de los Amigos de las Ermitas y los Carmelitas Descalzos ha sido intenso y ha dado sus frutos
El prior habla agradecido. «A nosotros nos da energía ver aquí a tanta gente. Es un don que nos da la vida», confiesa el carmelita, que aclara con sorna sana que el adjetivo de «descalzo» sigue en la cabecera de la orden aunque por una cuestión meramente formal. « San Juan de la Cruz empezó sus misiones con los pies desnudos... Hasta que llegó Santa Teresa y le dijo: ‘Hombre, ponte unas sandalias que tampoco pasa nada y vas a hacer el mismo bien en la Tierra’».
Sonríe cerca Pedro Jesús Muñoz de Córdoba, el secretario de la Asociación de Amigos y que, sobre todo, es el autor de numerosos estudios acerca del origen del enclave asceta. «Él es el guía de las visitas comentadas que hacemos de un modo gratuito el último domingo de cada mes», aclara Juan Manuel Fernández junto a la carpa en la que varios cocineros de Bodegas Campos les dan el toque maestro a las habas. El reloj marca ya casi las dos de la tarde y empieza a llover. Carlos Valverde, cuenco en mano, se reclina en el borde del mirador como quien se asoma al mundo que está ahí debajo sin que le importe lo más mínimo que el agua empape la camisa en la que lleva grabado el escudo de la ciudad.