HISTORIA
Cuatro décadas de democracia en Córdoba: la primera corporación municipal cumple 40 años
El 3 de abril de 1979 se celebraron las primeras elecciones donde se designó un alcalde democrático, Julio Anguita
-knIF--1248x698@abc.jpg)
Como en el inicio de la novela de García Márquez, todo era nuevo y, para nombrar las cosas, había que señalarlas con el dedo. Pero han pasado solo 40 años del tres de abril de 1979, la primera vez desde 1931, en las últimas horas de reinado de Alfonso XIII, en que el cargo de alcalde de Córdoba salía de una votación celebrada por el pueblo. Julio Anguita González fue elegido aquel día de 1979 como el primer regidor salido de las urnas desde Eloy Vaquero dado que, por mucho que se insista, la Segunda República nombraba a las autoridades municipales por designación digital. Un militante del Partido Comunista se sentó en democracia en el despacho de la entonces sede de la calle Pedro López gracias a que su formación fue la fuerza más votada con ocho de los 27 concejales que entonces componían el Pleno. La UCD de Diego Romero consiguió siete escaños por otros siete los socialistas de Antonio Zurita de Julián . El PSA de Francisco Martín se convirtió en el grupo minoritario con cinco concejales. Coalición Democrática, donde estaba la Alianza Popular de Fraga, se retiró de las elecciones.
La historia habla de ese mandato como el de concentración de izquierdas dado que el gobierno municipal se configuró con un pacto político firmado en Madrid por socialistas y comunistas con el apoyo en Andalucía del PSA. La realidad es que fue un mandato lleno de titulares de cuerpo grande donde se tomaron algunas de las decisiones que configurarían la ciudad de Córdoba actual.
-kYuH--510x349@abc.jpg)
Solo hay que ver las fotos que acompañan esta información para entender lo que ha cambiado. De todos los miembros del Pleno, solo cuatro eran mujeres: Manoli Corredera (PCA), María Teresa de Blas (UCD), Ángeles Aparici (PSOE) y Cristina Bendala (PSA). También cambiaba el paisaje En los bancos del gobierno, se veía ahora a «compañeros de viaje» como Rafael Sarazá , a represaliados de la izquierda del postfranquismo como Pepe Villegas y, entre el público, la figura del último alcalde del franquismo, Antonio Alarcón Constant , junto a gente que las había pasado canutas como Ernesto Caballero o Rafael García Contreras .
Todo estaba tan por hacerse que uno de los primeros debates fue si los concejales tenían que cobrar. Hasta 1979, no había un salario propiamente dicho por ser alcalde o concejal, según cuenta el historiador Jesús Padilla . Con la abstención del PSA, se optó por una estructura piramidal con un sueldo del alcalde de 127.500 pesetas mensuales (unos 3.900 euros de ahora, si se hace la cuenta de la inflación) y cantidades menores para los tenientes de alcalde (entonces, los había del gobierno y de la oposición) y para los subdelegados, lo que hoy son concejales de gobierno.
El mandato fue, efectivamente, el de la consolidación de aquel maestro comunista que empezó a ser conocido por el apodo del « califa rojo ». También por las medidas que hubo que tomar, no sin polémica. Una de las principales fue la municipalización del servicio de autobuses ya que Aucorsa era una empresa de capital privado con una concesión municipal. Aquello se produjo tras una huelga en la empresa por los reiterados impagos. Emacsa era en aquellos primeros momentos de la democracia la única empresa pública y el gobierno se componía de cargos que ahora consideramos exóticos, como el responsable de Quintos , el presidente de la Junta de Reclutamiento o el delegado municipal en la Agrupación de Cofradías .

Córdoba era una ciudad que aún no tenía agua corriente en todos los barrios, como recuerdan los concejales de entonces, y donde los Grapo repartían miles de chorizos en la Huerta de la Reina . Aquel mandato pondría las primeras piedras de lo que vendría después y demoraría algunas decisiones como la ejecución del Plan Renfe . Fueron noticia las tensiones con el Obispado a cuenta de la cesión de Santa Clara a un consejero del Rey de Arabia Saudí, cuando no había polémica sobre los derechos humanos. El famoso « usted no es mi obispo pero yo sí soy su alcalde » de Anguita ha ocultado que el origen del caso sería hoy escandaloso. Se produjeron también tensiones con la Casa Real , que han dejado en segundo plano hechos como que el Pleno de Córdoba pidió el premio Nobel de la Paz para Juan Carlos I por su respuesta del 23 de febrero de 1981. O que Anguita, paladín ahora del rupturismo , compartía acto con sus cuatro antecesores: Rafael y Antonio Cruz Conde (que medió para evitar la venta del Palacio de Viana ), Antonio Guzmán Reina y Antonio Alarcón Constant.
El mandato terminó un poco manga por hombro por la salida del PSOE del gobierno municipal por la oscura compra de unas casas en Blanco Belmonte sin disponer de partida ni informe alguno, donde hoy se encuentra la Escuela de Danza . Fue el último gran error de los socialistas de aquel tiempo, que arrastrarían décadas dejando expedito el camino a la gran hegemonía del PCA y de Izquierda Unida hasta antes de ayer.