Rafael Ruiz - Crónicas de pegoland
Cuarenta años
¿De verdad no se va a recordar como se merece la exclusiva que dio a conocer la existencia del cementerio de El Cabril?
AHORA que una serie de televisión rememora «El Caso», cosa que es digna de agradecer, resulta que se cumplen cuarenta años de la mayor exclusiva que se ha publicado sobre asunto cordobés alguno. En 1976, «Sábado Gráfico», revista fundada por Eugenio Suárez (como el famoso periódico de sucesos), publicó, con texto de Sebastián Cuevas y fotos de José Manuel de la Fuente, la existencia de un oscuro secreto de Estado llamado El Cabril. Hasta entonces, el cementerio nuclear -el lugar donde acababa vaya usted a saber qué, custodiado vaya usted a saber cómo- era una especie de mito de los vecinos, como esas cosas que se cuentan o se intuyen en las comunidades locales.
El relato se ha dejado de contar en una profesión, el periodismo, que tiende a olvidar sus raíces. En una época en la que jugar con fuego aún era cosa jodida (la revista fue enormemente perseguida por la censura), aquel enorme «scoop» -pelotazo, que diríamos aquí- dio un vuelco a la actualidad local. Fue una patada en el estómago porque el régimen franquista había hecho lo posible y lo imposible por mentir a los vecinos de las localidades limítrofes. «Córdoba, cementerio atómico», decía el titular, firmado -como recuerda Paco Solano Márquez- con un seudónimo, Rafael Campiñés, por si las moscas.
A Sebastián Cuevas no llegué a tratarlo pero José Manuel de la Fuente ha sido mi compañero y me ha enseñado un montón de cosas, tan útiles como una navaja suiza en épocas donde nada era tan fácil. Sigue siendo mi amigo a tenor del montón de besos que nos damos cuando coincidimos por las calles. Es un viejo rockero que se ha centrado en sus bodas y sus cosas. Él cuenta que la mayor exclusiva que se ha publicado sobre esta tierra fue fruto de jornadas por el campo, escuchar a los señores en las tabernas de la zona y esquivar a los perros y los militares que custodiaban la llamada mina Beta, entonces en manos de la Junta de Energía Nuclear. «Andar y contar, ese es mi oficio», que escribió Manuel Chaves Nogales, también olvidado de su paso profesional por esta ciudad, donde fundó «La Voz de Córdoba» y escribió uno de sus libros más bellos.
Las efemérides son ya cosa del marketing y el periodismo nunca fue cosa de acordarse como se merece de quien se merece. Ya solo se celebran aniversarios verdaderamente prescindibles de quien puede pagarse las copas en el Círculo. Pero en este caso, no sé qué está esperando la Asociación de la Prensa o quien corresponda para tratar el aniversario como se merece. Con un premio honorífico, un recuerdo, dejando desierto el premio Ciudad de Córdoba para que se lo lleve alguien con mérito suficiente y acreditada solera, y no lo que pasa algunas veces. Aunque sea cuarenta años después, a título de agradecimiento social. Ahora que todavía se puede reconocer el trabajo de aquel equipo que sorteó verjas y caminos en un dos caballos y se jugó el tipo por la verdadera democracia.