Nueva publicación
Cuando el patrimonio de Córdoba era para habitarlo
Manuel Ramos Gil publica el segundo tomo de sus «Casas Señoriales de Córdoba», a partir del Renacimiento
LAS fachadas antiguas que todavía sorprenden al paseante tienen mucho más interés que el estético y desde luego deben despertar una curiosidad más intensa que la de saber quién las habita. Cierto es que lo que se ve desde la calle tiene muchas veces carácter de obra de arte , pero el notario Manuel Ramos Gil se ha detenido en algo más, aunque lo analice. Ya lo había hecho con el primer volumen de su obra «Casas Señoriales de Córdoba» y ahora avanza la publicación del segundo, tan ambicioso y lujoso como el anterior. Si entonces se quedó en la Edad Media y en quienes configuraron la nueva ciudad cristiana, ahora recorre tres etapas históricas: el Renacimiento , el Barroco y lo que ha llamado « tiempos modernos ».
Como antes, no se queda en la descripción de fachadas, sino que habla de cómo evoluciona la vivienda en cada momento, porque además de un compendio y de un catálogo es también un libro sobre las casas de Córdoba y la forma en que actuaban sus propietarios. La Diputación Provincial edita, como hizo con la primera, la segunda parte de esta obra.
Manuel Ramos Gil , colaborador de ABC , asegura que ha querido hablar de la «arquitectura doméstica», y por eso cuenta la arquitectura y lo patrimonial, pero también se extiende en los muebles y en la forma en que la gente habitaba sus viviendas. Y de la misma historia de la ciudad, porque los nobles tienen peso en lo que sucede en Córdoba . El Renacimiento es una época de cambios, porque antes los aristócratas tenían que dedicarse a la guerra y a culminar la Reconquista . A partir de 1492 , cuando se toma Granada , la vocación bélica es menor y en cambio los nobles aprenden de los italianos y adquieren nuevos hábitos.
«El nuevo noble lee, que antes estaba mal visto, estudia y se aficiona a hacer bibliotecas , y se nombran», explica Manuel Ramos. El cambio en su mentalidad se tenía que reflejar en su hogar, y aparecen la biblioteca, el estudio. Por eso el autor insiste en el tránsito «de la arquitectura militar a la palaciega» en la época en que empieza el segundo tomo de su obra. La influencia italiana no es sólo en la distancia: en Sevilla primero y en Córdoba después, atraídos por el floreciente comercio con las Indias, se asientan genovoses. Allí el Renacimiento había empezado mucho antes, y su estilo marca a los nobles.
Capiteles
«Aparece entonces el capitel renacentista», dice Manuel Ramos Gil. Eso significa que se destierra el capitel de acarreo, que había abundado en las casas de Córdoba hasta el momento, y del que todavía quedan muestras en muchos lugares. Eran los que se habían rescatado de la destruida ciudad califal de Medina Azahara en una época en que el concepto del valor histórico del patrimonio no existía como ahora. Ahora sí se fabrican los elementos expresamente y nace el nuevo estilo.
La saga de los Hernán Ruiz , que parte del gótico y termina en el Renacimiento a través de tres generaciones distintas, marca la arquitectura de Córdoba en este tiempo primero en la construcción del crucero de la Mezquita-Catedral y más tarde también en las casas. En pie quedan la Casa de las Pavas y las de los Pavones , la primera como sede del I nstituto de Estudios Sociales Avanzados de Andalucía y la segunda como hotel. Es el sino de estos tiempos, y el autor del libro lo sabe, y no deja de lamentarse de que estos edificios pierdan la función y con ello parte también de su esencia, aunque se conserve una gran parte.
Evolucionan las casas, pero también su entorno, y así también el urbanismo. «Desaparecen las callejas que flanqueaban a las casas y el acceso es mucho mayor», recuerda. Una de las casas que no ha sufrido una transformación para convertirla en otra cosa es la de los Luna , que todos los cordobeses han conocido en la plaza de San Andrés, detrás de la fuente.
Data de la segunda mitad del siglo XVI y la fachada, recuerda Manuel Ramos. No deja de recordar a las obras más conocidas de Úbeda , Baeza o Cáceres . Sus patios y su estructura, incluso el zagúan en recodo, dan fe de su estructura antigua. No muy lejos está la Casa de los Villalones , el llamado ahora Palacio de Orive , que conserva la fachada plateresca y que incluso tiene una leyenda asociada, la de la dama blanca. La de los Páez de Castillejo es ahora el Museo Arqueológico y, como otras, tiene restos mudéjares en uno de los arcos y la casa de los Fernández de Mesa , que conserva la fachada y una parte de la estructura, como la escalera y el patio, es ahora el conservatorio superior de música.
En esta lista está también el Palacio de Viana, un edificio que a lo largo del tiempo se ha transformado y ha tenido incorporaciones modernistas y hasta en el siglo XX, pero que hunde sus raíces en esta etapa.
Las casas conservan fachadas, pero muchas han perdido su esencia de vivienda en los últimos años
En la calle de la Feria , cerca de la Cruz del Rastro , está la casa de los Marqueses de El Carpio , uno de los edificios que todavía llama la atención de muchos cordobeses por su aspecto exterior de castillo monumental.
De ahí se pasa al barroco, que el autor ha datado en la segunda mitad del siglo XVII . No es un libro sólo de arquitectura, y Manuel Ramos cuenta cómo las casas son el reflejo de la evolución social de sus propietarios. Algo común a todas las épocas es que el noble no sale a pie. «En un momento lo normal es que lo hiciese cabalgando, pero aparece el coche de caballos. Y necesitaba sitio para maniobrar y entrar en la casa», recuerda. Eso condiciona el urbanismo, porque se abren plazas y se ensanchan las calles para que estos vehículos, los que pertenecían a las personas principales, puedan acceder a su lugar.
Señala por ejemplo una de las casas del Bailío, la que ahora pertenece al hotel, y que es renacentista. Allí se nota perfectamente el ensanche y el acceso por el que cabe el coche para llegar hasta el patio. Cuando se baja del vehículo, no lejos está la monumental escalera.
En esos años empieza el gusto de los nobles cordobeses por la arqueología, y al mismo tiempo que los libros, también se muestran en las casas junto a otras muestras artísticas como pinturas murales o vidrieras. Es la época del Catastro de Ensenada , que en el siglo XVIII fue el primer intento de hacer un registro de la propiedad inmobiliaria en España.
Los ejemplos también son muchos, como la Casa de los Mayorzagos de los Tres Aguayos, que está en la calle de La Palma, junto a San Pedro, y cuyo monumental patio se puede visitar cada mayo. En el convento de SantaCruz está la casa de novicias, el llamado palacete barroco, y Manuel Ramos Gil se refiere además a la de los González de Giralt , en la calle Cabezas.
Esta zona entre la Mezquita-Catedral y la calle San Fernando es rica en casas barrocas, y por eso Manuel Ramos Gil señala a la de los Muñoz de Velasco, en la calle Pozo de Cueto , y la muy cercana de la calle Cara, abierta a una plaza para que pasaran los coches de caballos con sus propietarios.
De ahí llega hasta los llamados tiempos modernos, que ven la decadencia de la nobleza y el ascenso de la burguesía. Las casas lo notan, porque se conservan mal y sus dueños se marchan a la corte y las dejan. Lo cuenta Pío Baroja en «La Feria de los discretos» en la casa que hoy es la escuela de arte Mateo Inurria , como recuerda Manuel Ramos.
Algunas de las casas más perjudicadas pasan a ser de vecindad, como sucedió el actual Museo Taurino y la Casa de los Caballeros de Santiago. «No era un fenómeno tan malo, porque los vecinos, como tenían poco dinero, no podían destruir y usaban materiales baratos que se han podido quitar después», afirma el autor del libro.
De la última etapa destaca la de los Muñices , en la casa del mismo nombre, la del Conde de Torres Cabrera, que empezaba en las Doblas y terminaba en la que hoy pertenece a la familia Cruz Conde, con patrimonio muy notable, y la del Marqués de Benamejí , en la calle Agustín Moreno . «Para la arquitectura es la época que empieza en el neoclásico y también tiene neobarroco », cuenta.
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