Crónica de Pegoland

Quince mil

El cordobesismo ha celebrado la Copa Federación como si fuese la Liga de Campeones y me parece estupendo, la verdad

La plantilla del Córdoba CF celebra el título de campeón de la Copa Federación Valerio Merino
Rafael Ruiz

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Si el fútbol fuese cosa de millonarios en calzonas haciendo cosas de millonarios en calzonas, la cosa no tendría gracia. Quince mil tíos y tías subiéndose por las paredes un martes por la noche, con los mocos escarchados en un partido de proletarios de la cosa, equipos de la cuarta y la quinta categoría del fútbol español, es lo que le da calidad a la película . Reconcilia con las bases mismas de un deporte que, mayormente, se juega en patios de colegio, entre grupos de amigos, en calles sin tráfico. Aquí tendremos todo el capitalismo global, con fondo soberano catarí incluido, pero sin los quince mil del martes no hay nada, ‘sheij’, paisa.

El cordobesismo , ese grupo humano inasequible al desaliento, ha celebrado la Copa Federación como si fuese la Liga de Campeones . Y me parece estupendo, la verdad. Después de tanto desengaño, hubo una gente que siguió ahí. Y tienen todo el derecho a sentir eso, a liberarse de tanta pena. Suyo es el mérito de haber aguantado directivos que miraban a la grada y veían billetes . De tanta entrada y salida de los juzgados. Del relato espeluznante del ánimo de lucro sobre las lealtades ajenas. De aquellos que financiaron sus vidas con los sentimientos de los demás.

Quince mil seres humanos se congelaron el orto una tarde de martes porque el fútbol es así. Ya puede haberse pasado lo peor que los afectos no se negocian y los principios no se cambian. Y el Córdoba CF tiene detrás a un núcleo duro de incondicionales, a los que da igual con quién o por qué. Nunca se congelará solo.

La entrada del martes estará custodiada en quince mil cajones como la foto de una novia sueca. Quince mil resacas se extendieron por Córdoba. Quince mil pastillas de ibuprofeno de 400 para compensar el triplo de copas de celebración. Quince mil sonrisas que salieron del Arcángel repitiendo el cabezazo, el regate, la finta, el desmarque.

Ese día, le dirán al nieto, vimos el gol de Javi Flores y cómo manteaban a Pepillo . Y a Simo —qué maneras tiene, qué maneras— sacar un balón de la banda saltando sobre el defensa. Esos gestos que hacen que quince mil den botes en sus asientos convencidos de que han visto algo distinto, muy loco y genial.

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