Entrevista
Cristina Santamarina: «Quien no se adapte a la tecnología no sobrevivirá»
Esta experimentada consultora tecnológica augura un mundo lleno de emociones cibernéticas
A una experta en nuevas tecnologías se la reconoce enseguida por su «espanglish». El suyo es un verbo híbrido, a caballo entre el castellano estándar y el inglés informático trufado de cientos de palabros que averigüe usted qué diablos significan. Por ejemplo. Trabajó en una empresa predecesora del «coworking», donde aportaba su «feedback», y es especialista planetaria en «chatbots». Está claro, ¿no? Por lo demás, Cristina Santamarina es una solvente consultora en transformación digital, ha colaborado con firmas prestigiosas y ha arrendado su talento profesional en Berlín, República Checa, Liberia y Congo , antes de elegir Córdoba como puesto de mando para sus actividades.
Se puede leer en su blog: «Human vs bots». ¿Quién ganará la batalla?
Los humanos. Al final, los «bots» se van a tener que adaptar a nosotros.
Pues da la impresión de que va a ser al contrario.
La tecnología que no se adapte a las personas acabará muriendo.
¿Por qué hay que rendirse al mundo digital?
Porque ya está aquí. ¿Por qué hay que aprender a leer? Si no sabes leer, estás fuera de un mundo que ya existe y no vas a poder revertir.
Quien no se adapta muere.
O lo tendrá difícil para sobrevivir.
¿Cuanto más cerca estamos de las máquinas, más lejos estamos de los seres humanos?
Eso significa que estamos utilizando las máquinas mal. Gracias a internet podemos hablar con personas que están en otras partes del mundo a las que nunca habríamos conocido.
¿Las vamos a poder dominar?
Eso pasa por la información. Es el problema de la tecnología. Mucha gente no entiende cómo funcionan ni por qué vemos una noticia y no otra. O el riesgo de meter sus datos en una aplicación y qué se acaba haciendo con ellos. La tecnología es un facilitador de relaciones, de proyectos, de cambio.
La vida es mejor con tecnología.
Sí. La tecnología en sentido amplio.
¿Y ha sido la mayor revolución de la humanidad?
Yo creo que fue la escritura.
Que también es tecnología.
En cierto modo.
¿La escritura desaparecerá?
No creo. Sí se va a convertir en algo parecido a lo que era antes, cuando solo un porcentaje tenía acceso a los libros. Habrá muchas personas que no se preocuparán por lo que está escrito. Para transmitir según qué conceptos no se puede hacer con un clip o un gif.
¿Y usted sigue leyendo?
Sí. Leo mucho en digital, pero para cosas serias me gusta el libro de papel.
La mirarán raro en las convenciones tecnológicas.
Mucha gente de la tecnología seguimos leyendo en papel. Hay mucha literatura de no ficción relacionada con la tecnología y para muchos de nosotros el papel es un desahogo.
Es usted experta mundial en «chatbots». ¿Lo qué?
Son aplicaciones donde en lugar de interactuar con botones y formularios, chateamos. Podemos chatear en una aplicación de mensajería, como Messenger o Whatsapp, en páginas web o con aplicaciones de móvil.
Chatear con máquinas.
Sí. Y te contesta la máquina. Esto no es nuevo. En los sesenta ya se empezaron a hacer programas conversacionales. Pero si te vas a la primera mención sobre máquinas que son capaces de responder es del año 1000. Y en El Quijote sale una cabeza parlante.
Y de interfaces conversacionales sabe usted un huevo.
Me he pegado muchos cabezazos, sí. Construir una interfaz conversacional tiene mucha complejidad. Es muy difícil emular un diálogo con una máquina. Meter la empatía, entender el contexto, el sarcasmo, corregir un error.
¿La máquina entiende el sarcasmo?
Debería ser capaz, pero es difícil.
El sarcasmo es netamente humano.
Sí. El sarcasmo, leer entre líneas, la ironía. Si estás triste o enfadado. Un «chatbot» puede atender a tres, cinco o 10.000 llamadas durante 24 horas y siete días a la semana. No se enfada, no tiene malos días y una paciencia infinita.
O sea, va a acabar con el empleo.
No. Va a automatizar un montón de cosas que a nadie le hace feliz. La clave no es que haya personas trabajando ocho horas al día en empleos miserables sino que es mejor trabajar cinco horas en algo que nos haga felices.
¿Qué mundo nos espera mañana?
No va a haber tantos cambios. La idea que se tenía en 1900 del año 2000 era viajar con minihelicópteros. Al final no pasó eso. El futuro será un cambio progresivo de las cosas que tenemos.
Vamos a una velocidad de vértigo. ¿Eso es bueno para el cerebro?
Hace falta parar un poquito. Estamos expuestos a mucha información y tengo la sensación de que no me da tiempo de reposar bien un pensamiento porque ya estoy expuesta al siguiente.
¿Y cómo nos defendemos de ese atropello diario de información?
Tenemos que aprender a dejar el teléfono aparte. Me preocupa que los gobiernos regulen. Hay que educar a las personas para que se autorregulen. Por ejemplo, en la desconexión digital.
En la era de la información, ¿estamos bien informados?
Tenemos mucha información pero no sé hasta qué punto es la buena. Hay muchas falsas. Si abres un periódico en España y otro internacional, verás que hay noticias que están en portada en Alemania y China y aquí no llegan.
¿La transformación digital nos salvará?
La transformación digital adaptará cosas a la manera en que hoy se pueden hacer. Lo que hace la transformación digital es dar herramientas para hacer procesos de manera más eficiente.
¿Y en Córdoba cómo vamos del tema?
Analizar la digitalización de una ciudad es muy complicado. Tienes desde sectores muy transformados hasta una parte muy tradicional. De Córdoba me sorprendió que encontré más transformación digital de lo que pensaba.
¿Se imagina un día sin móvil?
He tenido días sin móvil.
¿Y no ha caído enferma?
No. Cuando me iba a la selva del Congo me pasaba el día sin móvil. Y aquí hay días en que no le presto mucha atención. Lo hago para desconectar. Sería más sano que lo hiciéramos.
Hoy es la inteligencia artificial. ¿Mañana será el cariño cibernético?
Eso ya está aquí. Hay personas que se relacionan exclusivamente en internet. Y hay un «chatbot» que se llamaba Mitsuku, que es el que más veces ha ganado el premio Loebner, y que ha conseguido que un jurado piense que son personas. Los «chatbots» responden con frases que alguien les ha enseñado.
¿Alguien espía por el ordenador?
Sí. Muchas empresas a las que les cedemos conscientemente nuestros datos. Esas aplicaciones hacen extrapolaciones de datos y saben de ti mucho más de lo que estás metiendo.
Y cuando lo hagan todo las máquinas, ¿a qué nos vamos a dedicar los seres humanos?
Hay cosas en las que una persona aporta un valor que una máquina jamás va a poder dar. Han probado a entrenar algoritmos de inteligencia artificial para escribir poemas y son terribles. Cuando las máquinas se encarguen de hacer lo que no queremos hacer, vamos a poder elegir si queremos trabajar.
Se ve que no se arrepiente de haber abandonado Ciencias Políticas.
No (risas). Yo de Ciencias Políticas lo que quería es tener una visión amplia de cómo funcionan los sistemas. Y la posibilidad de poder trabajar en el extranjero. Y la tecnología me ha dado esa oportunidad.