Covid Córdoba

Covid persistente en Córdoba | Las voces de quienes lo padecen: «No puedo subir las escaleras de mi casa»

Tres testimonios recogen la dureza de la larga convivencia con los efectos del coronavirus

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Inmaculada Poyato, que sufre Covid persistente, posa para ABC antes de atender a este medio Álvaro Carmona

Rafael A. Aguilar

La próxima semana se cumplirán dos años de la irrupción del coronavirus en la provincia . Con la guerra global contra el virus parece que al fin ganada -la sexta ola se desplomó en febrero -, hay cordobeses que aún están librando una larga batalla contra él y sus efectos : son quienes sufren de Covid persistente . ABC reúne a tres personas que lo padecen para que relaten su experiencia.

Inmaculada Poyato

Que le digan a Inmaculada que el peligro del coronavirus está pasado. Ella lleva consigo como una losa el peso de una enfermedad que ha modificado de arriba a abajo su forma de vida y que la mantiene en un estado permanente de incertidumbre. A sus treinta y dos años se encuentra de baja laboral a causa de la maternidad de su segundo hijo.

«Cuando estaba embarazada de él me contagié de Covid. Fue mi marido quien lo trajo de su actividad profesional. El niño también lo cogió», dice la mujer en referencia a su primer vástago, que entonces tenía solo seis meses. Al principio la situación no era preocupante para esta profesional de la administración y las finanzas: corría julio de 2021 y no era raro , sino más bien lo contrario , que en una casa entrara la enfermedad , que por lo general solía cursar sin grandes complicaciones. Pero este no fue el caso de Inmaculada Poyato. « Los síntomas no se me fueron , y evolucionaron a su modo. La tos y la fiebre tardaron en desaparecer, pero apareció la disnea [la dificultad para respirar], el dolor de cabeza tan fuerte que a veces me obligaban y me obligan a acostarme », señala esta vecina de Córdoba capital.

La mujer, que está en tratamiento por coronavirus persistente en el Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba , ha tenido problemas serios a cuenta de las jaquecas , que con frecuencia le impiden concentrarse. «A tanto llegó la cosa que me vi obligada a pedir la baja laboral , porque no podía cumplir con mi trabajo, me era imposible», resume Poyato.

«A veces sufro dolores de cabeza tan fuertes que me tengo que acostar porque no los soporto»

Estas disfunciones van y vienen a pesar del paso de los meses: « Alguna veces me cuesta hablar : empiezo una frase y no soy capaz de encontrar la palabra que quiero decir», reconoce. Esta complicación a la hora de expresarse limita a Inmaculada para tener vida social: «La realidad es que prácticamente he dejado de tener vida social , y eso que antes teníamos mucha, y todo porque no estoy preparada para seguir una conversación », se extiende.

Inmaculada está en manos en Medicina Interna del Reina Sofía desde septiembre del pasado año. Con matices. «Al principio no podían administrarme tratamiento alguno porque estaba embarazada. Ahora, ya sí que tomo pastillas para el dolor de cabeza , además de un complejo vitamínico. Pero para mis despistes no hay nada que me puedan dar... Van y vienen», dice la mujer que a pesar de sus lagunas de memoria nunca olvidará la fecha en la que el coronavirus cambió su vida.

Asunción Cruz es una cordobesa que sufre Covid persistente Álvaro Carmona

Asunción Cruz

Vive en un dúplex en la zona de Poniente y cada vez que llega la hora de comer recuerda que el Covid ha venido para quedarse , porque su familia tiene la costumbre de comer en la planta de arriba y a ella le cuesta subir tanto como si estuviera escalando el mismísimo Everest .

Cuando pasea, y lo hace por más que le duela todo el cuerpo, tiene que sentarse en un banco cada tres y nada porque no le alcanzan las fuerzas, y no son pocas las veces en las que busca la cama a deshoras con tal de estar a salvo de la comezón que le corroe las articulaciones , las extremidades, la columna, la espalda, el coxis. « He pedido que me pongan más medicación , porque así no puedo seguir», explica Asunción Cruz , una vecina de Poniente de 55 años que se dedicaba a la ayuda a domicilio. Su calvario comenzó en enero de 2021, cuando le inocularon la primera dosis de la vacuna contra la enfermedad que ha cambiado el mundo. «A las pocas horas, cuando acababa de terminar de comer, me dio un espasmo, me atraganté... menos mal que mi marido, que es médico estaba conmigo, que si no sé qué hubiera pasado», añade Asunción Cruz.

«La vida me ha cambiado radicalmente, porque ahora necesito ayuda para todo»

El 28 de mayo de 2021 se armó de valor y se puso la segunda dosis en el Centro de Especialidades Carlos Castilla del Pino. «Me tranquilicé porque esa noche la pasé bien, pero por la mañana era incapaz de levantarme de la cama, porque la pierna derecha se me había quedado totalmente rígida, y me entraron fiebre y vómitos, que me duraron una semana», relata. A los pocos días empezaron a atenazársele los dedos, primero los de las manos y después los de los pies, y lo que más me preocupó fue que me dieron calambres en la cabeza», agrega Asunción. Y el Covid llegó para malograr del todo la salud de esta mujer .

«Me contagié en diciembre del año pasado y tuve que estar más de dos semanas aislada, por los antecedentes que tenía», comenta. Entre una cosa y otra esta vecina de Poniente no tiene más remedio que recurrir a la morfina para soportar los dolores . «La vida me ha cambiado radicalmente , porque necesito ayuda para todo . No puedo hacer las labores de la casa, tampoco subir las escaleras de mi casa. En el Reina Sofía me están aplicando un tratamiento para la fibromialgia. Nunca piensas que esto puede pasarte, pero ya ve», indica Cruz.

José Antonio Herrera

«Se lo he perdonado, de verdad. Lo del Covid, no que me dejara». La broma la hace José Antonio Herrera en una conversación con ABC en la que cuenta que fue su exnovia la que le pegó el coronavirus. «Ella era, o es, lo contrario de mí, mucho más atrevida para todo, supongo que eso era lo que más gustaba, o me gusta de ella; durante el confinamiento yo quería mantener las distancias y ella no, decía que no pasaba nada... Hasta que pasó», se extiende este opositor a funcionario del Estado .

«Ojalá le hubiera visto el peligro a la situación. Empezamos a vernos cuando nos dejaron salir por fin a la calle y yo decía que por mí no había problema porque estaba todo el tiempo metido en casa, estudiando como de costumbre, pero que ella, que es dependienta en una gran superficie, tenía sus riesgos. Pero ni caso», señala el joven. « Cogí la enfermedad , claro, como ella, pero en su caso todo fue rápido, enseguida se puso buena y se reincorporó a su puesto de trabajo. A mí no se me iba la tos, ni el dolor el pecho y el estómago . El sabor de las comidas lo perdí enseguida, como el olfato . ¿Se quiere creer que hace un año que no sé a que huele la calle, el mundo ?», se lamenta este licenciado en Derecho por la Universidad de Granada que vive con sus padres en un chalé de la zona de Sansueña.

«Mi madre colecciona las PCR en las que he dado positivo. Yo ya no soy el mismo que antes»

«Todo esto me ha traído problemas. Le eché la culpa a ella, a mi exnovia, le dije que por su culpa, con su insistencia para vernos, había puesto en riesgo nuestra salud , y ella se enfadó, se enfadó mucho , la relación se tensó, hasta que cortamos hace cuatro meses . Ahora mi novia se llama Covid», ironiza el opositor.

« He cortado mis relaciones sociales : entre el aislamiento al que me ha obligado la enfermedad, los dolores o el malestar continuados que tengo, y la ruptura con mi chica el mundo se me ha venido abajo . Y encima tengo que sentarme todos los días nueve horas y media a estudiar. Esta es mi vida», se queja. José Antonio cuenta, para su fortuna, con el apoyo de su familia. « Mi madre colecciona las PCR en las que he dado positivo , tiene un cajoncito del salón con cinco o seis, y menos mal que en la compañía médica se están portando estupendamente. Yo solo digo que el coronavirus hay que tomárselo en serio, muy en serio . Yo no soy el mismo que antes de que todo esto empezara», finaliza.

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