Coronavirus en Córdoba

Rute, donde al dolor por los muertos en la residencia se le hace frente con la solidaridad

El pueblo asume los 13 fallecidos y se organiza para ayudar a los internos y sus trabajadores

Un joven pasa ante la residencia Juan Crisóstomo Mangas de Rute Álvaro Carmona
Luis Miranda

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Habrá en otras partes gente que mande a los profesionales sanitarios a un lazareto en el que pasen la cuarentena o gente miedosa de que su vecino de toda la vida le pueda contagiar el coronavirus con apenas decirle «buenos días» al cruzárselo por la acera. En Rute la cabeza y el corazón no se han perdido ni siquiera a pocos metros de esa residencia de ancianos en la que ya han muerto 13 personas. Los vecinos pasan por allí para dejar la basura en los contenedores que están a muy pocos metros y las asociaciones se organizan para ayudar aunque las noticias que desde allí llegan no sean buenas.

Nadie rechaza hablar, aunque algunos no quieran del todo decir su nombre. «¿Miedo? Hombre, mire cómo estamos». Quien primero da pistas es una mujer que ha acudido con su nuera a tirar la basura, algo que no son las primeras ni últimas que hacen en una mañana bastante fresca en Rute. Tiene un líquido para desinfectar los guantes y evitar el contagio, y se protege con una mascarilla. Están muy cerca de la residencia Juan Crisóstomo Mangas , en la calle que lleva también ese nombre en recuerdo de la persona que donó su casa y su dinero para este fin social.

Tras el marco de piedra la puerta está cerrada y hay una advertencia de que no se permiten visitas. Los ruteños no han perdido su confianza en una institución que ha prestado muchos servicios a la sociedad a lo largo de varias décadas. «La conocemos y está muy bien. Es una residencia muy grande, con más de cien personas y 49 empleados, que están muy preparados », dicen las dos mujeres, que tienen o han tenido familiares y relatan que no hay en el pueblo más miedo del que pueda existir al coronavirus en cualquier parte.

La crisis no ha minado la confianza de los ruteños, que siempre elogiaron el trabajo de la residencia

Al poco rato llega un hombre que está pendiente de lo que suceda en el interior. Allí está su madre, que tiene 98 años , y que se encuentra bien aunque dio positivo en el coronavirus. «Mi miedo es que a ella le pase algo», cuenta, también protegido por una mascara y también sin querer decir su nombre. Todos los días habla con ella a través de vídeoconferencia y no puede pasar al interior, como querría, pero sí sabe que «está bien cuidada ».

José Gregorio Martínez Osorio, párroco de Santa Catalina Mártir, que organiza gran parte de la ayuda Álvaro Carmona

Cristina Tirado puede hablar también en primera persona, ya que su madre está ingresada con alzheimer en la residencia, y aunque no padece el coronavirus, tampoco pueden verla. En el centro, como sucedió en algunos otros lugares cuando se conocieron los problemas que estaba causando el coronavirus en otros países europeos, el confinamiento empezó unos días antes de que se decretase el estado de alarma, y también el interés de la población por ayudar.

Sabe que su madre y los demás se encuentran muy bien cuidados, pero ahora mismo los familiares tienen que estar casi a ciegas, porque cuando llaman a preguntar los trabajadores están saturados y no siempre es posible que les atiendan al teléfono.

La puerta de la residencia está cerrada, pero el presidente de la fundación que está al frente de ella sí que habla con toda naturalidad. Es el párroco de la iglesia de Santa Catalina Mártir , a muy pocos metros de la casa, y en estos días capitanea un trabajo que es de asistencia humana y también espiritual.

José Gregorio Martínez Osorio lleva un año y medio en este destino y atiende con poco tiempo antes de la misa que celebrará en la iglesia vacía, pero que sin embargo llegará a través de las redes sociales a quiene quieran seguirle. Admite que el pueblo está «sufriendo» por lo que sucede y por el fuerte brote en la residencia que está a pocos pasos, pero intenta llevar el consuelo de muchas formas, y la comunicación digital es una de ellas.

Revela algo del interior, y es que se ha creado un pequeño hospital de campaña en el salón de actos, donde están las personas menos graves para poder pasar el aislamiento en familia y así no tener que sufrir además la desagradable soledad.

La situación se afronta con más esfuerzo y también con la colaboración de muchas personas e instituciones. De las segundas cita, aunque son muchas, a la Obra Social La Caixa y al Colegio de Abogados de Lucena , que son de los que han donado material sanitario para ayudar. De las segundas, la Cáritas parroquial está muy activa. «La entrega, eso sí, la tengo quehacer yo, porque la mayor parte de las personas que ayudan son mayores», dice.

José Gregorio Martínez Osorio confiesa que su mayor « impotencia » ahora es «no poder estar con ellos», con los residentes, aunque se encuentren bien atendidos. En el centro se han dado 70 positivos entre residentes y trabajadores , de los que han fallecido trece personas, y también muchos de ellos han salido ya del bache. «Cuando ha habido algunos que se han tenido que dar de baja, se ha contratado enseguida a personas que los sustituyan, para que siempre haya atención», relata el sacerdote. La receta para ayudar es la del material sanitario y la colaboración, pero también algo de consuelo espiritual y psicológico: «E l amor y el cariño ».

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