Coronavirus Córdoba

Los otros héroes sin balcones de aplausos del Hospital Reina Sofía de Córdoba

Son esenciales para que el hospital funcione: reparten uniformes y material de protección, ponen a punto las «dependencias Covid» y garantizan los suministros de medicamentos

Un empleado del servicio de Lencería ÁLVARO CARMONA

Rafael A. Aguilar

A mí el coronavirus . Después de más de cuarenta días de vigencia del estado de alarma bien podría funcionar ese lema como la guía del trabajo diario de los empleados no sanitarios —o no estrictamente sanitarios— del Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba . No hay tiempo para el miedo entre quienes se ganan la vida con un mono o con un uniforme en uno de los lugares que la enfermedad ha convertido en prohibidos, en un sitio en el que nadie quiere poner un pie. Ellos están obligados a ir allí cada día para ganarse la vida y lo hacen entre la resignación y la naturalidad con las que se aceptan las cosas que con las que no hay más remedio que tragar.

«Como te pongas a pensar en lo que puedes coger no te levantas de la cama, amigo. Pero ni ahora con el Covid ni en cualquier otro momento». Lo dice un empleado de mantenimiento del complejo sanitario que está dejando en el depósito de residuos situado en la parte trasera del Edificio de Gobierno los desperdicios que ha encontrado en una revisión en los imbornales del complejo. Lleva, como su compañero, guantes altos, gafas de protección especiales y una mascarilla. «Lo soportamos bien, la verdad, a todo se acostumbra uno. No paramos de lavarnos las manos con gel hidroalcohólico. Nosotros no solemos entrar en las habitaciones en las que han estado o están enfermos de Covid. Nuestra tarea de hoy es asegurarnos de que todo el sistema de alcantarillado está en orden».

Un trabajador del servicio de distribución de ropa y material de protección R. A.

Cualquiera que está familiarizado con la rutina del Reina Sofía y se dé en estos días una vuelta por él percibirá que el complejo ha perdido el pulso de su actividad habitual. El trajín de pacientes que acuden a una prueba diagnóstica o una consulta de especialista, por ejemplo, es casi inexistente;los taxis figuran en la rampa de Consultas Externas de un modo casi testimonial; en el aparcamiento vigilado anexo al Instituto Maimónides de Investigación Biomédica ( Imibic ) hay plazas de sobra; la cafetería para los visitantes con entrada junto al monumento al donante está completamente oscura; y en los principales accesos al recinto sanitario hay un trabajador pendiente de que no entre nadie sin una justificación de peso.

Pero ellos, los curritos de los que quizás muy pocos ciudadanos se acuerdan cuando salen a aplaudir al balcón cada anochecer, están al pie de cañón, agarrándose a sus ocupaciones laborales como la tabla de salvación de las tribulaciones. «Con esto del coronavirus he aprendido que hay cosas que no controlas: estoy recién separado, firmé los papeles una semana antes de que nos confinaran, y desde entonces la parienta, o la exparienta, no me deja que vaya a ver a los nenes. Hasta las videollamadas me las raciona», se lamenta un repartidor de suministros eléctricos que lleva diez años sirviendo al centro hospitalario cordobés de referencia a través de una subcontrata.

«En mi calle hay gente que ha dado de lado porque sabe que trabajo en el hospital: somos colegas de boquilla»

«Y luego están los malnacidos», se extiende sin pelos en la lengua. «Sí, la gente que no tiene corazón. Aquí somos colegas en la adversidad de boquilla, porque en mi calle hay gente que me ha dado de lado, que me deja mensajes en el coche del tipo ‘Aver si no vas a contagiar a todos’, que me esquiva en la tienda de la esquina cuando voy a por el pan o al quiosco a por tabaco. En estas crisis sale lo peor que llevamos dentro, ¿no cree?», se desahoga. «Lo que yo les contesto a esa clase de personas es que se acuerden de mí cuando vengan al hospital a pasar la noche con sus familiares: si la planta está iluminada es por los repuestos que yo llevo diez años colocando», concluye.

Una función «importante»

Acostumbrados a las opiniones encontradas de sus convecinos están también dos operarios del servicio logístico del Reina Sofía que descargan material a media mañana en el almacén de las instalaciones sanitarias. «La gente tiene que saber que nuestra función es importante, porque distribuimos entre el personal ropa, sueros, equipos de farmacia y de protección y material fungible en general», explica uno de ellos, de unos treinta años. «Ahora la situación esta más controlada, pero de primeras estuvo regular nada más, porque no llegaba todo el material necesario. De hecho en nuestro servicio de logística ha habido algunos positivos. Lo importante para nosotros en nuestra labor diaria es mantener la distancia de seguridad y lavarnos mucho las manos», apostilla el operario.

El almacén de ropa del Reina Sofía se encuentra en la parte trasera del recinto, a la espalda del cuerpo principal del Hospital General. De allí al mortuorio hay solo un par de minutos a pie. Un trabajador de una funeraria apura un cigarrillo apoyado en el coche. «¿Que si es duro lo que lo que hemos vivido? Y lo que nos queda. Después de treinta años de servicio me parecía que lo había visto todo ya... Pero esto del coronavirus nos ha superado. Si un entierro es triste más lo es en esta soledad... Hay familias que lo han pasado muy mal... No poder velar a un padre o a una madre, y no te digo a un hermano por ejemplo, es algo inhumano», comenta el trabajador. «Creo que esto nos va a cambiar mucho: nos ha dado lecciones. Yo me enorgullecía de no llorar nunca en los entierros, ¿y se quiere creer que ahora se me ha escapado más de una lágrima...?», confiesa. Al hombre le llaman de la oficina y se despide.

Un empleado de funeraria: «Me preciaba de no haber llorado en la vida en un entierro... y ahora en los del coronavirus se me saltan las lágrimas»

Pasa entonces cerca un trabajador uniformado con un mono gris que con un carro de mano lleno de deshechos: «Soy de la central térmica. Llevo un carrito con un inductor del aire acondicionado que acabamos de quitar de la planta Quinta C, porque estamos poniendo nuevas máquinas de aire en las zonas que han sido Covid: ésta en concreto ya la han desalojado, está todo el módulo vacío y estamos haciéndole algunas mejoras», declara. Y añade: «No estamos teniendo problemas en el tajo, todo hay que decirlo, porque los jefes nos han dado las medidas de seguridad que necesitamos. Lo que sí hemos hecho es partir los turnos para no coincidir todos a la vez: somos veintidós oficiales además de los cargos y los jefes. Estamos tranquilos».

Operarios de una compañía externa que monta «áreas Covid» dentro del Hospital R. A.

Con un par de escaleras de madera y un transportín caminan dos empleados sin uniformar. «Somos trabajadores de una empresa externa del Reina Sofía. Hemos montado las consultas especiales para Covid en Urgencias , al principio de la crisis. También hemos trabajado en la instalación de sistemas de emergencia en los paritorios a raíz del coronavirus», informan. «Llevamos veinte años trabajando en el Reina Sofía y nunca habíamos vivido nada parecido, aunque la situación en el Reina Sofía está ahora más tranquila: lo que hay que esperar es que con las libertades que nos están dando ahora no haya ningún problema porque se produzca un repunte», agregan. «Aparentemente estamos tranquilos, pero la procesión va por dentro: en mi caso llevo 45 días sin poder visitar a mi madre, dependiente, y que corre riesgos por la patologías que tiene. Estoy deseando de que llegue el momento de poder darle un abrazo», finaliza.

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