Coronavirus Córdoba

«Llevarás luto por mí»

Manuel Ramos aborda las distintas expresiones que ha tenido el duelo, en un homenaje a las víctimas del coronavirus

Rosas, claveles o cualquier otra flor se cortaban en signo de luto ABC

Manuel Ramos Gil

Según el diccionario, «luto es el signo exterior de pena y duelo en ropas, adornos y otros objetos, por la muerte de una persona». Pero la demostración de la pena que uno siente tras la pérdida del ser querido ha variado a lo largo del tiempo y se ha mostrado de manera diversa en las distintas culturas que han poblado España desde su origen.

Históricamente, mientras que en tiempos de Roma se utilizó para el luto el blanco en una época y en otras el negro, en Al Ándalus el duelo se exteriorizaba vistiendo los familiares del fallecido con trajes de color blanco crudo . Por su parte, para los cristianos se impone el negro como color oficial de luto, pauta que sin embargo rompían las reinas en época medieval, al exteriorizar su duelo con impolutos trajes blancos. Esta costumbre de las monarcas perdurará hasta finales del siglo XVI, aunque como curiosidad señalar que, recientemente, la reina Fabiola, de origen español, recuperó aquella tradición medieval en el funeral de su esposo, el rey Balduino I de Bélgica, vistiendo un traje de chaqueta blanco.

Pero el luto en España se expresaba no sólo con el tipo o color de las vestimentas, sino que además tenía muchas otras manifestaciones . Así, por ejemplo, los judíos sefardíes, entre otras costumbres, evitaban durante el luto o shiva y cubrían con algún tipo de tela los espejos de sus casas, aparte de tener prohibidas las relaciones conyugales durante ese periodo.

Las cubriciones también son frecuentes para los católicos, especialmente en las iglesias y otros templos , donde en tiempo de Cuaresma es costumbre cubrir crucifijos y otras imágenes de culto en señal de duelo.

Es indudable que el peso o la carga que supone el luto de siempre la han llevado las mujeres en nuestro país en su mayor parte . Durante los siglos medievales, la muerte del marido acarreaba la práctica muerte civil y social de la esposa. De esta forma, especialmente entre la nobleza y realeza , cuando el esposo fallecía la mujer solía encerrarse de por vida en un convento de clausura , algo que sin embargo, no había sido decidido voluntariamente por la señora, sino impuesto en el testamento por el señor la mayor parte de las ocasiones.

Algunos nobles incluso legaban sus casas solariegas con el fin de erigir un nuevo convento en la ciudad de su residencia o erigían palacetes en el interior de los conventos ya existentes con el fin de alojar en ellos en el futuro a su esposa y otros miembros de su familia. Éste último sería el ejemplo del palacete existente en el interior del convento de Santa Cruz, sito en la calle de Agustín Moreno, erigido para las mujeres del linaje Narváez.

Más radical era la manifestación del luto que hacían las «emparedadas» , mujeres que literalmente se emparedaban a los muros de un convento o iglesia coincidiendo generalmente con su viudedad . Les construían una pequeña celda adosada a los muros de la iglesia, la cual sólo disponía de un minúsculo hueco o ventana situado en la parte superior que servía para la ventilación y otro, en la parte inferior, por donde poder introducir a las emparedadas algo de comida y sacar sus desechos.

En ocasiones, también disponían de un pequeño orificio al interior de la iglesia , para que durante aquel cautiverio pudieran escuchar misa . Cómo es de suponer, en esas condiciones extremas de vida, sin higiene y con poco alimento, dependiendo exclusivamente de la caridad, la vida de las emparedadas no se prolongaba muchos años . En Córdoba queda nutrida documentación sobre las emparedadas del convento de la Victoria, que se situaba en los jardines que hoy llevan el mismo nombre.

En los tiempos actuales la práctica del luto sigue existiendo , aunque la rigurosidad del negro de las vestimentas se ha relajado notablemente desde mediados del siglo XX. Hoy en día, el color oscuro suele quedar limitado al acto mismo del funeral , aunque también es cierto que vestir de negro riguroso sigue estando plenamente vigente en las viudas de muchas poblaciones rurales, así como entre el pueblo gitano, amante como ningún otro de sus tradiciones. Entre ellos, suele decirse que «aquel que no respeta luto, ni es gitano ni es na’».

Además de vestimentas, brazaletes y crespones negros, banderas a media hasta y demás símbolos que exteriorizan el luto en España, en Córdoba aquella pena se manifestaba además de una manera muy singular ; se podría decir que dándonos donde más nos duele…

No tengo que explicar ahora el fervor que el cordobés siente por sus patios y por sus plantas y flores . Tal es así que se suele decir que en Córdoba no hay casa sin patio , ni patio sin flores. Pero excepcionalmente en primavera se podía encontrar en la ciudad un patio cualquiera sin aquellas flores tan admiradas. Parece ser que es tradición muy antigua en Córdoba, y así, de esta forma, a principios del siglo XX, el escritor y poeta Blanco Belmonte lo explicaba :

« Excepcionalmente hay casa sin flores , y si se inquiere, la causa de la excepción se encontrará con un motivo sentimental: la niña de la casa está de boda o la mocita del barrio ha muerto . Y entonces, hay siega de rosas y de claveles en el hogar y viviendas vecinas».

Hoy España entera está de luto . Permítanme ustedes que siguiendo esta vieja tradición cordobesa corte un clavel y una rosa de mi patio y las ofrezca por todos aquellos que no sólo han sido privados de la vida en estos días, sino que también han sido desposeídos de un digno funeral y de que sus familiares puedan llevar luto por todos ellos.

Manuel Ramos Gil es notario y dirige la Casa de las Cabezas

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