Coronavirus Córdoba

El Covid-19 en el Sector Sur de Córdoba | Geografía urbana de lo que iba a pasar

El estado de alarma sume en la incertidumbre a uno de los barrios más pobres y desempleados

Un vecino mira por la ventana de un bloque cercano a la plaza del Mediodía ÁLVARO CARMONA

Rafael A. Aguilar

QUE sepan ustedes que Alejandro Sanz es un músico muy grande pero que sin este señor que está sacando a su perro en la calle Jaén, a unos doscientos metros de la plaza del Mediodía , no se puede subir en el escenario. Luis, que así se llama el dueño de la mascota, ronda los cincuenta años y como casi todo el mundo piensa que estaba a punto de ocurrirle una cosa importante cuando la vida se detuvo por el estado de alarma : «Iban a contratarme para que, como todos los años, montara los escenarios de los artistas que dan conciertos por toda España en primavera y verano. Pero como no puede haber espectáculos no me han llamado», resume.

«Iban a contratarme para montar los escenarios de los conciertos de Alejandro Sanz, pero llegó esto»

«La temporada suele ser desde abril o mayo hasta noviembre. En la empresa nos han dicho que están cuadrando fechas para los espectáculos más adelante, pero como tampoco se sabe cuánto va a acabar la alarma estamos a la espera», añade. «Así que me paso todo el día metido en casa, y además se ve claramente en la calle, que está casi desértica, que la gente se lo está tomando en serio lo del coronavirus », completa antes de despedirse y de seguir su ruta con su compañía canina.

La mañana está nublada en el Sector Sur, llueve por rachas y la temperatura ha bajado sensiblemente respecto al día anterior. «Oye, que se está quedando el jueves como para quedarse en casa, ¿no te parece? Jajaja», bromea un joven con dos pendientes que espera su turno en el exterior del Cajasur más próximo al mercado de abastos del barrio. «Total. Yo cuando acabe esto me subo y ya si eso hasta el sábado ni salgo», le responde una chica que lo acompaña. Se trata de una pareja de novios que ha aprovechado la gestión que él tiene pendiente en el banco para verse un rato. «Pero guardando las distancias, eh», sonríe ella. «Vengo a ver lo de la pensión de mi padre, que tiene una paga vitalicia porque tuvo un accidente en la fábrica hace dos años y se le quedó la parte derecha del cuerpo rígida. Hasta que no le lleve el recibo no se va a quedar tranquilo. ¿A que es verdad, Pili? Tú lo conoces», dice él.

Dos vecinos, ayer a mediodía en el barrio ÁLVARO CARMONA

A unos cientos de metros la calle Pontevedra parece Pontevedra: el cielo es de un gris espeso, húmedo, frío, y por la calle no anda ni un alma. Rafael está tras el mostrador de su tienda de carnes y embutidos, de nombre Jurado. «Las ventas han sido muy cambiantes desde que empezó todo esto. Al principio hubo un boom, supongo que por el desconcierto o por el miedo, que hubo gente que se llevó de una tacada hasta diez kilos de pollo. Y luego vino la cosa a menos. Lo que sí es verdad es se están haciendo unas ventas muy raras, porque la gente está comprando para almacenar. Se llevan sobre todo artículos de primera necesidad. No se llevan mucha presa ni secreto, porque las fiestas que tenían previstas se han suspendido. Lo que más se vende son avíos para el cocido, el chorizo y la morcilla para los guisos. La gente compra para la olla», declara sin quitarse su mascarilla.

«Mire, estamos en un barrio obrero y todo esto preocupa mucho. Nosotros llevamos aquí desde el año 1962 y hemos pasado por muchas épocas, aquí la gente sabe lo que es la crisis. Después de la crisis de 2008 parecía que estábamos repuntando y ahora llega esto», informa quien ha tenido que empezar a atender pedidos a domicilio. «Sobre todo vienen los hijos de las personas mayores, para hacerme encargos para los abueletes».

«Mi niña me pregunta cada noche cuándo vamos a poder salir a la calle. Se me hace un nudo en la garganta y no sé qué contestarle»

Francisco tampoco se olvida de su mascarilla cuando sale a la calle. Acaba de pisar la de Priego de Córdoba , donde tiene su domicilio: un piso de cincuenta metros cuadrados en el que vive con su mujer y su hija. «Estamos un poco hartos ya, la verdad. Yo estaba colocado en un concesionario de coches y han hecho un ERTE y me han metido en él. Mi mujer no trabaja fuera de casa. Tenemos una niña. Llevamos esto como se puede, entreteniéndonos, haciendo cosillas, pintando, bailando, poniendo música, lo que tiene uno que inventarse para que la chica no se aburra. Me pregunta cada noche cuándo va a poder salir a la calle y no sé qué contestarle: se me hace un nudo en la garganta. Todo lo que teníamos pensado para este verano, ahora que me iba bien, y fíjese».

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