Coronavirus en Córdoba

Coronavirus | Los mercados de abastos de Córdoba resisten sin colas ni desabastecimiento

El comercio de cercanía mantiene el tipo tras los primeros días de crisis, y recuerda que sus puestos tienen «de todo»

Una mujer con mascarilla hace su compra en un mercado municipal Fotos: Valerio Merino

Irene Contreras

Mientras los supermercados se han convertido en el ojo del huracán por la crisis del coronavirus, en los mercados municipales de Córdoba reina la calma. El producto llega cada día, a los expositores se asoma todo tipo de pescado fresco, carne, fiambres y embutidos, fruta de temporada que salpica de color los estantes. Ni colas, ni desabastecimiento: las plazas de abastos mantienen el pulso. Tras la locura de los primeros días, los tenderos han notado una bajada de asistencia. «No tendrán ya sitio en las despensas», bromea un charcutero.

Tras el mostrador de la carnicería Moisés Martín , en el mercado de la Plaza de la Corredera, cuentan que ayer hubo más trajín que el que observan en un lunes normal. Superados los primeros días, en los que sí realizaron grandes ventas, están seguros de que la asistencia de clientes va a bajar de forma progresiva, como también podrían hacerlo sus reservas. A mediodía en sus expositores había «poco pollo, y el repartidor no ha traído aún el cerdo. Algún problema habrán tenido». De momento garantizan todo tipo de carnes, como siempre. «Más que en un supermercado», recuerda.

La apuesta por el comercio local ha dejado de ser solo una consigna política para convertirse también en un método de supervivencia, pero no para todo el mundo. Los huevos son uno de los productos más demandados en las grandes superficies y sin embargo, en la Corredera, Rafael Cobos anuncia que este martes será el último día al frente del puesto de su madre. «No me merece la pena venir aquí todos los días para vender diez docenas de huevos, así que voy a cerrar. Yo tengo un almacén de piensos, es mi madre la que suele atender el puesto, pero es mayor y no puede exponerse», explica.

En la Pescadería Morales creen que es pronto para hacer valoraciones de cualquier tipo. Las ventas, dicen, cambian mucho de un día para otro y no hace ni una semana que se decretó el estado de alarma. «Los primeros días hubo más movimiento, ahora se ha normalizado», dicen en Juan Vallés Ojeda. También perciben normalidad en el puesto de especias de Hermanos Zurera. No prevén problemas de abastecimiento de ningún tipo. Seguirán al pie del cañón mientras se lo permita la crisis.

El mercado ha perdido el pulso que le daban otros negocios que no se dedicaban exclusivamente a la venta de alimentación. Está cerrada la cafetería, y el puesto de flores , y el pintoresco puesto que vende libros al peso. Sus pasillos se han llenado de clientes con mascarillas y guantes que hablan con los tenderos de lo mismo que habla todo el mundo. «Yo no estoy asustada», cuenta una mujer mientras la atienden en la frutería. Le molesta eso de no poder dar besos ni abrazos, sobre todo hoy, que es su cumpleaños. Los tenderos y el resto de clientes que esperan su turno, respetando la distancia prudencial, se lanzan a cantarle el feliz en tu día. El ánimo no decae.

En momentos en que los bulos se expanden por las redes sociales, la información veraz es hoy más importante que nunca y sin embargo los hábitos han cambiado: la evolución de la crisis sanitaria se está siguiendo sobre todo por medios online. Los quioscos de prensa tienen permitido abrir, pero han sufrido el daño colateral del cierre de los establecimientos de hostelería. Ya no se puede comprar el periódico y sentarse a leer en una terraza, disfrutando del café del mediodía. «Los que vienen son suscriptores y clientes de siempre , pero otros llaman para que no les guardes el periódico», explica Sara en la Librería La Almagra. Desde el lunes han bajado las ventas. El domingo, sin embargo, muchos se acercaron a comprar revistas y pasatiempos para hacer más llevadero el encierro.

En la calle Capitulares también han cerrado los bares y apenas hay movimiento en el edificio del Ayuntamiento, principal foco de actividad. El quiosquero Alberto Montálvez se confiesa aburrido. Esto es la puntilla de una mala racha que para él empezó con el cierre al tráfico de la calle. Seguirá abriendo, bien protegido con su mascarilla y sus guantes. En casa le espera su padre, de edad avanzada, que es población de riesgo y con el que todas las precauciones son pocas.

En el quiosco de Cruz Conde con las Tendillas, Fernando Romera ha notado la misma caída de la actividad, sobre todo desde ayer, cuando la Policía empezó a patrullar la zona con más frecuencia. El cierre de los comercios hace del centro un espacio fantasmal. «Los que más salen son los mayores, que son los que no tendrían que salir para nada», lamenta el quiosquero. Lo peor es la incertidumbre, ese no saber cuándo podrán cambiar las cosas. Él, hasta nueva orden, seguirá recibiendo los periódicos todos los días y disponiéndolos para su venta. Aunque las calles sigan dormidas.

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