Coronavirus Córdoba
Córdoba vuelve a Los Boliches
Fuengirola, el núcleo de las segundas residencias, vuelve a tener acento cordobés
Luis se encuentra con Antonio en la playa de Los Boliches . A dos metros de distancia, se saludan con la mascarilla puesta, se preguntan por cómo les ha ido este confinamiento y dicen cuando han llegado desde Córdoba a orillas del Mediterráneo . Uno lo hizo el viernes por la noche y el otro la misma mañana del sábado. «Se echaba de menos estar frente al mar y oler el salitre», explica Antonio Morillo, que dice que la brisa que corre por la playa y suaviza el calor de junio hace que se esté «fenómeno» en la arena, donde juega con su hijo.
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La chica que vigila la zona azul explica que desde el viernes hay más gente en esta parte del litoral malagueño. «Se nota que hay menos aparcamientos libres, pero sigue habiendo muchos vacíos. Por esta fecha lo normal es que no quedara ninguno», afirma antes de decir a un conductor frente al restaurante La Carihuela Chica que tiene que sacar el ticket, mientras el otro le contesta con marcado acento califal que va a buscar «suelto» para pagar, que la máquina no admite ni billetes ni tarjetas.
Los cordobeses están de vuelta a su retiro vacacional de referencia . Avanzan las horas de la mañana y se levanta el sol sobre las playas de Fuengirola, mientras sigue el trasiego de gente cargada con sillas y sombrillas hacia la arena, algunos con nevera, otros dispuestos a comerse los primeros espetos de sardinas al mediodía. Pocos recalan en las hamacas, que están vacían. «Vivimos de los extranjeros. Los españoles no cogen una hamaca, suelen ir a la arena con sus propios medios», señala Angelines Morales, concesionaria de uno de los parques de sombrillas de Los Boliches.
Se echaba de menos la playa junto al Guadalquivir. «Me niego a ponerme la mascarilla en la playa», asegura Cristina Jiménez, que estará con su pareja, Miguel Bravo, en el apartamento familiar. «Me esperaba más gente», asevera el novio, después de acomodar la toalla, y recuerda que el año pasado, en estas mismas fechas, «había muchas más personas en Los Boliches». «Cuando bajábamos el viernes apenas había tráfico desde Córdoba» , añade.
Muchos no se han atrevido a desplazarse este primer fin de semana. Prefieren esperar a ver cómo sigue la evolución de la pan demia. «Esos tres bloques están llenos de cordobeses, si te fijas bien hay muy pocas ventanas abiertas. Es porque no han venido», señala Morales desde sus hamacas. Otros han buscado un hueco para regresar a Los Boliches. «Hemos venido más que nada a darle una vuelta al apartamento, que lleva cerrado desde el confinamiento», señala Antonio Morillo, que dice que no tiene miedo a contagiarse por ir a la playa.
Por norma general no hay temor a estar en la arena o darse un baño. « Es un espacio abierto y mientras se mantengan las distancias, no tiene que haber problemas», remarca Morillo, mientras en otro punto de la playa los socorristas recuerdan a unos bañistas algunas de las normas de seguridad, anunciadas a la entrada a la arena, como que no se puede jugar en el «rebalaje», junto al agua.
A lo que sí hay más turista de segunda residencia reacios es a las visitas a los chiringuitos. «Voy con el gel a todos lados y a mí sí me da miedo ir a un chiringuito», dice Cristina Jiménez. Eso se nota en los propios negocios. «Necesitamos al cliente extranjero, porque el nacional no dapara mantenernos abiertos. Hay semanas que ni pagamos las nóminas», revela Dimitri Pletinchuk, encargado del Restaurante Videra, junto al m onumento a la peseta de Los Boliches .