Coronavirus Córdoba
Ciudad Jardín | Una mañana cualquiera en la «Ciudad Confianza» de Córdoba frente al Covid-19
La vida continúa en Ciudad Jardín, más lenta y pausada, pero con muchos comercios abiertos. La gente bromea y conversa mientras espera paciente para hacer la compra
![Un puesto de pescado en el mercado de Ciudad Jardín en la mañana del viernes](https://s2.abcstatics.com/media/andalucia/2020/04/18/s/reportaje-ciudadjardin-cordoba(8)-kaIG--1248x698@abc.jpg)
Hay pocos sitios públicos en Ciudad Jardín en donde se pueda mantener la distancia mínima de seguridad de un metro. La vida aquí no es igual que antes de que llegara el coronavirus , como ocurre en otros barrios, pero se parece un poco más. Se ve poco tráfico , pero sigue sin haber aparcamiento. Abundan los carros de la compra y se forman corrillos en las puertas de los comercios , de los grandes y los pequeños, donde la gente conversa y bromea con el vecino; se muestran confiados , casi como en un día cualquiera. Tal vez sea porque es viernes por la mañana y los vecinos acopian para un fin de semana en casa, advierte una médica ya jubilada, «porque por la tarde no se ve a nadie ».
«Sácame guapa», dice una joven al fotógrafo en la entrada de un supermercado ; «no me pasees más el perrito por aquí, hombre», le espeta a un vecino, no se sabe bien si en broma o en serio, el guardia de seguridad de la oficina de empleo de la zona . Cerrada, por supuesto. Los pequeños comercios, sin embargo, están abiertos en su mayoría. En una esquina de la plaza Costasol se aprecia lo siguiente: un supermercado, una farmacia, una óptica, un tienda de telefonía y una panadería, todo abierto. Entre medias sólo han echado la persiana una heladería y una camisería . Unos metros adelante bullen dos locutorios y una carnicería halal, con colas de inmigrantes que esperan, guardando las distancias, con grandes bolsas de la compra. Caminando un poco más, se puede encontrar incluso una ferretería y una juguetería . Todo abierto.
El abigarrado mercado de Ciudad Jardín tiene bastante clientela en la mañana del viernes. Es complicado evitar el roce al entrar por alguna de sus estrechas puertas, en las que recibe un aroma de encurtidos que abre el apetito. Dentro, los clientes intentan como pueden guardar las distancias . Misión imposible. Los puestos están llenos de todo tipo de mercancía. En Pescados Pilar , por ejemplo, se ven acedías, boquerones, choco, caballas, cigalitas... Lo de siempre. No hay nada que indique desabastecimiento, y por eso la gente, asegur a el pescadero Rafael , sigue comprando lo mismo que antes. A veces escasea algún producto «pero porque hay mucho barco parado», apunta. Lo que sí ha bajado, sostiene, es la afluencia al mercado hasta en un 40% porque «la gente no sale como antes».
Almuerzos a domicilio
Para esos que no salen, Teo prepara almuerzos en un pequeño local, Precocinados Felipe II , que lleva 40 años en Ciudad Jardín. Sus vitrinas están llenas de guisos del día, todo muy apetitoso. Cada almuerzo completo sale por e ntre siete y ocho euros y, desde que comenzó la crisis, Teo o alguno de sus trabajadores se encarga de llevarlo a domicilio. Otras tiendas de la zona han optado por la misma estrategia para evitar perder más clientela. Sobre todo, asegura Teo, « hacemos comida casera para personas mayores . Nos piden para cuatro o cinco días y nosotros se la llevamos». Asegura que la demanda ha subido mucho desde que comenzó el confinamiento.
En un corro de vecinas, todo el mundo coincide en que hay que apoyar más el comercio de cercanía en las actuales circunstancias. De eso vive en gran medida Ciudad Jardín . De gente como Verónica, profesora de colegio, que vive a pocos metros de un colmado que colorea la acera con sus frutas y verduras. Sale de casa sólo una vez por semana para hacer la compra. Y toca hoy -por ayer- viernes, «porque yo no salgo más». A su lado, un proveedor de alimentos reconoce que «las tiendas sí que están funcionando. Ahora incluso mejor porque el tráfico está más tranquilo».
«Hay que fomentar la pequeña empresa, el negocio famili ar, porque nosotros también estamos expuestos, pero qué plan tenemos», dice María José , tendera en la frutería de su tía, a la que espera darle el relevo cuando se jubile. «Si Dios quiere», bromea».
Una visita a la iglesia
Para encontrar a Dios, nada mejor que buscarlo en la parroquia del barrio, la de la Inmaculada y San Alberto Magno . Tal vez sea el sitio más tranquilo de la zona, si exceptuamos e l Parque Juan Carlos I -el único jardín de esta «ciudad»-. Éste, sin embargo, está cerrado a cal y canto desde el inicio del confinamiento y ya lo amarillean los jaramagos, mientras que la iglesia tiene sus puertas abiertas. Allí recibe el párroco Manuel González , que celebra dos misas diarias a las que acuden hasta 20 personas. Lo que ya no oficia el sacerdote son bodas, bautizos o comuniones, sacramentos que arrastran a cientos de fieles a las iglesias. Ahora don Manuel tira más de teléfono, que «funciona mucho». Y mientras espera a que su templo vuelva a llenarse, el cura se sienta bajo el que es, dice, el Cristo con más devoción de Córdoba, el de la Confianza .
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