Coronavirus en Córdoba

La epidemia por barrios | Moreras, las callles vacías sin poder buscarse la vida

Los vecinos del barrio han cumplido el confinamiento a rajatabla, aunque temen un castigo muy duro de la crisis

Listado de casos positivos y fallecidos por coronavirus en los municipios de la provincia de Córdoba

Un hombre lleva a una niña de la mano por los soportales del barrio de Moreras en Córdoba Valerio Merino
Luis Miranda

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Moreras cumple. Lo dicen quienes atienden en la tienda de alimentación y quienes están en la cola del supermercado. Los vecinos que se buscan la vida en tiempos en que saben que será difícil tener algún ingreso y quienes deben ayudar a sus familias. El barrio tendrá muchos problemas, pero no ha sido una isla de desobediencia y desorden en estos días del coronavirus.

La mañana en Córdoba es gris y lluviosa y eso quizá ayude a quedarse en casa, mañana de lunes todavía más triste porque no parece que haya un lugar al que ir sin ganarse un problema. En los jardines de Federica Montseny sólo están los trabajadores de Sadeco que cortan el césped y aprovechan el vacío para cuidarlos, como si ya estuviera próximo el día que se pueda consumir sobre el césped y disfrutando del sol o de la sombra.

Ana Ramírez , miembro de la asociación de vecinos La Palabra , que lucha por mejorar las condiciones de vida y la infraestructura del barrio de Moreras, ejerce de guía por las calles. No era un barrio privilegiado antes, cuando la tasa de paro era de un 47 por ciento de la población activa y otras muchas personas tenían trabajos precarios, «sobre todo en la hostelería, como camareros, o en la construcción».

Ahora se han quedado sin ellos y no saben cómo regresarán. Peor es el caso de quienes « se buscan la vida », y lo hacen vendiendo algo de ropa o recogiendo espárragos y ajos y ofreciéndolos por las calles. Era algo que les ayudaba a salir adelante junto con lo que reunían de aquí y de allí, o con la paga de 400 euros de no tener un trabajo, y que ahora ni siquiera es posible.

El barrio tiene a mucha gente en la restauración y la construcción y ahora están parados

En el supermercado Alsara hay muchos vecinos que han acudido a hacer la compra con la debida distancia entre unos y otros. Gloria, la cajera, explica que «es una situación nueva, a la que hay que adaptarse». «Aquí viene más gente o igual que antes, pero también hacemos muchos pedidos a domicilio », relata. Quien está en ese momento en la caja es José Luis Gómez , que trabajaba como camarero y que desde que empezó el estado de alarma por el coronavirus se ha tenido que quedar en casa por la falta de trabajo. «Estaba de extras y ahora me he quedado sin nada», dice.

Un poco más allá hay una tienda de alimentación y su dueño, Juan Carlos Reyes , también ensalza el espíritu de sus vecinos para respetar las normas. Y casi no tiene que hacerlo: aunque es una tienda que no pasa por pequeña, las mujeres, que son las que en ese momento esperan para hacer la compra, hacen cola en la puerta y pasan de una en una. «La siguiente», dice para seguir con el turno.

Su único cambio ha sido para buscar la responsabilidad: ahora ofrece muchas menos bebidas frías , para evitar que la gente tenga la tentación de salir de casa para ir a por una lata de refresco o de cerveza. Mientras habla llega Rafael, un distribuidor de mucha experiencia que reparte por toda la ciudad y que está especializado en conservas. Puede hablar de Moreras como de otros barrios: «La gente que trabajaba en la restauración y en la construcción está empezando a pasarlo mal».

Un hombre compra en un supermercado de Moreras Valerio Merino

Mientras sigue el paseo, Ana Ramírez cuenta su propia historia. Trabaja en una empresa que lleva los menús a comedores escolares de Córdoba y la actividad terminó a mediados de marzo, cuando se mandó a los niños a casa. No tiene muchas esperanzas de volver antes de que termine el curso , porque aunque los niños puedan volver a clase los comedores serán más difíciles. «Los mayores quizá puedan distanciarse un poco más, pero con los pequeños será más difícil cuando empiecen a preguntar cuál es su vaso», explica. La situación es difícil, porque la crisis ha golpeado a casi todo el mundo por igual. «Antes, si mi hermano pasaba apuros, podía ayudar yo o podía ayudar mi padre, con su pensión, pero ahora estamos todos igual », se queja.

El camino termina en la patio Joan Miró , donde Diego Pérez Puga insiste en que el Ayuntamiento tiene que desinfectar las zonas comunes, que han tenido muchos problemas de salubridad en el pasado. «Estaba trabajando en Luxemburgo y me vine el día 11», cuenta, y defiende que su barrio es un buen lugar para vivir, aunque no siempre se le proteja como debe.

Por el camino, se trabaja. La asociación de vecinos se queja de no poder usar su sede ni para ayudar. «Vitalia nos dio 50 menús infantiles , porque aquí hay mucha gente necesitada, pero teníamos que embolsarlos en los coches, porque no teníamos dónde hacerlo», cuenta Ana Ramírez.

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