CORONAVIRUS

Cordobeses en la China del coronavirus: «Nos hemos acostumbrado a esta nueva realidad»

Dos jóvenes que trabajan en Shanghái cuentan su experiencia en un país que ha impuesto severas normas de convivencia para evitar contagios

Irene Contreras

La alerta de coronavirus ha salido ya del continente asiático para expandirse por Europa, dejando tras de sí historias de preocupación y una histeria que, insisten los profesionales de la salud, es injusticiada. Pero en el principio fue China . Dos cordobeses que viven y trabajan en Shanghái cuentan cómo vivieron el germen y la evolución de esta alarma sanitaria en un país que, poco a poco, vuelve a la normalidad acostumbrado ahora a vivir entre mascarillas y restrictivas reglas de convivencia.

José Sánchez aprovechó las vacaciones del Año Nuevo chino para volver a casa, en Córdoba, y la ciudad que encontró a su regreso a principios de febrero en nada se parecía a la que había dejado semanas atrás. «Era un pueblo fantasma, con comercios cerrados, sin tráfico, sin gente en la calle. Eso me causó mucha impresión», relata por teléfono desde su domicilio. Su familia trató de convencerle para que se quedase en España, pero decidió irse -bien abastecido de mascarillas adquiridas en Córdoba - ante la preocupación de que las fronteras cerrasen y no pudiese volver al lugar que hoy en día es su hogar.

«Cuando volví a Shanghái no tenía nada que ver con la ciudad que conocía: era un pueblo fantasma, con comercios cerrados, sin tráfico ni gente»

Desde que llegó, trabaja desde casa . Es una de las recomendaciones que el Gobierno de China ha hecho a las empresas, aunque se espera que la semana próxima los trabajadores puedan regresar a sus oficinas. Eso sí, cumpliendo una serie de requisitos para evitar repuntes del contagio. Lo principal es que no coincidan muchas personas en el mismo sitio. Para ello, y en su caso, se van a incentivar horarios flexibles y se garantizará una distancia mínima de dos metros y medio entre los puestos de trabajo de los empleados, que tampoco podrán ir a comer juntos a la hora del almuerzo.

«Sientes seguridad», afirma este joven cordobés, que asegura que el férreo control que hay en China sobre sus habitantes resultaría inconcebible para Occidente. «A través de WeChat -la alternativa a WhatsApp- se puede ver in situ la evolución del virus , el número de casos, de recuperaciones y de muertes, e incluso las zonas donde ha habido focos. El más cercano a mi casa se encuentra a dos kilómetros», explica. Se ha acabado acostumbrando a la nueva realidad: las mascarillas como complemento cotidiano, guantes hasta para pulsar el botón del ascensor, fumigaciones constantes, voluntarios que le toman la temperatura por la calle. No hay toque de queda oficial, pero hace unos días la Policía acudió a la casa donde estaba reunido con algunos amigos para instarles a no mantener reuniones muy numerosas. Afirma, no obstante, que poco a poco las cosas van volviendo a su ser. Esta semana incluso ha salido a pasear.

«Seguimos unas pautas: mascarilla, lavado de manos, no usar la misma ropa dentro y fuera de casa, y evitar salir en la medida de lo posible»

A Rafael Montesinos también le pilló fuera la noticia del coronavirus . Se encontraba con su pareja de viaje en Tailandia , si bien hacía ya unas semanas que corrían rumores sobre un nuevo virus por las aplicaciones de mensajería instantánea. «Al principio parecían exagerar y cada gota de información había que cogerla con pinzas», explica. Ante el avance de los acontecimientos se convencieron de que, como mínimo había que comprar mascarillas. Se hicieron con un par de ellas pensando que sería suficiente, pero se equivocaban. Al día siguiente las farmacias y droguerías estaban desabastecidas y la especulación había hecho de las suyas, alzando los precios de forma desorbitada.

Entonces sopesaron si volver a Shanghái o partir hacia España. Para no retrasar lo inevitable, regresaron a China, que es su casa desde hace cuatro años. Trabaja como bibliotecario en un colegio internacional de Shanghái y « no me va a echar un virus », dice. La imagen que vieron a su vuelta, admite, les dio miedo: «Todo el mundo con mascarilla. En el aeropuerto de Phuket, el avión, en Shanghái… El trayecto desde la terminal hasta casa en coche fue el más rápido de nuestra vida. Apenas un coche o dos por allí, un peatón solitario por aquí… Y hablo de grandes avenidas y arterias de la ciudad».

«Si nos contagiamos, lo pasaremos mal una semana y ya está. Al fin y al cabo, es como una gripe»

Con el paso de los días fueron aprendiendo a convivir con esa nueva circunstancia, y poco a poco la gente ha ganado en confianza . «Los mercados abren en su mayoría, empiezan a funcionar las empresas de reparto, incluso algún bar puede abrir si cumple unas normas», dice. También ellos siguen unas pautas: mascarilla, lavarse las manos y la cara, no usar la misma ropa dentro que fuera de casa y evitar salir en la medida de lo posible. Los bloques de viviendas -los que no están en cuarentena- se cierran con candado por la noche, y los parques y zonas verdes también permanecen clausurados. «El gobierno y nuestros trabajos dan directrices: debes someterte a un control de temperatura siempre que te lo pidan, nada de fiestas o reuniones de muchas personas», relata. Cree que con estas indicaciones se busca un « efecto placebo , para que la gente se agarre a algo».

Aún espera que la situación se alargue por lo menos un mes más. El parón económico se empieza a notar, afirma, en algunas caras de preocupación. En su caso, se esfuerzan por no vivir la situación como un drama. «Si nos contagiásemos, lo pasaríamos mal una semana y ya está. Somos jóvenes, estamos sanos. Al fin y al acabo, es una gripe », dice. Desde allí, atienden ahora a la expansión del virus por Europa. Y con su experiencia lanzan su consejo: « Usad mascarillas si vais a lugares como estaciones o aeropuertos . Pero debéis llevarlas todos, pues es más para no contagiar tú que para que no te contagien».

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