Mario Flores - EL DEDO EN EL OJO
De Córdoba a Varsovia
Nuestra izquierda se afana como aquel comunismo de Varsovia en hacer luz de gas con nuestro templos
Para celebrar el Día de Andalucía me fui a Polonia . Es lo que me aconsejó el médico para evitar el agravamiento de mi urticaria asociada a toda esa pléyade de celebraciones pueblerinas que ensalzan la parte frente al todo y los símbolos del partido frente a la identidad andaluza despolitizada. Además, como los museos municipales de Córdoba no abrían, no había mucho que hacer por aquí.
En Polonia se aprenden muchas cosas. Entre otras uno toma conciencia de lo asfixiante que resulta vivir bajo la opresión de los regímenes totalitarios . Y no me refiero solo a la negación del Hombre que supusieron Auschwitz y los guetos sino también a la tiranía que significó para el pueblo polaco vivir bajo los dictados del comunismo. Singularmente este último consiguió sumir a millones de personas en una existencia pálida, desvaída y triste, una vida que nadie merece por motivos que la justicia y la razón alumbran.
Felizmente todo aquello fue superado. Los polacos supieron levantarse y transformar una vida mal preñada de comunismo en una existencia al alegre son que marca la democracia. Y ahora son mucho más felices, ¡dónde va a parar! La fe en la democracia , la tolerancia, la convivencia y el respeto se ve afianzada al palpar con las manos el feliz resultado de una trabajada superación del socialismo (así le llaman allí a lo que fue comunismo puro y duro).
Entre algunas anécdotas y curiosidades (amén de haber dejado una estampa de Jesús en el paredón de Auschwitz para que otro lucentino la contemplara casualmente al cabo de dos horas de haberla depositado) tuve conocimiento de cómo el régimen comunista que asoló Polonia desde los años 40 disponía su urbanismo, entre otras cosas, para ocultar las iglesias . Esto se puede constatar en Varsovia, ciudad que, como saben, fue arrasada casi en su totalidad por los nazis. Durante su reconstrucción los comunistas levantaron manzanas de edificios que dejaron algunos templos ocultos a la vista. Era su forma disimulada de aparentar respeto por las creencias de la inmensa mayoría (no las derribaban) pero desde una desconsideración equiparable en tamaño a las construcciones.
Esa parte de la historia se repite hoy en nuestra ciudad por los mismos protagonistas. Y es que, en actitud de simulado respeto por la Iglesia , nuestra izquierda se afana en ocultar las creencias y hacer luz de gas con nuestro templos.
La última ocurrencia del camarada Pedro García ha sido proferir un disparate más al afirmar, sin ruborizarse, que «la Mezquita pertenece a un estado extranjero —el Vaticano—»; todo sea por ocultar la verdadera naturaleza de las cosas. Había en Córdoba, allá por los años 80, un bar de modernos llamado Varsovia. Pedro García y camaradas de barricada debieron frecuentarlo. Y seguro que allí surgió la inspiración.